Por Gina Fierro/ Autores como Edgar Allan Poe, Stephen King, H.P. Howard Phillips Lovecraft, Bram Stoker, Mary Shelley, Guy de Maupassant, Ann Radcliffe, M. R. James, entre otros, le han dado a la literatura un género exquisito capaz de atemorizar a cualquiera a través del relato fantástico, el género del horror.

En el teatro, seguro has disfrutado de algunas adaptaciones pertenecientes a tal género, entre ellas, el famoso texto de Susan Hill y Stephen Mallatrat, La dama de negro, o bien, obras como Drácula de Bram Stoker, El fantasma en el espejo de Susan Hill o Extraños en un tren, adaptación de Craig Warner, basado en la novela de Patricia Highsmith y en la película de Alfred Hitchcock.

Ya sea en la literatura o el teatro, lo cierto es que el género de terror es abordado desde distintos sitios, ya sea desde el terror psicológico, las historias de ultratumba, el miedo mismo, la vulnerabilidad, la crueldad, el misterio, entre otros, todos ellos motivos para crear una sensibilidad particular en el espectador. Una vez en escena, la complejidad de tal género para sugestionar a la audiencia, incrementa. Al respecto, el director de teatro Hugo Arrevillaga, a cargo de la obra Déjame entrar, basada en la novela y película de John Ajvide Lindqvist, nos habla sobre el manejo del género de terror en escena.

Para hablar de ello, el director considera pertinente hacer una diferencia entre el terror y el horror. Desde su perspectiva, Arrevillaga apunta “me parece que el terror es el momento previo al horror, el horror es el momento más potente que cimbra a un ser humano”.

Para ejemplificar su descripción toma la historia del rey Edipo que, sin saberlo, mató a su propio padre y desposó a su madre. “Frente al horror, Edipo al descubrir su propio destino y saberse en medio de toda esta catástrofe, a la cual él caminó por su propio pie, me parece que ese es un momento de horror, precisamente, más allá del terror. Tal vez, el terror es este momento en el que él empieza a hilar y a descubrir cómo fue llegando hasta ahí, pero el horror es este momento culminante que nos destroza por completo”.

Hugo Arrevillaga ha llevado al teatro obras relacionadas con el género como Aquí y ahora, montaje que se desarrolla a partir del terror psicológico, cuya trama sucede cuando una joven pareja se enfrenta a sus vecinos, un trío poco convencional que irá invadiendo perversamente su intimidad; así como el proyecto Hotel de Leyendas Victoria, el cual retoma las historias de terror más icónicas como La Llorona, El Colgado y La Dama de Rojo. Con la experiencia de tales proyectos, el director se adentra una vez más en el género de terror -del cual se dice admirador- con Déjame entrar, una adaptación para teatro de Jack Thorne de la novela John Ajvide Lindqvist.

Mi historia con el género de terror

En su relación personal con el género de terror, Arrevillaga confiesa que desde muy joven se acercó a éste, pues siempre ha llamado su atención. “Desde muy pequeño es algo que me ha llamado mucho la atención, me someto a mí mismo a esas historias para ver qué me sucede”.

Y comparte, “desde hace muchos años, pude ver por lo menos dos veces a la semana una película de horror -ya muy entrada la noche- y me preguntaba cómo lograr desarrollar esos impactos, esa fuerza inquietante en escena que puede ser más profunda que cuando la vemos cinematográficamente, porque ocurre a unos metros de distancia. Y esa indagación está aquí en Déjame entrar“, cometa el director.

Sobre este último montaje, el cual se presenta en el Foro Shakespeare, Hugo comenta que se ha puesto mucho cuidado en los efectos especiales, los cuales incluyen el uso de la sangre artificial. Todo ello con el fin de “insértalos en una narrativa muy sensible como la que hace Jack Thorne”.

Cómo transmitir la inquietud del miedo a la audiencia

El entrevistado nos habla sobre cómo se logra transmitir el horror en el público, “tiene que ver, por ejemplo, con una sensación de inquietud, de algo que nos inquieta, cuando vemos que algo no está en su lugar, que desequilibra mi entorno, que no suena lógico”.

“Por ejemplo la demencia, ver a alguien que se mueve de una manera extraña, que reacciona de una manera que no es la lógica, nos empieza a generar una sensación de inquietud. Si esa persona que vemos a lo lejos empieza a caminar de espaldas hacia nosotros, nos empieza a dar miedo o terror; cuando esa persona voltea y la vemos sin rostro, acercarse a nosotros y decirnos algo al oído, es el horror profundo”, agrega.

Con el trabajo de diversos textos, Arrevillaga confiesa que ha indagado en aquellos estados emocionales a los que puede llegar el ser humano. “He ido buscando cómo esos estados a los que un ser humano es orillado para encontrarse, de pronto, con un golpe de adrenalina que lo sacude profundamente y que le recuerda, a final de cuentas, que está vivo”.

Pero, ¿qué es el miedo? El entrevistado se refiere al miedo como una sensación primitiva que nos obliga siempre a ponernos en guardia, y que nos “sacude profundamente”. Y agrega “me parece que uno de los primeros encuentros que tenemos de manera sensible con nosotros mismos, es el miedo cuando nacemos, supongo yo. Debe ser la primera emoción a la que nos vemos confrontados”, opina.

¿Cómo estimular a la audiencia? “De pronto, no encontrar la lógica en un lugar nos genera un terror profundo, nos sentimos desequilibrados. Lo acabamos de vivir en los últimos días (con el sismo), frente a este golpe terrible que resultó ser algo totalmente fuera de nuestro alcance, como un evento natural que nos cimbra por completo, nos mueve inevitablemente de lugar y ya no ver (nada) donde había antes una estructura, nos aterra profundamente”.

“Pasa lo mismo con los sucesos narrados en escena, cuando hay algo ahí que es como un hueco, como algo inquietante. Qué hace una niña, de aparentemente 14 años, trepada en un hombre, chupándole la sangre y destazándolo, por qué sucede eso”, apunta el creador sobre la obra Déjame entrar.

Entre otros elementos de horror, Arrevillaga señala que éste se encuentra en el peso mismo de la narración, el cual puede transportar al espectador a cierto punto de oscuridad. “Es otro tipo de horror, evidentemente, pero apuesto por el horror que se inserta en nosotros a partir de una descripción y que empieza a florecer, nos invade y de pronto nos sentimos sumamente solos en medio del claro de un bosque tenebroso, arropados por el horror”, señala.

De esta manera, la narrativa genera -no sólo en las imágenes, sino en las palabras- los sucesos, algo que florece en el espectador y que genera miedo, puntualiza Arrevillaga.

Finalmente, el director comenta “para un fanático del género del horror, ver una buena película de horror, terror, miedo o como queramos llamarle, es una experiencia gratificante porque al final descarga sobre nosotros una impresión tal que nos cimbra y salimos a la calle a vivir la vida ordinaria y a veces pantanosa, con otro brío, con otra energía”.

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