Por Luis Santillán/Patricia Yáñez es la razón para ver el Hamlet que se presenta en La Gruta. Ella, en el personaje del príncipe de Dinamarca, devora la puesta en escena con su trabajo. La gama emotiva que presenta es un abanico lleno de matices, logra proyectar a un ser confundido, temeroso, impaciente, gracioso, apasionado, incluso heroico.
Las escenas donde la gracia del personaje es requerida las logra de una manera ágil, aquellas donde el tormento interno se desborda están construidas con enorme organicidad, lo vivo recorre su cuerpo para presentar a un icono del teatro de una manera brillante, pero lo más atractivo es la sorprendente amalgama que logra con el texto y, por consiguiente, con el personaje; es muy grato ver su capacidad y dejar transportar por la ficción que produce.
Quizá mucho del trabajo que logra Yáñez es debido a la acertada adecuación de Daniel Ruiseñor al reducir la edad del personaje central, él –como director- aprovecha la edad de su reparto para explorar desde otra óptica los pulsos del texto de William Shakespeare, esto conlleva a renunciar uno de los factores más relevantes de Hamlet, más en aras de explotar las cualidades de su equipo, funciona bien. En la suma su idea es clara, sólo que algunos elementos entorpecen que ésta sea tan contundente.
El vestuario diseñado por Gina Méndez y Alejandra Ricardez se establece como un lenguaje discontinuo, ciertos elementos son muy certeros (incluso brillantes desde la ironía), hilvanan las características de los personajes con el relato, sin embargo algunos otros van de lo confuso (el vestuario de Claudio) a lo extraño (el vestuario de Gertrudis).
El uso del espacio (diseñado por Juan José Tagle) parece no estar aprovechado del todo, es interesante cómo se establece la neutralidad a partir del plástico, pero la metáfora no logra sumar en la dinámica de personajes, bien podrían argumentar que ellos no son conscientes del “deterioro” pero en tanto que son conscientes de “ocultarlo” es peculiar.
El trabajo actoral es desequilibrado, afortunadamente el trabajo de Yáñez evita que la obra sea tediosa. Algunos actores se sienten impuestos, incomodo, quizá requieren de la obra corra más para asentar lo que pretenden crear.
Quienes destacan son: Paulina Barrientos con el personaje de Ofelia, genera una mancuerna muy atractiva con Yáñez y logra evitar los estereotipos del personaje; Carlos Patrik Casanova hace un trabajo muy agradable, construye desde la sencillez a su personaje (el padre de Ofelia –no se emplea el nombre de Polonio en el programa de mano-) y revitaliza la obra cada vez que está en escena.
Hamlet se presenta en la “nueva” Gruta, se recomienda llegar temprano y cuidar mucho qué sillas ocupa porque la vista no es buena desde varias zonas y quizá pase más tiempo esquivando medios cuerpos que poniendo atención a la obra, pero lo que logre ver valdrá la pena porque Patricia Yáñez hace un excelente Hamlet.
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