Por Luis Santillán/La Sociedad de las Liebres presenta en La Titería una adaptación de El soldadito de plomo, en este tratamiento unos niños se niegan a deshacerse de las cosas de sus abuelos, que murieron recientemente, y se encierran en una habitación; ahí, por medio de los objetos, entenderán que el recuerdo de sus seres queridos puede habitar en ellos sin necesidad de algo más.
Esta línea argumental sirve para que bajo el nombre de Corazón de plomo se escenifique una variación del cuento de Hans Christian Andersen. La propuesta de contar una historia dentro de otra historia permite que la escenificación adquiera una textura muy grata dado que la creación de los espacios, la manipulación de los objetos, y el uso de los títeres potencia la “magia” del relato y la carga emotiva del porqué se narra.
Otro de los aciertos de la propuesta radica en cómo el corazón –que parte de la historia de partida- adquiere una nueva condición al ser el objeto que permite que los niños puedan reconocer la ausencia de los abuelos como algo natural.
La creación de los espacios es fluida, el juego de que se sostengan con objetos que pueden estar en una habitación estimula la imaginación del espectador. Las variantes que les dan a los personajes dialogan de manera asertiva porque da una profundidad que permite visualizarlos de forma más contemporánea.
Hay un gran interés en ofrecer una obra imaginativa, cargada de emotividad, generada a partir de la manipulación de títeres y objetos que construye mundos estimulantes, es decir, la propuesta respeta cabalmente a su público central.
Corazón de plomo es una muestra de lo cuidado que es la curaduría de la Titería, misma que le permite establecerse como un espacio de gran calidad para las jóvenes audiencias.
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