Por Mariana Mijares/Antón Chéjov escribió El jardín de los cerezos en 1904; una obra ambientada en el declive económico de la aristocracia rusa de finales del siglo XIX, en el que una familia adinerada pierde todo, por lo que debe aprender a adaptarse a su nueva situación; e incluso, resignarse a perder la finca donde se encuentra su querido cerezo.

A pesar de tener más de un centenario de vida, esta obra -dirigida ahora por Angélica Rogel y producida por BH5, La Rama de Teatro y Óscar Uriel-, resulta muy pertinente al recordarnos que siempre debemos estar abiertos al cambio.

En Cartelera de Teatro platicamos con tres de los protagonistas: Concepción Márquez, Adriana Llabrés y Nacho Tahhan sobre el montaje que se presentará todos los días en el Foro Shakespeare.

Fotos: Cortesía de la Producción.

¿Nos podrían hablar brevemente sobre su personaje?
Concepción: Mi personaje es Duniasha, la nana. Estoy muy contenta porque originalmente este personaje lo interpreta un hombre; Firs, el mayordomo, pero aquí Angélica le aumentó la edad a Duniasha y la unió con el personaje de Firs. Duniasha es muy entrañable porque ama profundamente a esta familia y no concibe su vida sin ellos. En el texto original, Firs decía que la tragedia más grande de su vida había sido cuando liberaron a los sirvientes y él renunció a ser liberado; no podía hacerlo, su vida eran los muchachos y su señora Andréievna (Andrea).
Adriana: Yo soy Ania, la hija de Andrea. El personaje viene de un año viviendo en París del que fue a ayudar a su mamá y ahora regresan al Jardín de los Cerezos, esperando que las cosas estén un poco mejor de como cuando se fueron; pero no lo están. Nos enfrentamos a ese desprendimiento que vamos a tener por la casa donde crecimos.
Nacho: Peter es el estudiante, su nombre original es Piotr Serguéievich, y es un personaje que trata de generar identificación por contraste; pero igual que ellos, tiene obturada la capacidad de accionar en relación a lo que le pasa. Su principal objetivo en la obra es llevarse a Ania, enamorarse. Bueno, en realidad, ¡es tratar de no caer en el amor! (Lo interrumpe Adriana)
Adriana: ¡Pero sí me ama! (ambos ríen).
Nacho: Exacto, aunque a él le cueste trabajo entenderlo, está profundamente enamorado y ése es su principal problema: cómo luchar contra la cobardía de exponer sus sentimientos sin tener que estar justificando una cuestión más bien ideológica; esto de estar por encima del amor.

Podrían hablar sobre la relación que tienen con Chéjov, a Adriana la vimos en La Gaviota y Tío Vania; Nacho; ¿habías representado algún montaje de este autor?
Nacho: Nunca había hecho un Chéjov, claro que había leído sus textos y me gustaba justamente por esa sensación ‘otoñal’ que te deja terminar de leer sus obras. Esta es la primera vez que hago un texto de él y estoy contento porque me toca al lado de semejantes monstruos; con lo cual, como te darás cuenta, estoy bastante nervioso…
Adriana: Yo había hecho Vania ya hace tiempo con Diego del Río y también La Gaviota. Cuando estaba en la escuela de actuación leí esas dos obras, además de El jardín de los Cerezos y Las tres hermanas.

Concepción, hablaba usted en la conferencia de lo diferente, y lo bonito, que es poder trabajar con una directora mujer (Angélica Rogel)
Concepción: A mí me encanta porque, en general, la mayoría de los directores son hombres, y pues las mujeres tenemos una sensibilidad más delicada; y no es que les falte a ellos, pero este momento con Angélica es un encuentro con lo femenino. Estoy muy contenta pues su dirección tiene un tinte de comedia mezclado con drama; eso más complejo, pero está muy padre.

¿Qué diferencia hace para ti, Adriana, que ahora sea Angélica quien dirija este montaje luego de que tus anteriores obras de Chéjov fueron con Diego del Río?
Adriana: La dirección viene a afectar cómo desarrollo los personajes desde otro ángulo; digamos que es explorar otro lado. Lo que me pasa mucho con Diego es que somos súper buena mancuerna, entonces siento que a veces ya tenemos las mismas ideas y las expotenciamos. Pero acá hay un ángulo diferente por donde explorar y confrontarme de una manera distinta; eso es lo que ha cambiado. En las obras de Chéjov yo veo a sus personajes como si los cambiara de lugar; son casi los mismos personajes, pero en diferentes situaciones. Siento que en La Gaviota y Tío Vania actué ese mismo personaje años después; es decir, siento que ‘Sonia’ es una ‘Masha’, y ahora ‘Ania’ es otra; más inocente, más ligera.

Fotos: Cortesía de la Producción.

Para ti Nacho, ¿Cómo ha sido el trabajo con Angélica?
Nacho: Ha sido muy bonito la forma en la que aborda el personaje, tú viste mi trabajo en Don Juan, por ejemplo, en donde la forma de trabajar de Juan José Tagle era mucho más teórica en relación a cómo iba hilvanando conceptos; te llevaba a entender lo que sucedía en función de una lógica más bien teórica. En el caso de Angélica es con dos o tres señalamientos asociados al universo, a la paleta emocional del personaje, entonces como que consigues entender cosas -que a simple vista no habías entendido-, desde un lugar mucho más emotivo. Es un trabajo que tiene una implicación emotiva importante. Angélica es una directora muy consciente de que trabaja con actores; y eso es maravilloso, porque ella es actriz y entiende perfecto el universo del actor en su función interpretativa. No está pidiéndote que hagas algo, sino que está sugiriendo ciertos aspectos de tu actoralidad que puedan soportar algún elemento del personaje. Eso es muy rico y aprendes muchísimo. Este es un proyecto que rescata un aspecto muy humano de los personajes.

Concepción, quisiera preguntarle sobre su proceso de ensayo y cómo le hace para tener tan buena memoria, porque este año la vimos en varias obras: Billy Elliot, Mi hijo sólo camina un poco más lento, La Omisión de la Familia Coleman y Wit.
Concepción: A veces te enteras que harás una obra hasta con un año de anticipación, o cuatro meses antes, pero yo desde el primer día que me dan el libreto empiezo a leerlo; no importa si lo voy a comenzar en tres meses, pero quiero ir agarrado un fragmento diario, o media página. Yo no puedo llegar a un ensayo si no lo traigo de memoria casi al cien; eso me ha funcionado muy bien. El texto es el material con el que trabajan los directores, y si yo no tengo mi memoria, no pueden empezar el trazo. Nosotros, desde la memoria, empezamos a desarrollar la imaginación: cómo fue o cómo sería, y así empiezan a suceder cosas muy padres que ni tú misma te imaginas. Una vez que la memoria está asegurada, la mente empieza a trabajar de una forma más creativa, comienza a salir tu yo, tu intuición, tu encuentro con esos personajes. Decía el maestro De Tavira: “Cada personaje es como si te echaras un clavado a un bosque y no sabes lo qué vas a encontrar; si fieras, rayos de sol, o flores…”

Fotos: Cortesía de la Producción.

Fotos: Cortesía de la Producción.

En El jardín de los cerezos esta familia aristócrata pierde todo y tienen que aprender a aceptar su nueva situación. ¿Qué creen que podemos aprender de estos personajes sobre aceptar los cambios y las situaciones adversas?
Concepción: No hay que cerrarte a las cosas, hay que saber que hay otras posibilidades para el ser humano. Aquí llega el ‘hasta aquí’, el día que dejan de vivir en este increíble lugar; pero eso no quiere decir que se acabe la vida, hay mil caminos más… un abanico de posibilidades. Todo es atrevernos, no encerrarnos en un mundito cuando hay un universo enorme.
Nacho: Yo siento que la obra en sí representa la naturaleza caótica del universo. Si acaso existe un orden, está más asociado a la necesidad de establecer patrones entendibles que reduzcan el estrés, que reduzcan nuestra imposibilidad de movernos en el caos. Siento que ése es el mensaje más importante de la obra: el mundo avanza, el tiempo avanza y si nosotros nos quedamos prendados de lógicas operativas, de algunas formas de la memoria, es porque no podemos salirnos de eso, porque el reaccionar no está en nuestra capacidad.
Adriana: Ahí viene incluido el sufrimiento, porque si no abrazas el cambio -que es inevitable-, te estancas.
Nacho: Y creo que eso es lo que les pasa a ellos; tienen obturada la posibilidad de realizarlo; y no es que no quieran, no pueden.

En ese sentido también creo que el Cerezo es un simbolismo de cómo nos aferramos a las cosas, ¿por qué creen que nos cuesta tanto desprender, desapegarnos?
Concepción: Hay una frase que hace el eterno estudiante: Pedro, donde dice que los antiguos dueños de esta casa, los abuelos, bisabuelos, todos, eran poseedores de las almas de los siervos; entonces él siente que en cada hoja o flor de ese cerezo están almas humanas mirándolos… Es muy fuerte.
Nacho: Creo que el Cerezo es exactamente eso, representa muchas cosas pero esencialmente la identidad; la imposibilidad de dejar atrás algo asociado a nuestra identidad, algo que existía antes y que ya no. Ése es el principal sentido simbólico para mí.
Adriana: Cuando te cambian el mundo, cambia tu identidad y eso es lo que más duele; porque tienes que desprenderte de los que eras y renovarte. Hay veces que es forzado y es como una explosión y no hay de otra, y otras veces -como en este caso- lo estamos viendo venir pero nos aferramos a que no queremos un cambio. En consecuencia, viene toda esa melancolía y ese dolor. Al final las cosas cambian; hay cosas de las que no tenemos mucho control, pero si no accionamos, menos.
Nacho: Aun cuando a mi personaje le conviene el cambio, porque los demás se volverán más accesibles; aún así le es imposible dejar de ocupar el lugar que ocupa. Siento que en parte por eso sostiene tan fervientemente esta condición del amor esclavizante.

Y finalmente, por qué les gustaría que la gente viniera a ver El jardín de los Cerezos en esta época decembrina…
Concepción: Chéjov es alguien que se tiene que ver. Su obra ha durado 100 años vigente y siempre habló, en casi todos sus trabajos, de que la humanidad dentro de 200 años –y esto lo dijo hace 100- seguirá aspirando a la felicidad; eso es muy conmovedor. Chéjov tenía una visión enorme del futuro del ser humano, sus reflexiones filosóficas son muy profundas. Como bien comentabas hace rato, estuve en Billy Elliot, Wit, La Omisión…; hubo un momento en el que tenía tres obras y decía “Dios mío, ¡ya! Déjame llegar a hacerlo bien y a no fallarle a nadie”. Yo no lo programé, así se fueron dando las cosas, pero Chéjov justamente decía: ‘Cuando uno quiere dejar atrás el pasado y quiere que haya un cambio, la única salida es trabajar ininterrumpidamente en algo extraordinario’.
Adriana: Creo que es buen tiempo para ver una historia de familia; también es una obra muy divertida y que te hace reflexionar; es todo lo que alguien querría ver en diciembre…
Nacho: Éste es un buen periodo para reflexionar sobre el cambio; sobre lo nuevo y la posibilidad de reestructurar nuestra vida en otra dirección a la que ya tiene; es la época ideal para reflexionar sobre estas cosas…

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