Por Roberto Sosa/La exquisitez de la buena bebida. El grupo lo conforman personas que no se sabe si se conocen, no se sabe quiénes son, son personas adineradas y lo único que les importa es beber. El sitio es ambiguo, podría ser una taberna, un restaurante, un salón de fiestas, o quizá un lobby. Es una caja blanca que reúne el clasismo, el sinsentido y el derroche. Los diálogos reflejan vacuidad, sosería y el vació existencial.
La vida disipada de la clase adinerada, se muestra en cada uno de los personajes. Los diálogos son triviales, insignificantes y banales: “El Portugueño estuvo bueno….” o “La cosa suave para la cosa fuerte…”. Su alegría crece cuando una camarera entra con enormes tarros con cerveza oscura. Su costosa vestimenta, intenta ocultar sus maltrechos cuerpos. Su satisfacción es diametralmente proporcional a su egoísmo.
De Roland Schimmelpfennig, Ambrosía es una crítica a un sector de la sociedad, a los ricos; es la analogía existente entre países ricos con los países pobres. El texto brinca los lineamientos de una dramaturgia convencional; bordea el comportamiento de seres que sólo reconocen el valor del dinero. Su conducta no es el paradigma de “las buenas costumbres”. La obra restriega la cara del espectador con la opulencia de los personajes.
La dirección de Bruno Bert conjunta el criterio del autor con el trabajo de los actores. Sobre la mesa las botellas vacías simbolizan al vacío emocional de los personajes. Para Bert, desde su perspectiva este el valor de la puesta en escena. Su trazo escénico es una enorme mesa con personajes maltrechos –como el tejido social- alrededor. El tono que maneja es la farsa y el absurdo.
Elenco: Saúl Calzada Páez, Alejo Contreras, Raquel Padilla, Aleksia Fossati, Mariana González Solís, Sebastián Dante, Raí Solís, Jennifer Zamora Mápula y Berenice Zavala. En conjunto todos realizan un aceptable trabajo sobre las tablas. Su panfletista apariencia la proyectan desde el escenario con acritud y talento. Las botargas caracterizan y destacan su actoralidad.
Ambrosía es el sinsentido, una característica de nuestra sociedad, de nuestros tiempos; en un espacio indeterminado, impreciso y sin tiempo. La reflexión sería que la ambrosía, la exquisitez no están al alcance de todos, está reservada para quienes ostentan el poder y la riqueza. En la ficción y la realidad esto es lo relevante, lo único que interesa es pasársela bien. Están ávidos de placer y poder, aunque: “El amor y Eros se ahogaron en el alcohol…”
Equipo creativo: MarGa González, Heidi Lamadrid y Brenda Vaca, escenografía; Andrea Lumbreras, vestuario; Daniela Caloca, iluminación; Paola Davalovski, Alexia Fossati, Mariana González Solís y Berenice Zavala, composición y selección musical. La obra forma parte de la Temporada Académica 2018 de la Escuela Nacional de Arte Teatral (ENAT). Examen de 4º año de las Licenciaturas en Actuación y Escenografía.
Las funciones son en el Teatro Salvador Novo de la ENAT, consulta precios y horarios, aquí.
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