Por Gina Fierro/ En diversos medios, Morganna Love ha contado su historia. La cantante nacida en San Miguel de Allende, Guanajuato, ha narrado cómo -cuando todavía se llamaba Saúl- persiguió sus sueños: la música y la felicidad. El primero lo encontró en la ópera y el segundo como una chica de nombre Morganna. En su lucha por vivir su verdadera identidad llegó a Tailandia, donde se encontraría con uno de los mejores cirujanos.
Pero antes de su ver a algún médico, primero debería ganar un concurso de belleza en Bangkok, con lo cual obtendría cerca de 10 mil dólares para pagar su operación. La vida le sonrió, y aunque su versión en ópera de “Bésame mucho” no la llevó al podio, se encontraba en la mejor compañía, Flavio Florencio -cineasta que documentó su vida y la llevó al cine en 2015 como su ópera prima-, quien la acercó a un doctor, amante de la ópera, y quien -sin ningún costo- contribuyó al nacimiento de Morganna Love.
De esta manera, Morganna encontró comunión entre su talento como mezzosoprano y su identidad. En entrevista exclusiva para Cartelera de Teatro, la cantante nos comparte algunas experiencias antes de su transformación. “Primero, con la gente del Conservatorio (de música) me pasó: ‘cómo es posible que, teniendo una carrera ya hecha, siendo un contratenor en Bellas Artes y todo esto, ahora quieras hacer un cambio, ser una mujer y empezar desde el principio; ser soprano y además quieras cantar música comercial”.
El cambio de sexo significó para la cantante el camino hacia sus aspiraciones, “hacer lo que yo quiero, no darle gusto a la gente, porque eso ya lo hice durante 28 años, y ahora hago la música que yo quiero, por eso me paro en un escenario para cantar lo que me gusta”. En este cambio, Morganna confiesa que su principal limitante fue ella misma, “lo más complicado fue caer en el lugar donde quería estar, la principal dificultad fue contra mí”.
“Ahora creo que mi misión es tocar y despertar al ser humano que tal vez está dormido, no sé si suene pretencioso, pero siento bonito, me gusta pensar que es eso”, concluye la entrevistada.
Actualmente Morganna es una artista que trabaja en favor de la inclusión, la tolerancia y el respeto a la diversidad. Dicha labor de inclusión es encabezada por una comunidad de creadores -integrada por lesbianas, homosexuales, bisexuales, transexuales, transgéneros, travestis e intersexuales- que ha utilizado el arte para romper estigmas y dar voz a una grupo disidente que aún sufre de discriminación, exclusión y violencia.
Teatro como herramienta para romper estigmas
A través del teatro, la danza y diversas manifestaciones artísticas, estos creadores suben a los escenarios de nuestra ciudad con el fin de subrayar lo humano, crear comunidad y resignificar los estereotipos. Sobre esta quehacer, el actor César Enríquez nos comparte “es un teatro de resistencia, de lucha por las minorías”.
Los discursos de este teatro han tomado refugio en el cabaret, género que permite exponer aquellas historias que denuncian, exhiben y muestran la crudeza de la realidad política y social frente a estas temáticas. “En este caso, creo que el cabaret también es muy doloroso; es muy divertido, pero tiene que estar escrito con mucho dolor, porque si no, no tenemos nada qué decir en el escenario”, agrega el actor.
Para hablar de discriminación, Enríquez crea el montaje La Prietty Guoman, “un espectáculo muy hermoso sobre la disidencia sexual y corporal”, refiere el entrevistado. Su protagonista es una mujer transexual, originaria de Veracruz, quien a manera de soundtrack cuenta su vida al público, una historia sobre las miserias de la discriminación y la precariedad del trabajo sexual en una sociedad intolerante.
Del personaje, el cual se basa en una historia real, el autor detalla, “ella se llamaba José, sus papás le pusieron José, pero ellos la travestían, ellos le ponían el pantalón de niño, la playera de niño”. A partir de esta concepción, La Prietty Guoman habla sobre una sociedad que no puede comprenderla, “las chicas trans nacen trans, es decir, las chicas trans -por esta sociedad que tenemos- tal vez no saben (que lo son) a su corta edad, pero ella (La Prietty Gouman) va entendiendo poco a poco que es una mujer con pene, eso es lo difícil de entender. Antes se creía que se tenían que operar, ahora no; ahora es, yo soy una mujer con un pene o puedo ser un hombre con una vagina, de eso habla la Prietty Guoman”, apunta.
Finalmente, César Enríquez habla sobre la importancia del teatro de inclusión, “es vital para la sociedad en estos tiempos, estamos en tiempos donde hay una apertura corporal, sexual, de vida, mucho más importante […] La diversidad es infinita, es como los colores y la naturaleza, literal, infinita”. Y concluye “eso es lo que hace al cabaret, cambiar a la sociedad y tratar de reinsertar a la nueva y trabajar por ellos para una mejor sociedad”.
Sobre el travestismo
Con más de 20 años de experiencia en el género del cabaret, el actor Roberto Cabral nos comparte su trabajo dentro del drag queen, es decir, ese teatro que trae al escenario a personajes travestidos. En este género, Cabral identifica dos tipos, por una parte el show travesti, “que son los chicos, chicas, que se parecen más a su artista favorito, juegan con la ilusión, pero nunca hablan en escena”; y los drag -género donde se desenvuelve el actor-, “jugamos más, nos permitimos hablar más, jugar con la gente y hacer a los artistas, pero somos más transgresores y tenemos un discurso de vida y para convocar”.
Dentro del género, Roberto Cabral presenta el montaje Dragatitlán, un show “muy cabaretesco, con visiones políticas y sociales de lo que está aconteciendo”, describe su autor, director e intérprete. En escena, acompañan a Cabral el Coro Gay Ciudad de México, conformado por 50 hombres; y Cirko Demente, “un grupo de dragas circenses […] Es increíble verlas a ellas entaconadas, con pelucones, haciendo danza área”, apunta.
“Dragatitlán es una historia de amor que se basa en la discriminación, primero por travestismo, y luego por la apariencia […] A veces nos olvidamos que el amor es lo esencial, y nos vamos por la forma”, agrega.
Al preguntarle a Cabral acerca de la conexión que estos personajes generan con el público -sin importar su género o preferencias- Roberto habla sobre lo humano, “porque a pesar de que traemos peluca, tacones y todo, igual sufrimos en el amor, y somos discriminados”.
Para la realización de dichos montajes, los cuales la mayoría de las veces se realizan de manera independiente, Cabral reconoce que los apoyos son escasos, lo que complica la producción de más espectáculos. “El presupuesto, en cuestión de cabaret; de buscar espacios, porque somos directores, productores, hacemos todo. Esas son como las limitantes, bueno está la beca del FONCA, pero son tres becas, no hay más para poder seguir produciendo y poder hacer más, que eso también nos ayudaría mucho”.
Sin importar lo difícil que es levantar una obra como dramaturgo, director y productor, Cabral expresa que los creadores de este género se sienten privilegiados, ya que el público de la Ciudad de México muestra su receptividad al asistir a los espectáculos.
“Sí, la verdad es que (el público) se ha abierto mucho, la comunidad heterosexual se ha acercado más, se van quitando los prejuicios […] Mucho ha de ser por morbo, otros por conocer, pero se dan la oportunidad de llegar al lugar y ver el crisol de expresiones artísticas y humanas que existen”, enfatiza Cabral.
Por su parte, Morganna Love reflexiona sobre el mismo tema: “creo que tenemos que aprender a que podemos ser como queramos, que nos puede gustar quien nos quiera, y podemos ser felices con la persona que a nosotros nos guste. Eso nos va a dar un poco más de libertad como sociedad”.
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