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URINETOWN: Una experiencia joven



Por Kerim Martínez/ En los últimos años el teatro musical se ha posicionado nuevamente en el gusto del público mexicano. Han surgido productores independientes que apuestan por estos espectáculos para llevarlos a escena a pesar del costo excesivo que implica su manufactura. A mediados de año apareció en el Teatro Hidalgo un musical de pequeño formato que sólo dio unas cuantas funciones entre semana pero que llamó la atención por la extrañeza de su título (Urinetown) y porque en su elenco no existía una sola figura emblemática de este género. La razón por la que no decidieron traducir el nombre de la obra quizás fue la misma por la que los productores de Cock (2011, Teatro de los Insurgentes) tampoco lo hicieron. El público hispano no quiere ver en las marquesinas de los teatros palabras que tengan que ver con genitales o fluidos corporales y mucho menos escucharlas.

Urinetown escrita por Greg Kotis y Mark Hollmann es presentada por la Compañía Teatral Ícaro (fundada en 2011) a cargo de su director Miguel Septién y cobijada por el productor Juan Torres (La jaula de las locas) que fue invitado a ver este montaje en Querétaro y quedó cautivado por el nivel profesional de sus actores; a partir de ahí ha decidido brindarles su apoyo para que su trabajo se difunda.

La temporada fue interrumpida por el reciente sismo y porque las autoridades capitalinas decidieron cerrar el inmueble para una exhaustiva inspección, temas burocráticos según Torres. Afortunadamente el recinto reabrió sus puertas con este musical para celebrar un año de temporada en distintos escenarios.

Urinetown tiene una trama sencilla y directa. En un futuro no muy lejano los habitantes de una comunidad tienen que pagar por usar los baños públicos, el agua escasea y una compañía privada posee absoluto control. En caso de que alguien se niegue a acatar las leyes es enviado directamente a Urinetown para nunca volver. Un chico cualquiera del pueblo, Bobby Strong, decide voluntariamente adoptar el papel de héroe para luchar contra el monopolio y defender el uso libre de los recursos. La historia se cuenta a través del oficial Lockstock que funge como narrador principal y una niña a quien llama Pequeña Sally.

La compañía, compuesta por veinte actores, sorprende en cada número musical; cuenta con un ensamble fuerte y enérgico que funciona como pilar del montaje. Se nota un arduo trabajo en la dirección vocal de Blake Pfeil que logra que cada integrante se luzca y el público quede satisfecho auditivamente. La dirección musical y arreglos corren a cargo de Dano Coutiño, que junto con su equipo de músicos obtienen un resultado dinámico y con mucho brillo.

Vocalmente destacan Andrea Biestro (Penelope Pennywise) con la canción “Es un lujo hacer pipí” y Memo Sánchez (Bobby Strong) que se desenvuelve en el escenario con mucha soltura, especialmente con el número “¡Corre, libertad!”, un joven actor  talentoso que seguramente veremos más a menudo en cartelera. El tono fársico de la obra lo impone Eduardo Siqueiros (Lockstock) y funciona a su vez como un líder de compañía; se nota que constantemente jala a su equipo para evitar que caiga en baches. Irlanda Jiménez interpreta a Hope, la hija del malvado dueño del monopolio.  Ella se enamora de Strong y siente que no es correcto traicionar a su padre.  La actriz sobresale en sus números musicales pero en las partes habladas junto con Liliana Rojas (Sally) ambas se dejan llevar por el aspecto emotivo y abusan de las pausas dramáticas (o silencios injustificados) que llevan a que en ocasiones el ritmo se ralentice. La misma Natalia Sosa, que develó placa el pasado viernes 17 de noviembre, hizo hincapié en que había que recuperar la urgencia con la que la obra contaba en las dos ocasiones que pudo verla anteriormente.

La escenografía (Giovanna Becker, Aarón Cano, Omar Martínez y Mariana Ramos) es utilitaria y está compuesta por andamios de los que se vale el director para crear distintos niveles en el escenario. Visualmente es cómodo y atractivo para los espectadores. Es de aplaudirse la propuesta de vestuario (Luis Roberto Orozco) llena de minuciosos detalles que consiguen crear un universo nuevo que facilita que entendamos la situación de los personajes.

Definitivamente Urinetown podría convertirse en uno de esos musicales de culto en nuestro país; sólo es cuestión de que encuentre a su público.

Consulta precios y horarios de la obra, aquí.

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