Por Ro Tierno, Fotos Cortesía INBA/ Se trata de una adaptación de la obra de Berlot Brecht por Antonio Zúñiga, quien dirige la puesta junto a Luis de Tavira. Se presentará del 23 de agosto al 30 de septiembre en el Teatro El Galeón del Centro Cultural del Bosque.
La boda de los pequeños burgueses, escrita originalmente en 1919 por el dramaturgo alemán, llega al CCB en una adaptación que resalta características de la mexicaneidad y de la época actual. En un escenario tridimensional, diseñado por Jesús Hernández, el público será invitado a esta boda llena de contradicciones y lejos de la felicidad.
Hablamos con Alonso Zúñiga, que también dirige la puesta junto a Luis de Tavira:
¿Cómo fue el proceso de adaptación y qué elementos has tomado del original?
Lo que Brecht plantea es el ascenso, el movimiento de unos pequeños comerciantes, de la clase emergente. Este ascenso hace que los personajes se desgajen, se destruyan, él utiliza una figura simbólica, la de los muebles, donde los novios van a vivir un mundo nuevo.
En este trabajo primeramente lo que hago es mexicanizarlo, y en el sentido de la mexicaneidad no solamente optar por la transformación del lenguaje, sino de todos los sentidos globalmente. Entonces lo que hay aquí es un un juego de identidades donde los pequeños burgueses son más bien unos personajes en ascenso de identidad, desde la contemporaneidad, esta identidad imaginaria está inscrita en los nuevos roles que nosotros hemos adquirido o construido como sociedad. Existen personajes que quieren ser lo que no son y de esa dimensión viven en una especie de burbuja que es penetrada por lo que no falta en México que es más bien lo que abunda: la identidad del diferente, del desposeído, del habitante de lo rural, de la periferia, que de pronto irrumpe el mundo hipsteriano plácido de la Ciudad de México.
Esta intromisión es la que produce los sin sentidos, los juegos de confrontación, el conflicto entre estepas sociales, rural con urbano. y también la irrupción de la violencia que en México todos conocemos y es un signo de la descomposición social en la que vivimos y hasta el momento es irremediable, la violencia del crimen organizado.
¿En qué época va a estar ambientada esta obra escrita en los años 20?
En el aquí y en el ahora. Hay una obra mexicana que está adaptada en los años 50, del maestro Zermeño. Pero ahí hay una opción, yo con esto me enfrenté, porque uno puede optar por hablar de nuestra realidad en una especie de carambola, pongo los sucesos en una época anterior, y desde la distancia veo que lo que sucede le sucede a otro porque está en otra época. Yo de principio iba hacerlo así, sin embargo, creo que la ductilidad del lenguaje contemporáneo me ayuda, es decir, me pongo en el aquí y en el ahora, pero al mismo tiempo pongo un show dentro de otro show, dentro de otro show… y así pongo también a unos personajes que se ponen una máscara, que se quitan para ver otra máscara, y así… esta multiplicidad de planos es absolutamente contemporánea dentro de mi punto de vista y eso ayuda a que el dispositivo para el espectador le sea más actual, como en un chat, donde tú hablas con uno y al mismo tiempo puedes hablar con siete.
La escenografía creada por Jesús Hernández, pretende dialogar con esta contemporaneidad y en este sentido se ha logrado un escenario de planos superpuestos que nos significan desde la comunicación actual.
Zúñiga explicó al respecto que “Esto se logra a partir de la simplicidad, utilizo en el caso escenográfico pocos elementos aunque la obra sea épica y monumental ,solo hay tres elementos, tres carros, y en la trilogía de los tres carros, también triplico los planos y el espectador ve estas identidades como contrapuestas. De hecho el espectador entra como participante de la boda, la entrada es hacia el interior del escenario, los personajes los ubican como invitados, pero también espectadores. En ese plano hay otros personajes que no son espectadores, que son invitados, pero al mismo tiempo son copartícipes de la ficción y observadores. Esto de inmediato y espero que resulte, pone al espectador en esa tridimensionalidad”.
El escenógrafo Jesús Hernández por su parte expresó que “siempre da mucho trabajo representar ese espacio que uno tiene tan vivo en la cabeza. La clave es no estar escondiendo el artificio, la teatralidad del edificio, sino poner ciertos elementos que con sólo verlos te transporten. Lo otro es poder darle dinamismo, en el sentido a todo lo que está pasando en esta boda, jugar con elementos de la escenografía que nos puedan dar diferentes espacios, al final es un espacio fijo que se va desarticulando y va proponiendo otros espacios dentro del mismo. El reto más difícil de esto es lograr que este espacio te pueda transportar y llevar a otro lugar que no es este y que con algunos elementos muy arquetípicos de esta idea de una boda tipo retro, o hipster”.
Antonio, ¿qué implicancia tuvo esta obra cuando Brecht la escribió, en aquella época?
Era predictiva de lo que iba a suceder antes de la guerra, recordemos que estos pequeños burgueses eran en realidad los judíos que estaban adquiriendo un poder inusitado, pero que al mismo tiempo, hacia el interior, denotaban una clase que era clasista, ‘influencer’ en el tiempo. Brecht pone el ojo agudo ahí, y es predictiva de la debacle que les va acontecer como clase social. Realmente en el tiempo que se hizo es muy clara con respecto a lo que estaba sucediendo en Alemania.
¿De qué manera encaja en nuestra realidad?
La universalidad de la obra desde Brecht está en el rito que escoge, y en ese sentido es imposible no verla en todos lados, es decir, en todas las sociedades existe el rito de la unión matrimonial y desde ahí la catapulta a todas las divergencias y convergencias, en todos lados la podemos entender. Irónicamente en México, el juego del rito de la boda es sumamente delicioso como objeto de trabajo y de estudio. La transfiguración comercial de la idea íntima de una condición humana genuina, yo de principio quiero hacer una boda para ser feliz, pero el mismo rito traduce los sin sentidos de esa felicidad, todos queremos ser felices pero nadie puede.
La felicidad no existe o es en pequeñas dosis…
Existe como invento. El comercio, los medios, la ha convertido en en producto, esa aspiración, una utopía vendible, como si fuera el 14 de febrero.
¿Qué recursos o elementos del teatro de Brecht siguen funcionando hoy en día?
Ahora todos hacemos un teatro postdramático, hasta biográfico, documental, etc, en el que de pronto hemos decidido darle la vuelta al sentido unívoco de la cuarta pared. El estamento simbólico de esta cuarta pared que fue rota en algún momento, ahora nosotros jugamos con una ductilidad casi natural, vemos miles de obras donde la cuarta pared ya ni tienes que decir que la rompes, existe o no existe. El espectador ya conoce esta dialéctica,ya sabe, porque lo que se ha ido trabajando hace años es la revitalización del concepto de la representación, y el concepto de representación incluso es hasta denostado, la gente de teatro ya no queremos hacer representación. Brecht lo planteó así, rompió la representación, y fue el de los primeros que dijo ‘cortemos de tajo, hagamos un hoyo y metamos a la realidad’. El sentido de Brecht era meterse en al realidad, a la realidad del espectador, sentarse a un lado de su butaca y decirle ‘estamos haciendo esto como sociedad, nos conviene o no, crear consciencia, hacer catarsis. Ese sentido prevalece ahora reinventado, como teatro postdramático, performance…
Yo parto, no desde el desconocimiento de esto, sino más bien de una convicción: yo quiero seguir haciendo representación, quiero seguir jugando con el rompimiento de esa ficción, pero creo que todavía hay sentido en que el espectador se sienta solamente espectador, creo que desde la representación se puede inducir a trabajar en un nuevo paradigma, el de la reconstrucción de nosotros mismos. Eso, desgraciadamente para algunos es absolutamente aristotélico y también Brechtiano.
¿Cómo crees que ha influenciado esta era de la hiperconectividad al teatro? ¿Crees que es una arte en resistencia o debe adaptarse a nuevas audiencias?
Yo creo que es una entidad en resistencia, y más le vale mantenerse en resistencia. Lo que sucede en la hiperconectividad es precisamente la falta de consciencia de que esa hiperconectividad nos desconecta, y el teatro sigue siendo la entidad, el fenómeno donde más conectados estamos. Por eso es un acto consciente el que yo haya decidido adaptar a Brecht de esta manera, quiero seguir contando el cuento, conectándome con el espectador desde el sincretismo de la narrativa, de la fabulación, desde lo épico de esa narración, y que el espectador sienta que viene a un espacio en resistencia, de hecho la última frase de esta obra es ‘Oigan, ustedes lo saben bien, el mundo está peor allá afuera, esto no más es teatro’.
El elenco está conformado por Isabel Benet, Mercedes Hernández, Abraham Jurado, Christian Cortés, Carlos Felipe López, Julián Perdomo, Gisela García Trigos, Antonio Zúñiga, Enrique Flores, José Antonio Becerril y Ollin Muñoz. El diseño de vestuario es de Jerildy Bosch y el sonoro de Iker Arce. Cuenta con música original de Alberto Rosas y coreografía de Daniela de los Ríos.
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