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ANTONIO Y CLEOPATRA: Entre la contradicción y un código ilegible



Fotos: Julio César Sánchez

Por Luis Santillán/Antonio y Cleopatra de William Shakespeare es una obra que tiene como línea anecdótica central las repercusiones que se generan con el romance entre Cleopatra y Marco Antonio.

Una característica peculiar en este texto de Shakespeare son los vertiginosos cambios geográficos que plantea la evolución del relato; otro aspecto que amerita una mayor atención es la compleja construcción de Cleopatra, su carácter se transforma constantemente, estas variaciones están cimentadas tanto por las consecuencias políticas como por las privadas, hay un énfasis sobre la afectación emotiva y como ésta provoca diversas estrategias, también –de cierta forma- hay una mofa hacia las restricciones que había en la escenificación cuando la obra se estrenó (1067/1608).

Gutemberg Brito emplea este texto para desarrollar su montaje final de la maestría de dirección, desde el momento en que se estrenó a la actual temporada ha estado en por lo menos tres espacios previos, por el registro fotográfico se puede ver que parte de su reparto ha cambiado, lo que no se puede apreciar es qué tanto el montaje mismo se ha modificado, sobre todo porque los espacios no comparten similitudes; esto es importante acotarlo en principio dado que quizá ciertas imágenes y trazo no se pueden apreciar de la misma manera.

En una reseña sobre la obra se hace alusión a la primera imagen que recibe el público al entrar al espacio, sin embargo, en la actual temporada en el Foro Rodolfo Usigli de la SOGEM carece de elementos de lectura. Quizá esa imagen, en otro espacio, tiene una fundamentación. Lo cierto es que trata de ser la síntesis que Brito dice sobre los elementos que quiere exponer en su montaje, mas no se desarrollan, establecen o hay replica en la puesta en escena después de los primeros segundos.

Hay una línea muy clara que el director establece desde la primera escena en la que se presenta a Cleopatra, lo lamentable es que se vuelve repetitiva y cansada, peor aún, contradictoria. Las mismas imágenes, las mismas acciones, el mismo ritmo se usa tanto en torno a Cleopatra como en el espacio de los romanos, nada cambia y eso es, aparentemente, la constante de toda la puesta en escena: la no variación.

La sensación que produce es la de estar ante una propuesta tibia, con algunas imágenes muy bien construidas, pero que violentan los propios códigos que Brito quiere usar. Basta un ejemplo: una imagen donde los cuerpos desnudos generan el cuadro, pero que cuando esos cuerpos deben accionar los elementos hay pudor.

¿Cuál es el código para entender quién hace un desnudo integral porque la acción lo requiere y quién no lo hace cuando la acción también lo requiere? Hay un bloque de acción en el cual Marco Antonio y Cleopatra tienen relaciones, la construcción emplea recursos para no hacerla explicita y es de los momentos mejor logrados, sin embargo, para Brito es importante que en otro bloque se vea como a Octavio le hacen sexo oral en una audiencia, Octavio está desnudo, pero se simula (de manera muy ineficaz) la felación. No se pide lo explicito, tan solo claridad con los códigos.

Actoralmente hay un gran desequilibrio, Adriana Ríos deja solo en la forma a Cleopatra; Christian Diez tiene apuntes interesante para el personaje de Marco Antonio, pero da la impresión de que le falta tiempo a la construcción. Ante la ausencia del programa de mano es imposible registrar el nombre de la actriz que tiene a su cargo el prólogo y las uniones de los actos, pero ella es quien ejecuta de mejor manera el trabajo actoral.

Antonio y Cleopatra bajo la dirección de Gutemberg Brito tiene elementos que pueden ser atractivos para determinado público, tiene fallas que ameritan la reflexión sobre los procesos que son generados en la maestría de dirección, pero sobre todo es una oportunidad para ver en escena un texto de Shakespeare (que tiene elementos muy valiosos por sí mismo) que no tan frecuentemente está en escena.

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