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A OCHO COLUMNAS: De los valores y las primeras planas



Fotos: Jennifer González

Por Saúl Campos/Para un joven reportero del diario más importante de México en los años 50’s, esta será su oportunidad de oro al poder presentar por vez primera un artículo bajo su firma, una entrevista con un nuevo funcionario del gobierno que tiene metas bastante firmes en cuánto a su administración. Pero cuando los intereses de un famoso diputado, la directora de la revista de sociales y la dirección del periódico, llevarán a este novato a entender que la moral, el amor, y las buenas reputaciones son líneas muy delgadas a manejar y que todas las decisiones deben tomarse antes de que alguien más lo haga.

Original de Salvador Novo, bajo la dirección de Fernando Bonilla, el Teatro Orientación del Centro Cultural del Bosque presenta A ocho columnas, un drama de tintes cómicos que sin duda se coloca como una de las obras más importantes en la cartelera mexicana del 2018. Una obra que deja una sensación de felicidad por saber que lo que se acaba de presenciar en la sala es teatro mexicano, palmo a palmo.

El texto representa una de las críticas más mordaces y, en su momento, escandalosas que la prensa mexicana ha recibido. El autor se inmiscuye de lleno en la corrupción detrás de la imprenta para desenmascarar las dobles intensiones que se fraguan ante los intereses de la clase política, dentro de una sociedad influenciada que busca preservar sus privilegios antes que cederlos a alguien más.

La obra de Novo, tristemente refiere una actualidad desgarradora, no solo en el periodismo, sino a cualquier escala. Un mundo en el cual las intensiones nobles de quienes tienen amor a su profesión son presas de aquellos que buscan un interés propio… caso aplicable ante cualquier profesión. Un punto que, bajo la dirección de Bonilla se transforma de un texto poderoso a un montaje demoledor.

Bonilla nos plantea la situación dentro de un mundo reminiscente a la década en cuestión, la cual comienza su experiencia en sala con una lista de canciones que se mecen entre Pedro Infante y Jorge Negrete, para después sumergirnos en un comercial de la época, con el sonido clásico y una voz que nos antecede lo que sucederá en la historia que veremos, todo con un tono perfecto, desde aquí, la antesala se antoja interesante.

Para adentrarnos más el vestuario de Estela Fagoaga, el maquillaje y los peinados a cargo de Maricela Estrada, la iluminación de Tenzing Ortega, la escenografía de Elizabeth Álvarez y la música de Leonardo Soqui, se vuelven cómplices de un cuadro plástico digno de una lluvia de premios no solo por sus respectivos diseños, sino por los detalles que engalanan cada acción.

Sobre este buen tablero, Bonilla construye una historia donde los tonos dramáticos y solemnes de “Cuando los hijos se van” se encuentran con el tono más aguardientoso que nos dejó la saga de “Nosotros Los Pobres”, para matizar la intriga y desacierto que la trama va dejando a medida que avanza. La decisión del joven director no solo se agradece, sino que actúa como un homenaje honesto y estudiado.

Al terreno de juego entran Luis Miguel Lombana, Sophie Alexander Katz, Alondra Hidalgo, Pedro de Tavira, Arnoldo Picazzo y Jerónimo Best (alterna funciones con José Carriedo) quienes entregan actuaciones tan cuidadas y atentas al mundo creado por su director, que no dirigirles una ovación de pie es casi delito para el teatro.

Lombana, como el jefe de redacción del diario, otorga una actuación que balancea la mezquindad con la hipocresía hasta tonos en verdad oscuros. Sophie Alexander toma a la editora de la publicación de sociales más importante, para darle la gracia de Blanca de Catrejón en Escuela de Vagabundos con la codicia de Rosita Quintana en Susana, Carne y Demonio, así de precisa y así de adecuada. Sumando al trío el airoso antihéroe que Pedro de Tavira logra como el mejor amigo del reportero, a cargo de un patán confeccionado para emular al cien a Emilio Fernández en Salón México.

Y sí la lista de homenajes actorales no es suficiente con estos tres personajes, se suma Arnoldo Picazzo dándole un certero aire a Fernando Soler en La Oveja Negra, con un diputado recio y de autoridad. En contraparte a Alondra Hidalgo, quien se roba más de una escena con su construcción de una secretaria de noble corazón y sólidos valores que emula perfectamente a los personajes que Blanca Estela Pavón inmortalizó bajo la dirección de Ismael Rodríguez.

Pero, a toda “Chorreada” le corresponde un “Pepe, El Toro” y al quite entra José Navarrete con un personaje que justo evoluciona escénicamente de una manera tan grata e importante que seguramente Pedro Infante consentiría con uno de sus clásicos gritos.

Los puntos a favor podrían seguir en detalle y en cantidad, sin embargo, lo que verdaderamente es necesario destacar es el trabajo que esta producción ejecuta con el aplomo y tiento preciso que logran una puesta tan emblemática por cualquiera de sus partes y por el total mismo.

El golpe que asesta Bonilla en su crítica a los términos de política y comunicación de pleno 2018 se siente como una victoria, o al menos como un recordatorio severo que al mismo tiempo nos recuerda que el arte no se compra, sino que se hace con el corazón, sin importar la manifestación. Sea sobre las tablas o a las ocho columnas de un tabloide de periódico.

Consulta precios y horarios de la obra, aquí.

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