Por Kerim Martínez/¿Qué prefieres, cien mil dólares hoy o un millón dentro de diez años? Esta pregunta funciona como premisa para “El Test” (ganadora del premio Fray Luis de León 2014) escrita por Jordi Vallejo bajo la dirección de Daniel Veronese y la producción de Morris Gilbert, Sebastián Blutrach y OCESA.
El cuestionamiento resulta atractivo y en él basan toda su estrategia de promoción para atrapar al público y lograr que compren un boleto. Quizás sea un imán para llenar una sala teatral y comprobar lo que otros harían con una propuesta como ésta porque no todo en esta vida es gratis y cuando alguien seduce con dinero la mente concluye que hay gato encerrado y que seguramente habrá que dar algo a cambio. La puesta remite a la película Una propuesta indecorosa (1993, dir. Adrian Lyne) donde Robert Redford ofrece un millón de dólares a un matrimonio con tal de pasar una noche con el personaje interpretado por Demi Moore.
La trama involucra a cuatro personajes. La primera pareja está compuesta por Paula (Issabela Camil) y Héctor (Víctor Huggo Martin), un matrimonio que atraviesa una mala racha económica y sentimental. La segunda dupla está integrada por Berta (Luz Ramos), una conocida psicóloga involucrada en una relación con Toni (Rodrigo Cachero), un hombre con gran solvencia económica que intentará seducir a sus amigos con la pregunta ya mencionada como parte de un test de personalidad realizado por Berta. Al discutir sobre los pros y contras de las dos opciones los personajes se desnudan emocionalmente, desvelan secretos y de alguna manera ponen un precio a sus valores y principios.
Si bien el planteamiento es llamativo y la obra tiene una duración adecuada (una hora y veinte minutos) no logra sostenerse en su dramaturgia. Está llena de giros de tuerca efectistas que sí impactan en un principio pero al poco tiempo se desvanecen por falta de verosimilitud muy al estilo de un melodrama televisivo. Vallejo ha sobresalido como guionista de series para diversas productoras y cadenas en Madrid y Barcelona.
Aunque Veronese (Bajo terapia, Mujeres soñaron caballos, Gorda) puede ser considerado el Woody Allen del teatro por dirigir escenas enloquecidas donde todos los actores hablan al mismo tiempo y aún así el público entiende lo que pasa arriba del escenario, en esta ocasión no se logra ese efecto. Pareciera que hubo un descuido en la dirección (quizás falta de tiempo): los personajes deambulan por el espacio sin justificar los trazos marcados, cada actor entra a escena con tonos diferentes, parecen perfectos desconocidos y nunca se logra una verdadera comunicación entre ellos. El resultado: falta de fluidez que impide contar la historia.
Issabela Camil nos muestra un personaje que dice estar muy afectado pero que impone en todo momento sus emociones y llora como si tuviera una cámara enfrente del rostro; es probable que con el paso de las funciones encuentre la profundidad que requiere construir a Paula. Víctor Huggo Martín trata de relajar la situación con gestos y comentarios que parecieran improvisados para justificar la parte perversa (o humana) de su personaje y así complacer al público. Rodrigo Cachero opta por una actuación realista con poca energía que bien funcionaría en un foro íntimo pero que difícilmente llega a las más de quinientas butacas del teatro donde se presentan. Por último, Luz Ramos sobresale como la psicóloga, entra con mucha seguridad y dominio escénico, sin embargo su interpretación se diluye hacia el final del montaje. También alternan: Laisha Wilkins, Geraldine Bazan, Juan Carlos Barreto y Claudio Lafarga.
Destaca el vestuario diseñado por Emilio Rebollar que delimita muy bien la personalidad de los cuatro caracteres y ayuda al espectador a entender la posición social de éstos. El espacio escénico es funcional y recrea un departamento de lujo al estilo de un aparador de mueblería.
Es probable que el montaje encuentre un público que lo considere novedoso por la premisa planteada, el reparto compuesto por actores expertos en televisión y la zona de la ciudad con escasa actividad cultural. Esta propuesta escénica nos lleva a otra reflexión: ¿Qué prefieres, una obra efectista o teatro que planteé algo más que mero entretenimiento?
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