Por Ro Tierno; Fotos por Roberto Sosa/ La esperada puesta dirigida por Fernando Canek llegó al Teatro Helénico y colmó todas las expectativas.
El hecho de llevar al teatro el clásico de Lars von Trier no es nada fácil, no sólo por lo que implica un texto de este autor, sino además porque las expectativas y las miradas de todos y todas son el triple de exigentes. ¿Qué harán con la obra de Lars von Trier? Primera pregunta de los fanáticos. Cada uno tendrá su opinión, pero en regla general, la obra traducida por Miguel Cane y producida por Eloy Hernández, está a la altura de las circunstancias, y era de esperar teniendo en cuenta el gran equipo creativo que conforma este montaje.
Con la grandes actuaciones de Ximena Romo, Sergio Bonilla, Claudia Ramírez, Carmen Delgado, Mercedes Olea, Luis Miguel Lombana y Pablo Perroni, Dogville encara un tema muy incómodo: la violencia en el ser humano, la arrogancia, la sed de poder, los parámetros mal entendidos de moralidad. El elenco se completa con Gerardo González, Rodolfo Arias, Judith Inda, Francisco de la Reguera, Ana Kupfer, Christopher Aguilasocho, Diego Cooper, Francisco Hernánez Castelán y Jerónimo Suárez Inda, Alán Téllez y Carlos Fernández.
Para los que no conocen la historia, Dogville narra un episodio en este pueblo minúsculo de la montañas de Estados Unidos. Grace, el personaje interpretado por Ximena Romo (que en la película es Nicole Kidman), es una bella joven que aparece en este pueblo escapando de unos gangsters, y Tom (Sergio Bonilla) será quien se compadezca de ella y trate de que la acepten y escondan en el pequeño pueblo.
Los personajes del pueblo se mostrarán reacios al principio, luego algunos la aceptarán, la involucrarán en su vida diaria… y así se va construyendo lo que Canek llamó acertadamente ‘un siniestro cuento de hadas norteamericano’. Y ya con ese título no es necesario aclarar que la trama se torna perversa y suceden muchas cosas en torno a un pequeño mundo olvidado y personas que han desarrollado su propio sentido de la justicia a partir de las carencias que los rodean.
La actuación de Ximena Romo es impecable. Los movimientos corporales, las expresiones, todo indica que el personaje de Grace es realmente quien debería ser: una aparente ingenua y tierna joven, que en su perfil psicológico esconde una neurosis que tarda en pronunciarse para el espectador, por los altos niveles de bondad que maneja. Muy a lo Lars von Trier, la fragilidad es aprovechada por quienes ansían el poder (con una psicología de los personajes muy bien pronunciada y traducida por Cane), a la vez que borra cualquier indicio de victimización, y desencadena un cuestionamiento hacia cada de una de las acciones que vemos. El perfil de Tom es perfecto para Sergio Bonilla, que siempre logra muy bien la vida interna de los personajes que encara.
El vestuario, la iluminación, las actuaciones, la dirección y traducción, todo forma un conjunto orgánico que hace que valga la pena ir a verla. Hay referencias a la película, pero teniendo en cuenta que es otro lenguaje, es más interesante ir sin esa visión y disfrutar del momento escénico que tiene mucho para decir y está muy bien logrado.
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