Por Gina Fierro/ Con la llegada de la Semana Santa, comienzan los preparativos para una de las representaciones más populares y antiguas de México, La Pasión de Cristo en Iztapalapa.
Esta representación no necesita una sala de teatro para tener presencia año con año. Se trata de una escenificación muy particular que trae de vuelta el camino que Jesús atravesó desde el momento en que fue aprehendido, hasta su crucifixión.
Este trayecto, mejor conocido como Vía Crucis -llevado a la pantalla grande en diversas ocasiones-, se caracteriza por su crudeza, ya que el protagonista de este viaje es un prisionero que se dirige a la cruz donde encontrará su muerte. Por más de un siglo, este momento es representado en una especie de ceremonia, que no responde a una narración sacra ni a un teatro tradicional, pero que se ha convertido en una expresión de múltiples aportaciones que deriva en un acto de sincretismo.
La representación tiene lugar en Iztapalapa, una de las 16 delegaciones de la Ciudad de México que, a pesar de su coexistencia con la gran urbe, no ha perdido sus viejas costumbres. A lo largo del tiempo, el evento también ha significado un lazo entre sus habitantes, ya sea de identidad, tradición, amistad o simple convivencia; una unidad necesaria para la realización de esta fiesta.
La organización de la misma es admirable, ya que el evento se realiza en los ocho barrios de la delegación: La Asunción, San Ignacio, Santa Bárbara, San Lucas, San Pablo, San Miguel, San Pedro y San José. En cada uno de los barrios hay un “mayordomo” encargado de organizar las fiestas -entre ellas, la del Señor de la Cuevita; la de San Lucas, patrono de Iztapalapa; y en diciembre, la de la Virgen de Guadalupe-.
La identidad de la comunidad de Iztapalapa se ha caracterizado por su fuerte arraigo religioso, con una serie de santos que tienen presencia en cada una de las capillas. Uno de los más influyentes -motivo de la celebración- es El Señor de la Cuevita, quien “eligió al pueblo” y en 1833, cesó la mortandad de sus habitantes después de una epidemia de cólera.
“Para detener esta enfermedad, se cuenta que las personas hicieron una procesión al santuario del Señor de la Cuevita. Días después, los decesos disminuyeron. Este hecho coincide con los datos del registro de defunciones de ese año”, detalla Beatriz Ramírez, cronista de Iztapalapa.
Y fue en señal de agradecimiento y fe que dio inicio la escenificación de la Pasión, protagonizada por actores de la demarcación. En un acto masivo de religiosidad y popularidad, la obra salió a las calles y explanadas para dar lugar a una tradición cuya fama se extendió mundialmente.
Cómo se preparan los actores
Los requisitos para personificar a los protagonistas de esta historia (Jesús, María o Herodes), o cualquier otro personaje, son varios; el principal, ser originario de cualquiera de los ocho barrios de la delegación. Así como, ser mayor de edad; no estar casado; no tener tatuajes ni perforaciones; no fumar, beber o drogarse; y ser católico -comprobado a través de la fe de bautismo, la realización de la confirmación y la primera comunión-. De esta manera, cada año se elige al actor protagónico por medio de un casting. Los seleccionados, en el caso de los protagónicos, no pueden reelegirse.
El entrenamiento físico del actor que interpretará a Jesús es arduo, ya que éste debe caminar al menos dos días a la semana por el Cerro de la Estrella -donde el personaje es crucificado- llevando un madero de peso similar al que cargará en la cruz, la cual alcanza los 130 kilos.
Al espectáculo se suman los soldados romanos, quienes meses antes también se someten a una preparación física, la cual incluye el dominio del caballo. Los actores acuden a la Base de la Policía Montada para poder hacer uso de los equinos que utilizarán durante la presentación. Posteriormente, se invita a los clarines para adaptar a los caballos al ruido de los instrumentos y evitar que se espanten.
Mientras tanto, los ensayos del resto de los actores se llevan a cabo en la Casa de los Ensayos, hogar de la familia Cano, quienes desde hace más de 70 años ofrecen su casa para que los actores repasen el texto y ensayen. De acuerdo con los residentes, el estudio del guión dura todo el año.
Semana Santa
Los episodios tienen lugar el Domingo de Ramos, con la procesión y bendición de las palmas; el Jueves Santo, en el Jardín Cuitláhuac; y el Viernes Santo con el Vía Crucis, que culmina en el Cerro de la Estrella con la crucifixión. En 2012, la obra fue considerada como Patrimonio Cultural Intangible de la Ciudad de México.
Para su financiamiento, se require de una gran cooperación económica y en especie por parte de los habitantes de Iztapalapa, siendo la mayor cantidad de los recursos económicos aportados por la delegación. Esta última colabora con elementos escenográficos como estructuras para los escenarios, sonido y luces; y en el rubro de seguridad, contribuye con el cuerpo de vigilancia y servicios médicos.
Los recursos se complementan con las aportaciones económicas del Comité Organizador, el cual recurre también a la venta de distintivos. Mientras que otros elementos del espectáculo, como escenografía, vestuarios, la cruz y la corona de espinas son donados por los mismos habitantes.
En su conjunto, la procesión se convierte en un evento que va más allá del teatro o de una celebración litúrgica, sino que en su esencia se construye la historia social, cultural, espiritual y política de una sociedad.
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