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HAMLET GARCÍA: La verguenza de un despertador



Por Saúl Campos/ En cada despertar hay una oportunidad para hacer las cosas mejor que el día anterior, quizás suene muy rosa, pero es cierto. El problema empieza cuando esas oportunidades se ven opacadas desde cero por una mala acción, la cual conlleva a una peor y así sucesivamente hasta que el prometedor día termina hecho mierda junto con las esperanzas e ideales que prometía, al menos en sueños. La metrópoli nos acondiciona a sobrevivir cada día en el hastío, en las ausencias, en la rutina ¿Podemos existir realmente a pesar de lo que nos va haciendo infelices?

Bajo una acertada dirección a cargo de José Daniel Figueroa, llega Hamlet García Miguel Morillo, una comedia que seguramente se coronará como una de las mejores obras de este año. Un texto lleno de acidez e ironía acerca de la convivencia social a partir de la furia, la soledad, el miedo… todos componentes de un día a día cualquiera.

El texto de Morillo logra conectar con la audiencia desde lugares comunes de una rutina metropolitana para llevar la situación a una narrativa cíclica que va cosechando mayores puntos de información conforme se desarrolla.

Para contar la historia, 4 personajes, inconexos aparentemente, disertan diferentes circunstancias que  ejemplifican la evolución de un día desde lo mejor a lo peor. Todos entendiendo que la calidad de la jornada dependerá del sonido de un despertador, que pueda ser capaz de arruinar los sueños más precisos, o equivocados.

De una escritura desgarbada y sencilla (aparentemente), es quizá una de las comedias más deliciosas de la temporada, sin miedo a mezclar tonos de humor para precisar el trasfondo emocional de sus personajes, y sosteniendo una reflexión importante de por medio acerca de lo que nos compone como sociedad en cuanto a la tolerancia, la esperanza, la felicidad misma.

Los aciertos que cosecha esta producción son plenos. Comenzando por el diseño de iluminación de Alejandro Toussaint que nos conduce por este universo onírico con apuntes realistas que potencializan cada cuadro, que bajo la dirección de Figueroa, encuentran el tono y timing perfectos para que la comedia fluya, puntualizando los momentos dramáticos con soltura y precisión.

El elenco conformado por Ariana Figueroa, Catalina López, Rodrigo Ruiz y Jyasú Torruco, logra una homogeneidad impecable. La química y correcto direccionamiento es la mezcla perfecta para que estos actores desplieguen una cátedra de comedia sobre el escenario, inundándolo con su talento, haciendo imposible el poder distinguir a uno sobre el otro (en cuanto a mayor o menor desempeño) ya que logran caminar juntos desde el inicio al fin con una destreza envidiable, que se traduce en cada carcajada del público.

Así, Hamlet García se convierte en una reflexión cómica, obligada, sobre la frustración, los límites de la sociedad y el salvajismo personal. Verla es sentirse identificado sin tregua a otra opción, liberando cada pesado fantasma en risas francas que decoran perfectamente el ambiente de La Capilla, y seguramente lo harán en cualquier otro teatro.

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