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LA ÚLTIMA SESIÓN DE FREUD: Un Freud titánico ante un erudito socarrón y cristiano



Foto: Nacho Ponce

Por Eugenio Fernández Vázquez/ La última sesión de Freud, de Mark St. Germain, se presenta con la dirección de José Caballero y las actuaciones de Luis de Tavira y Álvaro Guerrero.

Afuera, Inglaterra se prepara para aguantar los bombardeos de la Luftwaffe alemana, y en la radio la BBC alterna la música clásica con los reportes de la invasión a Polonia. Mientras tanto, en un despacho de Londres que quiere ser una réplica de su oficina en Viena, Sigmund Freud se encuentra con C. S. Lewis.

Freud, el ateo ferviente que vio tras la religiosidad poco más que una neurosis obsesiva, recibe en su escritorio, frente al diván, al cristiano converso, al erudito religioso que daba un aura teológica hasta a sus obras de fantasía -¿quién es Aslan, el león de sus Crónicas de Narnia, sino un Jesucristo apenas disfrazado? Ése es el argumento de La última sesión de Freud, que este viernes 5 de agosto inició una corta temporada en el Teatro López Tarso, en San Ángel.

La puesta en escena, con guión de Mark St. Germain y dirigida por José Caballero, reproduce ese encuentro que nunca ocurrió, y desgrana los elementos principales del debate sobre la religiosidad, sobre la legitimidad de la moral, sobre el miedo a la muerte, que está en el fondo de todo diálogo sobre “quién es el idiota”, como pregunta Freud en la obra: el creyente o el escéptico.

La dirección de Caballero da fluidez a un guión que podría hacerse farragoso si no se lo tratara con cuidado, y saca muchísimo provecho al contraste entre un Luis de Tavira titánico y un Álvaro Guerrero que lo acompaña con enorme talento, haciendo que la dura personalidad del psicoanalista resuene con mayor fuerza frente al sarcasmo y la fe de Lewis. De hecho, eso es lo que más vale la pena de esta puesta en escena.

Es cierto que la obra recoge los elementos más importantes del debate entre ateos y creyentes, que tiene ya tantos años como la humanidad, y lo transmite al público con claridad y sin frivolizarlo. También es cierto que la obra se mantiene fiel al pensamiento del padre del psicoanálisis -salvo alguna imprecisión, como la función del mito, o el papel del humor en Freud-, y logra mostrar a los espectadores toda su trascendencia y la dimensión de su innovación. Además, el contrapunto del austriaco Freud con el inglesísimo Lewis permite a St. Germain incluir momentos de humor que Caballero aprovecha con maestría, y que son de agradecerse. Pero lo más impresionante son los dos actores.

Cuesta creer que Luis de Tavira llevaba tres décadas sin pararse a actuar sobre un escenario. Viendo en su rostro el dolor de Freud por el cáncer bucal, ya muy avanzado; sintiendo por su voz la ternura con que hablaba de su hija Ana, y la crueldad con la que la trataba; vibrando con el poder de sus razonamientos, con el terremoto que supuso su pensamiento, se confirma que hay actores cuyo oficio no se oxida con el tiempo.

Ir a la vera de un actor de la dimensión de de Tavira no es fácil, pero Álvaro Guerrero lo logra con creces. Frente al gigantesco Freud con el que comparte escenario, el Lewis de Guerrero brilla con humor y soltura, y opone a la solidez monolítica del aparato conceptual del psicoanalista una profunda humanidad que tiene los pies hundidos en la lluvia, la alegría y el dolor de una Inglaterra que emprendía su segunda gran guerra en menos de medio siglo.

Así, de Tavira y Guerrero, estupendamente conducidos por Caballero, dan brillo al texto de St. Germain, y actualidad a un debate ya muy añejo. Juntos, ofrecen una hora y cuarenta y cinco minutos de espectáculo que vale mucho la pena.

Consulta precios y horarios de la obra, aquí.

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