Por Mariana Mijares/ Saber que en México hay un musical del creador de The Last Five Years, dirigido por José Manuel López V. (Mentiras) y que está protagonizado por Paloma Cordero, Majo Pérez y Abel Fernando, sería suficiente razón para ir al teatro, ¿no? El problema es que justo estos son los elementos juegan en contra de Canciones para un mundo nuevo, al generar una enorme expectativa que no termina por cumplirse…
Al estrenar en 2001 The Last Five Years, Jason Robert Brown probablemente desconocía que crearía uno de los musicales más representados y que además se llevaría al cine en 2015 con Anna Kendrick y Jeremy Jordan como protagonistas. Pero tras escuchar el soundtrack completo de Songs for a New World justamente se entiende que este ‘song cycle’ fue sólo la base de su siguiente, y altamente superior musical.
Incluso, el autor se repite a sí mismo con canciones tremendamente similares, como “I’m Not Afraid of Anything” (de Songs…) que evoluciona mucho mejor en “See I’m Smiling” (de The Last…).
Pero la diferencia fundamental entre estos dos montajes, u otro de los musicales más conocidos de Brown: la adaptación de The Bridges of Madison County, es que Canciones para un mundo nuevo no cuenta una historia; sino que sólo muestra viñetas de diferentes personajes cantando sobre aspectos de su vida.
Sin embargo, extrañamente ningún personaje tiene relación con el de otro tema musical. Este aspecto termina convirtiéndose en una enorme debilidad; pues se podría, en cualquier momento, quitar un número o insertar otro y el resultado sería exactamente el mismo.
Existen otros musicales donde los personajes aparentemente no tienen relación entre ellos; como In Transit, pero que tienen en común que emplean el transporte público de Nueva York; y a partir de este eje, sus historias se van interconectando hasta volverse entrañables en el musical de Kristen Anderson-Lopez (creadora de Frozen).
Ahora, regresando específicamente al montaje mexicano de Canciones para un mundo nuevo, tiene elementos interesantes; por ejemplo, empelar como escenografía un conjunto de sillas de distintos tipos y tamaños que se iluminan en distintos colores y que de alguna manera terminan siendo una analogía de los personajes de esta obra; tan distintos entre sí y que coinciden en un mismo espacio: ese escenario.
La iluminación de Matías Gorlero refleja bien los estados de ánimo de los personajes y las emociones que se experimentan a lo largo de los 16 temas musicales.
Y hablando precisamente de los números, hay algunos que valen particularmente la pena como “La
Señora de Santa” en el que Paloma Cordero despliega toda su capacidad vocal e histriónica al recrear a la frustrada señora de Nicolás, mejor conocido como ‘Santa Clos’. Este número -que es una parodia de “Surabaya Johnny” (del musical Happy End)- resulta sin duda uno de los mejores momentos de la obra.
Majo Pérez y Abel Fernando tienen una trayectoria notable; ella en musicales como Mary Poppins, Wicked y Noche de Reyes y él en trabajos como El diluvio que viene, La Bella y la Bestia o Jekyll & Hyde (personalmente, uno de los trabajos más impactantes de un actor que yo haya presenciado en un escenario en México).
Desafortunadamente Canciones para un mundo no provee a estos grandes actores de historias suficientemente poderosas (o si quiera largas), en las que logremos conectar con sus personajes. Incluso, en algunos números optaba yo por imaginarme que esas extraordinarias voces estarían mejor aprovechadas en personajes como ‘Fantine’ y ‘Valjean’, de Los Miserables. Como curiosidad, Abel Fernando encaró ya a ‘Enjolras’.
A la par, el joven Anuar -que leí estuvo en La Voz México y participó en Cirque du Soleil-, se siente como un total miscast; no está en el mismo tono que sus compañeros, aún no domina la actuación y cada una de sus interpretaciones se ven, y se sienten, como el solo de un programa de concurso; no como parte de una experiencia emocional colectiva.
Contrario a su título, Canciones para un mundo nuevo termina sintiéndose como un musical anacrónico para un mundo moderno en el que cada vez más musicales incluyen temáticas contemporáneas: que parodian a los millenials (Mean Girls); que invitan a ser considerado con el prójimo (The Band’s Visit); que conmueven con el poder de la solidaridad entre extraños (Come from Away) o que nos recuerdan que, aunque nos sintamos invisibles, lograremos seremos encontrados (Dear Evan Hansen).
Concluyo remontándome al inicio de este escrito: si se tiene plena conciencia de que se va a ver un trabajo que no posee una historia conmovedora, pero sí poderosas voces, bien valdría la pena el boleto. Después de todo, no todos los días se tiene la oportunidad de ver sobre un escenario a tres de los mejores cantantes de musicales de este país…
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