Por Ro Tierno/ Luego de una exitosa temporada en el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris, el homenaje al músico Dámaso Pérez Prado llega al Centro Cultural del Bosque del 9 al 13 de mayo, pero antes tendrá una función libre este viernes 4 de mayo en el Politécnico Nacional.

El dramaturgo cubano Ulises Rodríguez dio origen a esta puesta en escena tras una investigación que derivó en la publicación del libro ¡Mambo qué rico é é é!. La obra relata parte de la vida del compositor y arreglista cubano Dámaso Pérez Prado, considerado uno de los máximos exponentes del mambo, ritmo que impactó al público de América Latina, Estados Unidos y Europa.

Coordinada por la compañía Conjuro Teatro y la Casa de la Memoria Escénica, Yo soy el Rey del Mambo continúa su temporada en México en el Teatro Julio Castillo. En el escenario vemos conjugarse la música y el teatro, en un mambo-drama donde personajes como Benny Moré, periodistas y mujeres del mambo convergen y tratan de develar dudas en torno a este personaje tan reconocido.

Si bien en una primera instancia una podría imaginarse que verá una obra musical, no es así. Se trata de una obra de teatro con todos sus elementos, donde la música, si bien juega un papel claramente importante, bordea la historia y la va acompañando, dándole vida y memoria a un público deseoso de Pérez Prado.

En este tránsito de un teatro a otro, hay cambios en cuanto al espacio y también a la narrativa, ya que los autores fueron viendo en el trascurso de las funciones qué funcionaba y qué no para el público mexicano que, obviamente, no es el mismo que el cubano.

La directora de Yo soy el Rey del Mambo, Dana Stella Aguilar, explicó que “la relación con el público mexicano era un punto que nunca habíamos tocado. El Teatro de la Ciudad es muy particular porque es un espacio que está muy acostumbrado a la música, hay mucha gente que iba con la idea de ver un concierto o incluso, que es muy bonito, la gente que veía a Pérez Prado, personas grandes. Al mismo Pérez Prado, cuando no les daba el mambo que ellos querían, le chiflaban, se expresaban. Nos pasó en la segunda y la última función que la gente pedía música, no me asustó, yo comprendí perfecto que ese público era el que más estaba relacionado con el mambo y lo que querían era bailar, escuchar completas las piezas. pero la obra en ese sentido es otra lógica. Y está bien que cada uno se exprese en la vivencia, esa es nuestra puesta”.

Lo cierto es que las últimas funciones en el Teatro de la Ciudad la gente terminó bailando en los pasillos, en este sentido no hay teatro que le gane a un ritmo tan contagioso y particular.

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