Por Roberto Sosa/Con dos relatos cortos, “El oso” y “Petición de mano” de Antón Chéjov se articula el espectáculo. La adaptación es de Jessica Canales y Cristian Magaloni, versión que los transforma en dos hilarantes historias. Las sitúan en alguna región del norte de México, con el tono y acento que tienen al hablar la gente de esta región del país. Cuatro actores –dos mujeres y dos hombres- dan vida a los personajes.
El oso es un relato que versa sobre un solterón y una hermosa mujer que acaba de enviudar. Él llega a cobrar un dinero que le adeudan; ella no está en condiciones de recibir a nadie, y no cuenta con efectivo para pagar la deuda. Pero el hombre no está dispuesto a marcharse sin haber cobrado su dinero. Ella le ordena a Luka –su sirviente- que lo eche de la casa, solo que Luka no tiene el tamaño, ni la fuerza para hacerlo.
La falta de dinero en uno y de afecto en la otra, son dos necesidades que detonan una situación inesperada. ¿El hombre podrá cobrar la deuda…? El relato acerca a los protagonistas con el público, las situaciones reales permiten que el espectador -con mucho sentido del humor-, se reconozca en ellos. La obra del autor ruso es un acercamiento al ser humano, con personajes que asumen sus defectos y virtudes.
Petición de mano. Él quiere casarse con la hija de su vecino y dueño de la hacienda; el padre da su consentimiento, llama a su hija para que se formalicé la petición, pero antes de pedirle matrimonio a la joven, ambos discuten sobre la propiedad de La Providencia, una represa que ambos comparten, el altercado sube de tono y el padre lo echa de su casa; el joven es hipocondriaco, con la respiración agitada y antes de perder el conocimiento decide salir de allí.
Cuando ella se conoce el motivo de su visita, le suplica a su padre que vaya y lo traiga de regreso. Ahora están solos, pero de nuevo surge otro conflicto. ¿Se casaran…? Los enredos, las disputas y la “enfermedad” del novio, son los elementos hilarantes que conforman la historia. La comedia es lo opuesto a la tragedia relacionado a un final feliz; lo genial del texto de Chéjov, es el ardid que establece el relato.
Corridos Chejovianos es un divertimento sin ínfulas, ficciones o presunciones; su propósito es provocar la risa y que el espectador se la pase bomba. Y lo logran gracias al trabajo en la adaptación, dirección y finalmente en el trabajo de los intérpretes; las convincentes actuaciones es lo que finalmente se queda en el espectador. Acá la salida no es con una reflexión o con el alma estrujada, al contrario es con buen humor, sonriendo y olvidando de momento la pinche y jodida realidad.
La puesta en escena se presenta con las actuaciones de Mario Escalante, Gabriela Montiel, Roberto Beck y Assira Abbate, bajo la dirección de Cristian Magaloni.
Las funciones son en el teatro Carretera 45 hasta el 30 de septiembre, consulta precios y horarios de la obra, aquí.
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