Fotos: Jesús Morales
Por Luis Santillán/Petit Comité presenta en la Sala Novo, Edificio San Miguel. El texto es de Gabriela Guraieb y la dirección de Angélica Rogel. Este proyecto surgió, en un primer momento, para ser presentado como una puesta menor a 15 minutos, la versión que actualmente está en temporada dura 5 veces más que aquella (es decir, 90 minutos)
En principio lo más interesante radica en que es una propuesta híbrida entre el teatro convencional y el teatro de inmersión; quizá esta naturaleza surge al expandir la propuesta original. Se puede suponer que cuando se presentó en el primer formato el público asumía el rol de “vecino” y el espacio imposibilitaba que existiera un segundo plano de observación; ahora la propuesta aprovecha las características de Sala Novo para ampliar el campo y generar un segundo plano desde donde se puede ser espectador.
La dinámica de la puesta tiene la capacidad de empatar emotivamente con el público, eso permite que de manera orgánica se de una relación de ellos con la escena. La interacción que surge, permite que se borren las fronteras entre los personajes establecidos y los “vecinos” del momento.
El reparto está conformado por Gabriela Guraieb, Montserrat Marañón, Carmen Ramos, Mario Monroy, Alejandro Morales, y Alfonso Borbolla. Borbolla destaca con el personaje de “Administrador”, tanto por las peculiaridades que manifiesta como por el enlace que logra para el público. Montserrat Marañón tiene un trabajo sutil, matizado en proporción a lo que requiere su personaje, resulta muy grato verla en esta propuesta.
El público goza la obra, se divierte en medida que se identifica con la situación inicial y los desvaríos que tiene; es necesario reconocer que tiene momentos muy amenos, sin embargo, queda expuesto que el alargar la situación merma la propuesta de texto.
Llega a un punto donde la gracia va adelgazándose, da la sensación de estar en un vacío donde la repetición o el chiste conducen a nada. El final podría ser emotivamente conmovedor, pero tarda mucho en suceder, de tal manera que pasa a ser un momento más; y ese es lo que frena la propuesta.
La autora alarga la situación, posterga el momento donde el opositor se revela, y los personajes van perdiendo solidez para estar al borde de ser parodias de la propuesta con la que inician la obra.
Edificio San Miguel podría ser una necedad de extender un buen texto cuya riqueza estaba en su brevedad, sin embargo eso se vuelve irrelevante si el público disfruta el trabajo del reparto y se divierte al ver su cotidianidad “condominal” en la propuesta.
Este proyecto de Petit Comité tiene un gran valor al ser observado como una posible muestra de lo que el teatro de inmersión puede lograr de manera orgánica porque el convivio teatral es quien lo hace posible.
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