Fotos: Roberto Sosa
Por Roberto Sosa/Para no andar solo; dos es mejor que uno. A su mamá la persiguen los muñecos. “Todo por ir a Disney ¿cómo se llama el perro amarillo?” La niña indaga en su memoria, no sabe qué pasó. Se siente culpable. La ausencia de un hombre en su casa, la trastorna, si tuviera a su padre con ella, las cosas serían diferentes. “No hay hombres, sólo muñecos malos…”. Uno de estos muñecos la subió a su OVNI, no pudo gritar, no pudo correr, le metieron unos tubos en sus huequitos”. Se infló mi panza…”.
La obra inicia con la canción “Blue Bayou” de Linda Ronstadt, una melodía triste que se abraza a la historia. La luz ilumina la silueta de cuatro actores y con cuatro relatos en forma de monólogos se articula la obra. El trazo escénico es una tarima como si fuera una pasarela. Arriba incluso hay un sofá. Tablas que forman y transforman el espacio por donde se mueven los personajes y sus trastornos.
En cada relato y en cada personaje habita el desaliento. La niña y su mamá, El vecino, La sicóloga, El novio, Eduardo (amigo del novio) y Alejandra la vecina expresan desde sus espacios y experiencias, relatos desgarradores. Un texto que habla de soledad, cobardía, traición, inseguridad, pobreza emocional. Las escenas reflejan congruencia con el sentido de la puesta en escena; el tono es agridulce, la comedia se abraza a la tragedia.
La dirección es de Adrián Vázquez, apuesta por una estética donde el tono oscuro resplandece y el dolor emocional de los protagonistas es hilarante. En cada monólogo el personaje no está solo, se agregan otros como salidos de una retorcida mente que los crea desde su propia patología. En este sentido la obra cobra valor estético desde lo artístico, no desde la belleza; la obra no es para salir optimista, sin embargo con su trabajo, Vázquez logra que el espectador no salga deprimido.
Dos para el camino es autoría del dramaturgo peruano César de María, la obra llega a México después de presentarse en Argentina y Perú. El texto nos lleva por el camino de la locura, indaga hacia lo más oscuro de los protagonistas, allí donde el espectador se reconoce, donde habitan los monstruos que nos devoran las entrañas. En cada personaje vive uno de nosotros, nos habla desde el escenario, la paradoja es que lo vemos y nos reímos.
Las actuaciones son de Pamela Ruz, Alejandro Valencia, Fátima Favela y Diego Martínez Villa. Los desnudos que realizan tienen que ver con el trabajo interior, antes de mostrar sus cuerpos, descubren sus emociones. El trabajo sobre el escenario, tuvo que pasar por el reconocimiento de ellos mismos desde la psique. Cómo estaban emocionalmente antes de trabajar el texto y a partir de dónde construyen a sus personajes. Sin duda es un trabajo espléndido.
El texto es difícil por lo que aborda, cómo se toca y lo que trastoca. Nos habla de un mundo inmerso en una fantasía oscura que se vuelve realidad; una utopía donde habitan los muñecos amarillos que no divierten, pero que si matan y violan. El contexto de hoy es ver morir gente y seguir viendo más sangre. Los cerdos no comen cerdos, los humanos si comen humanos.
La escenografía e iluminación son de Matías Gorlero y Félix Arroyo; vestuario, Lisseth Barrios; diseño sonoro, Rafael Balderas; coreografías Marsel Toledo. Las funciones son en el Foro Shakespeare, los sábados a las 21:00 horas, del 24 de febrero al 28 de abril.
