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BUENAS PERSONAS: De la definición de ser bueno



Foto por Itzel Navarrete. Cortesía Producción

Por Saúl Campos/ ¿Es el destino algo prescrito o responsabilidad de nosotros? Si Margarita no hubiera llegado tarde a su empleo como cajera de un Waldo’s de Nezahualcóyotl no la hubieran despedido. Sin embargo ella llega tarde solo por que la persona que cuida a su única hija (quien tiene un retraso mental severo que la tiene en cama) llega tarde, quien a su vez tiene otra razón justificable, pero reglas son reglas y tanto Margarita como su jefe deben obedecer. En su camino para obtener un empleo, es alentada por su amiga Jenni para buscar a Miguel, un viejo amigo que logró salir de la colonia y ser un reocnocido Médico. Cuando sus caminos de crucen de nuevo, esta cuestión del hubiera lo hará también.

Original de David Lindsay- Abarie, bajo la dirección de Diego del Río, llega Buenas Personas al Teatro Milán, una de las obras que este 2018 se presenta como una de las mejores puestas en escena del año.

De entrada estamos frente a un texto que nos pide juzgar con la mente crítica ¿Qué define a una persona en calidad de ser buena o mala?,¿Los actos que realiza?, ¿Las decisiones que toma?, ¿La gente con la que se relaciona? Cotidianamente preferimos evitar la tarea de validar a los habitantes de nuestro entorno por lo que son realmente, por completo vaya, empero preferimos anteponer lo que nosotros elegimos ver de ellos, así que ¿Por qué juzgar la condición de bondad en alguien si no estamos siendo objetivos?

Lindsay-Abraire construye un texto fenomenal que nos va ayudando a esclarecer las dudas anteriores con dudas aún más fuertes resultado de las decisiones que los personajes presentes están tomando. Podemos ver la fuerte crítica social del autor ante la situación de construir una sociedad que deje de juzgar acciones externas para justificar las propias, pero que también exige a todas las partes incluidas ser responsable de si mismos.

Ante este terreno de juego tan retador, la propuesta de Diego del Río aparece como uno de los mejores trabajos que el director nos ha presentado a la fecha. Llevando a sus actores por un ritmo orgánico, en un tono naturalista que va cocinando lento cada sentimiento, permitiéndole al espectador llevar la historia con delicadeza y detenimiento, lo que hace que a medida que las verdades salgan a flote, tengan un peso mayor en escena y por ende en la audiencia.

El vaivén de emociones a discutir sobre las tablas se convierte en una de las mejores exposiciones de talento que podremos ver este año. Arcelia Ramírez, Odiseo Bichir, Montserrat Marañón, Fabrina Melón, Concepción Márquez y Cuauhtli Jiménez nos entregan un catálogo de actuaciones francas, precisas y bien delimitadas dentro de la estructura de cada personaje. Interpretaciones que se desdoblan con suma delicadeza, haciendo que el espectador encuentre en cada uno esa humanidad a reflejar, aquella que puede ser noble y enternecedora, pero que no puede evitar ser egoísta y autómata.

Desde la mirada de Javier Gerardo Ángeles, Matías Grorlero, Estela Fagoaga y Carlos Ruiz, a cargo de Escenografía, Iluminación, Vestuario y Audio respectivamente, la visión de Del Río termina de entregarnos un plano vivencial con una fuerte sensación cinematográfica. El arte de cada cuadro en escena nos lleva con ligeros detalles a los lugares necesarios circunstancial y sentimentalmente, un trabajo bastante sencillo en forma, pero con un fondo tan detallado que no necesita mayores atributos.

Pero algo que sin duda marca a esta obra como un trabajo más allá de lo que podríamos esperar de él, es la magia ejercida en la adaptación a cargo del director y la autora/directora Paula Zelaya, quienes toman el texto que originalmente debiera suceder en Nueva York y lo contextualizan a la CDMX con tal acierto que la obra pareciera escrita por una pluma mexicana o bien, para este país en especifico. Un trabajo excepcional que sin duda es la clave principal para que el público pueda identificarse.

Buenas Personas es un trabajo perfecto, que llena y que tiene el poder de hacer a su audiencia reflexionar por medio de una rotativa de lágrimas, risa y desesperación, sobre aquello que hacemos para ser una mejor sociedad, o aquello que quizás, preferimos no insistir en hacer.

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