Por Luis Santillán/La #InvasiónShakespeare consiste en presentar proyectos producidos por el Foro Skakespeare fuera de su sede; bajo esa modalidad se presenta en el Centro Cultural Helénico la obra El bien del país de Timberlake Wertenbaker, basada en “The Playmaker” de Thomas Keneally con la traducción de Héctor Álvarez.
La novela “The Playmaker” (1987) toma un evento ocurrido en 1788 en el que, convocados por el gobernador de Sidney, un grupo de convictos monta la primera obra de teatro representada en ese lugar. Wertenbaker en su versión desarrolla dos líneas: en una de ellas se expone la vida tanto de los ingleses que custodian la región como de los convictos; la segunda se centra en el proceso para que pueda hacerse la obra. El texto fue galardonado en 1988 y 1991, y es hasta este año que se lleva a cabo el estreno mundial en español bajo la dirección de Zachary Fine.
La puesta en escena de El bien del país tiene un gran equipo actoral, trabajan como un conjunto bien coordinado, equilibrado en los tonos, la energía está generada por todos y fluye orgánicamente, los matices y peculiaridades que propone cada uno les permiten alcanzar buen puerto; la construcción de personajes toma elementos simples pero no caen en el cliché, sino que a partir de ahí, dan ligeros matices para lograr la particularidad.
Artús Chávez es el único que tiene sólo un personaje –y logra ser el puente entre ambas líneas de manera cabal, construye un teniente que se entusiasma por la obra y su proceso, pero también ese ser que vive el proceso como una batalla de sobrevivencia-, todos los demás construyen dos o tres, aunque el personaje que les permite una creación más elaborada es el que pertenece al mundo de los convictos, salvo Jerónimo Best pues logra que ambos personajes se sientan más completos porque el contraste que tiene en cada uno le permiten mostrar su capacidad actoral.
Los temas y el tratamiento de El bien del país puede ser la síntesis de lo que el Foro Shakespeare ha trabajado desde hace 9 años, momento en que incursionó en el trabajo de Teatro Penitenciario, y por eso es pertinente que este proyecto encabece su “invasión”.
De las dos líneas de desarrollo, la que expone la situación individual de los personajes es débil, afecta el ritmo general de la obra y provoca bloques que desgastan en vez de aportar a los personajes, lo que ocurre en esos bloques se vuelve repetitivo, si bien permite contextualizar la confrontación entre los ingleses, al pretender dar soporte emotivo sin lograrlo, le da matices que empobrecen en la suma. Por el contrario, la línea que expone las vicisitudes para lograr hacer la obra de teatro tiene mejor fortuna porque logra enlazar la parte de la “ficción” con la situación de los personajes, esas escenas tienen la fuerza para proyectar como los personajes cambian a partir de la experiencia.
El bien del país es una obra que en la suma, por momentos, se siente pesada, sin embargo es muy probable que con el paso de las funciones el ritmo mejore y así la percepción general; el texto puede tener huecos y escenas que entorpecen, quizá los resultados puedan ser discutidos, pero, lo que no deja margen de duda es que el trabajo del grupo de actores tiene la fuerza, las herramientas y la calidad para evitar que la obra naufrague.
La anécdota central, más el trabajo de los actores, logran que el teatro exponga las posibilidades de transformación que tiene el mismo teatro y, de esa manera, la apuesta que hace el Foro Shakespeare con El bien del país es afortunada.
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Es un bellísimo trabajo, sin duda, de lo mejor en cartelera.