ÁNGELES EN AMÉRICA: Dos universos

Fotos: José Jorge Carreón

Por Luis Santillán/Tanya Orellana hace el diseño de escenografía de Ángeles en América, lo que propone es un espacio delimitado por enormes muros, que según se requiera muestra puertas y ventanas; un espacio estéticamente armonioso y neutral que puede ser usado para los distintos lugares donde el relato se desarrolla, apela al uso de numerosos sillas para “armar” los contenedores de acción.

La propuesta de Orellana de inicio es avasalladora, pasa por momentos donde genera expectación sobre qué puerta o ventana entrará en funcionamiento, después prolonga la espera para ver cuando las cabezas de animales se integraran, pero al final, al salir del teatro, solo las dimensiones de los muros quedan en la memoria; quizá los demás elementos no lograron que algo memorable ocurriera ahí, quizás el contenido de la obra tiene solo pretensiones estéticas y por eso lo que se comenta es el uso del color, los ángulos de la luz, lo largo que llegan a ser 200 minutos.

Martín Acosta es quién dirige la puesta en escena y, propiamente, no hay elementos para plantear que su propuesta haya fallado, por el contrario, es limpia, puntual en cuanto a la integración de los ritmos de los actores, equilibra los tonos para que haya armonía, pero –quizá solo ocurrió en la función presenciada- no se establecen puentes emotivos, más allá de apreciar bellas imágenes, de sentir hacia donde están apuntadas las escenas, la sensación final es de estar viendo una propuesta europea sin elementos para afectar o vincular lo observado con el contexto propio.

La obra tiene dos universos, aquel donde la realidad exhibe un mundo de apariencias, de poder; otro donde los estados alterados generan realidades distorsionadas, este segundo universo es el más afortunado, en lo que ocurre ahí la pasión de los personajes se construye de manera contundente, el trabajo actoral de Diana Sedano y Fabián Corres tiene mayores logros, cada uno aprovecha la vulnerabilidad de sus personajes para presentar seres emotivamente complejos.

Ángeles en América tiene gran calidad en su equipo de trabajo, tanto en aquellos que están fuera de escena como quienes crean los personajes, tiene momentos muy afortunados, prueba de ellos es cuando el doctor informa al paciente de su condición y éste plantea la versión que debe existir, ese bloque condensa mucho de lo que es (o pretendía ser) la propuesta general, pero a pesar del talento reunido, algo no ocurre, algo impide que se vuelva vinculante la obra, al final todo queda en un montaje limpio, tan limpio que alcanza el adjetivo de inocuo.

La oferta de Teatro UNAM siempre es consumida con entusiasmo, Ángeles en América no es la excepción, por lo tanto, es muy posible que la mayoría del público encuentre en el montaje de Acosta algo más allá de una obra bien hecha, y ante esa posibilidad vale la pena ir al Teatro Juan Ruiz de Alarcón.

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