Foto: Pili Pala
Por Luis Santillán/ Hay espacios que por sí mismos estimulan trabajar con ellos de manera cruda, presentan en su arquitectura detalles que siempre seducen, el teatro Benito Juárez es uno de ellos. En él, Miguel Moreno (escenografía e iluminación) y Enrique Aguilar (dirección) explotan esa cualidad para presentar Otelo o la libertad del ser de Mónica Perea. De inicio el único elemento escenográfico es una vara de iluminación, apenas unos metros por arriba del escenario, después nada y sobre ese aparente vacío construyen una obra atractiva tanto por la manufactura como por la exploración.
Esta puesta en escena es la resultante del trabajo emprendido por Aguilar en la maestría de dirección (parte de la segunda generación), aun cuando tiene elementos que –pareciera condicionante que deben tenerlos- están en la mayoría de las obras germinadas en la maestría, tales como: trabajo del actor para exponer sus habilidades físicas, música (casi siempre en vivo) que propone una línea paralela sobre el relato, reinterpretación de textos, diálogo con corrientes de dirección europeas; en Otelo o la libertad del ser todos y cada uno logran una fusión que alimenta de manera constante tanto la ficción como la teatralidad propuesta por el director.
Los músicos están colocados entre utilería, herramientas y escaleras en un pasillo, a segundo nivel, del fondo del escenario, son los narradores de los estados de ánimo junto con una sutil pero precisa iluminación.
Todos los actores portan el mismo vestuario, un traje negro y camisa blanca; el de las actrices entallado. Una propuesta que estimula más al espectador y se sostiene por la capacidad actoral del reparto.
En este texto Desdémona muestra otra voz y reclama el no tener una libertad de decidir su propio destino, reclama el que entre su padre, Otelo u otros hombres se transfieran su posesión como un objeto con el que se juega.
Enrique Aguilera tiene la habilidad de trabajar creativamente con su dramaturga y su escenógrafo/iluminador, mucho de los óptimos resultados de la puesta en escena están enraizados en el trabajo que estas tres personas realizaron, porque ahí está la base; la capacidad de diálogo entre ellos permite que haya una propuesta de signo y no de ocurrencias.
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