Fotos: Roberto Sosa
Por Roberto Sosa/Para no ser escuchado, pasar desapercibido o no ser tomado en cuenta. Si no hay quien escuche, si se vive en soledad, lo mejor es bajar la voz y hablar con uno mismo. Omar dejó a su pareja, no quiere vivir solo sin que nadie lo oiga. Busca a Leticia, ellos fueron amantes y piensa recuperarla. Son las cuatro de la mañana irrumpe en su departamento armando un gran alboroto, lo que menos le importa a Omar es bajar la voz.
Leticia vive con su hija Micaela, y no está dispuesta a dejarlo quedar. “No tengo a donde ir…” le dice. “¿Y tus diez mil novias…?”, le responde. Para Leticia él es irresistible, no se pude dar el lujo de rechazarlo; lo que resta de la noche la pasan juntos. A partir de este suceso, sus vidas toman cambian. El hijo adolescente de Omar se va a vivir con ellos, y Micaela está feliz con el novio de su mamá. La familia se forma con hijos propios y ajenos.
Baja la voz es un texto que escriben juntos Mónica Hoth y Claudio Valdés Kuri. La obra se articula con ideas y pensamientos de este dúo de dramaturgos; convergen perspectivas y experiencias para hablarle al espectador sobre los nuevos paradigmas familiares en el mundo de hoy. Su escritura juega con el tiempo cronológico y el tiempo del relato, donde los personajes cambian su conducta, insinuando comportamientos primigenios.
La dirección es de Claudio Valdés Kuri, en manos de otro director la obra sería una más de las que conforman la cartelera teatral, bajo su dirección la puesta en escena rompe convenciones. Si bien la escenografía sí contiene los moldes del teatro tradicional, lo que cambia –según el texto- es la forma que les indica actuar en algunas escenas, donde los protagonistas descienden a sus instintos más primitivos.
El montaje se apoya con la multimedia, voz e imágenes que refuerzan el discurso escénico. Una pantalla proyecta los rostros de dos personajes que interactúan con los reales. Uno es la amiga (Mónica Huarte) de Leticia, otro es el supuesto novio (Odín Dupeyron) de la protagonista y la voz de la suegra (Luisa Huertas). Elemento que se adhiere de buena forma a la puesta en escena.
Las actuaciones son Daniela Schmidt (Leticia), Alejandro Ávila (Omar), Paola Miguel (Micaela) y Bastian Calva Minutti (hijo de Omar). Su labor es acertada, en cada uno vive el personaje el cual se transforma de uno civilizado a otro que evoca nuestro pasado con los primates que antecedieron al Homo Sapiens. Un acierto desde el contexto que construye la historia. La experiencia de Daniela y Omar dan soporte a dos incipientes y buenos actores.
Baja la voz, nos habla en presente para recodar nuestro origen, el principio donde los individuos formaban núcleos para poder subsistir en un mundo salvaje, regido por la ley del más fuerte. Hoy los núcleos son familias que se forman en sociedades modernas para sobrevivir en una jungla de acero y concreto, igual de feroz y salvaje, donde el más fuerte devora al más débil.
La producción es de la compañía Teatro de Ciertos Habitantes. El equipo creativo es con Vladimir Rodríguez en las coreografías; Auda Caraza y Atenea Chávez, escenografía; Víctor Zapatero, iluminación; Ximena Fernández, vestuario; y Joaquín López Chas, composición musical.
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