Por Mariana Mijares/ Ninguna familia es perfecta; tampoco la familia Coleman, compuesta por la abuela (Concepción Márquez), una madre soltera ‘Meme’ (Sandra Burgos) y sus cuatro hijos: Vero (Maite Urrutia); los mellizos Gaby (Inés de Tavira) y Damián (Cayetano Aramburo) y Mario (Daniel Bretón), quien tiene una discapacidad mental no especificada.

La cotidianidad de este clan de clase media se ve además afectada porque Meme es muy inmadura, Damián es cleptómano, sólo Gaby parece trabajar para ayudar económicamente a la familia; y Vero, quien ahora tiene una vida acomodada, ha preferido mantenerse lejos por vergüenza. Pero un malestar de la abuela los reúne a todos y los obliga a pasar tiempo juntos.

La omisión de la familia Coleman del dramaturgo argentino Claudio Tolcachir (que lleva más de 10 años en cartelera en Buenos Aires), implica un gran esfuerzo coral de los actores, quienes además de tener complejas interacciones entre ellos, logran proyectar los conflictos y luchas internas de cada personaje.

Como orquestador de la puesta está el director Sebastián Sánchez Amunategui, responsable también de la dirección de un montaje similar: El Loco y la Camisa, y que aquí logra un trabajo memorable gracias a la complejidad de los Coleman; una familia en la que se dicen muchas cosas, pero se omiten tantas otras. Y es que parecería que si la verdad incomoda, es mejor no pronunciarla…

En Cartelera de Teatro platicamos con parte del elenco y con el director para saber más del montaje que se presentará hasta el 12 de noviembre en el Teatro Milán.

Sebastián Sánchez Amunátegui

¿Cómo eligieron este texto y por qué?
Este texto siempre me gustó, desde que lo vi montado hace ya 12 años. Los derechos no estuvieron disponibles hasta el año pasado, entonces decidimos que era momento de hacer una versión mexicana.

¿Tuviste la oportunidad de ver la obra en Argentina? ¿Qué impresión te causó?
El montaje original de la obra es fantástico, es una obra que lleva presentándose más de 13 años y con casi los mismos actores, lo que la hace una obra muy sólida con un ritmo vertiginoso.

¿Por qué consideras que la puesta ha sido tan exitosa en Argentina?
Porque es una gran obra con un gran elenco que logra transmitir ese mundo familiar con el que es imposible no identificarse.

La premisa de la obra resulta algo similar a uno de tus anteriores trabajos: El loco y la camisa, ¿fue casualidad o tienes alguna preferencia por las obras enfocadas en familias disfuncionales y con algún desorden mental?
En general me gustan las obras que hablan de las relaciones familiares, que desmenuzan ese delgado hilo que nos une a nuestros consanguíneos; más allá de si las relaciones son buenas o malas. Hay algo indestructible en el lazo familiar que en una situación límite sale a flote. Y siempre en las familias hay alguien distinto: alguien con un desorden mental, con una enfermedad, o simplemente diferente; ese alguien siempre es un eje fundamental de la constelación familiar.

¿Cuál es el mayor reto de tener una obra con 8 actores en escena, en la que además, muchas veces se reúnen todos sobre el escenario?
Dirigir es un músculo que se va desarrollando; en este caso para mí fue una obra que me obligó a disciplinarme, ser más organizado, ser más claro. Tener que trabajar en ensayos con 8 actores en simultáneo es un trabajo intenso que obliga a uno a ser muy enfocado, estricto y claro. Para mí fue sobretodo un gran aprendizaje. Muy cansado eso sí.

Todas las familias tienen sus propias disfuncionalidades, ¿quiénes consideras que están más ‘locos’, ¿quienes dicen las verdades o quiénes se las guardan?
Siempre hay que escuchar al “loco”, al que dice la verdad sin filtros más allá de las jerarquías; más allá de lo que se puede decir o no. Hay un caso actual que me parece muy pertinente y que ocurre igualmente en las familias: Harvey Weinstein abusó de su poder sometiendo a muchas mujeres. Las que se atrevieron a hablar hace ya muchos años no fueron escuchadas, fueron calladas o tachadas de “locas”. La verdad incomoda, la verdad nos obliga a tomar posturas y muchas veces parece más fácil evitarla, descalificarla e irla enterrando. El problema es que la podredumbre siempre sale… Igual que en las familias.

¿Por qué te gustaría que el público vaya a ver La omisión de la familia Coleman?
La familia Coleman es como cualquier familia: rara, incomoda, extraña, pero no creo que haya de otras. Siempre es muy reconfortante verse reflejado, mirarnos desde fuera para entender como actuamos desde dentro.

DANIEL BRETÓN (Mario), y MAITE URRUTIA (Verónica) nos hablan sobre sus personajes, lo que solemos omitir en nuestras familias y cómo podría reflejarse el público

¿Cómo describirían a su personaje? ¿Cuál es su mayor conflicto?
Maite: Verónica es la hija mayor de ‘Memé’ y la única que se crió fuera de la casa de los Coleman, con su papá. Parece que tuvo una vida mejor que el resto y ahora disfruta de un status socioeconómico bastante cómodo. Aparentemente es la más ‘sana’ de la familia, pero es precisamente la otra cara de esa vida mejor, la que la atrapa: ella es una Coleman, conflictuada entre la pertenencia y la no pertenencia al grupo. Hay un deseo de ser parte de, y a la vez, una constante crítica a la forma de comportarse de los Coleman.

Daniel: Marito obviamente puede ser catalogado simplemente como “El loco de la familia”; pero creo que Tolcachir va un poco más allá. El papel que juega dentro de la obra, desde mi perspectiva, es el de un catalizador; es decir, ayuda a que la acción progrese y se detonen los conflictos o las revelaciones dentro de la puesta. Más allá de conocer el trastorno psicológico que podría tener el personaje (que tanto para el dramaturgo como para el director pasa a segundo plano), lo interesante es cómo se desenvuelve dentro de la familia. Al igual que la Abuela, Mario mantiene unida a la familia al ser alguien que necesita una atención distinta. Mario, desde mi perspectiva, es un personaje trastocado por la verdad y la imaginación. El único que observa la situación tal cual es, e incluso quien es capaz de prevenir a la familia de lo que se avecina (no como un oráculo, sino simplemente uniendo las piezas que los demás miembros de la familia son incapaces de observar). Un ser lleno de sensibilidad y amor por su familia que está dispuesto a todo con tal de protegerla. Es un personaje completamente roto por dentro, lleno de abandono y situaciones que lo superan. El gran conflicto de Mario es la omisión que su propia familia ejerce sobre él: si la verdad incomoda, es mejor no escucharla. Cuando la verdad es enunciada muchas veces supera a la razón, por lo que es más fácil tacharla simplonamente como locura (aunque esta condición nos habla de un grado de inteligencia distinto al común). Lo que no entendemos o desconocemos es mejor alejarlo o denigrarlo para protegernos de nosotros mismos.

¿Cómo fue el proceso de montaje con su director, Sánchez Amunátegui?
Maite: Fue un proceso bastante relajado, Sebastián es muy tranquilo y paciente y hubo muy buena química en el grupo desde el principio. Sebastián quería que no pensáramos y que no intelectualizáramos demasiado, porque quería personajes que actuaran por puro impulso. Se centró en marcar un ritmo muy ágil. Los primeros ensayos eran una locura, un torbellino, decíamos el texto con el trazo marcado y todo era muy frenético; yo salía mareada. Cuando llegó Andrés, que interpreta al doctor, nosotros ya estábamos encarrilados en ese frenesí y creo que le ocurrió lo que a cualquier invitado en una cena de una familia a la que acabas de conocer: ¡¿qué locura es ésta?! Eso se me hacía muy divertido y a la vez me hacía sentir que íbamos por buen camino.
Daniel: El proceso con Sebastián fue muy ágil y disfrutable. Más allá de analizar la estructura dramática del texto de manera formal, él buscaba que nuestras intuiciones afloraran a partir de habitar las situaciones de esta familia. Con pequeñas notas individuales, nos lanzaba detonantes que modificaban nuestro estar en escena y emergían durante los ensayos. Confía plenamente en sus actores y en su sensibilidad. Fue un salto al vacío -acompañado siempre de su pasión por la escena-, para que el personaje se asomara en cada mirada o respiración. Algo completamente inesperado y refrescante para mí, sin dejar de ser un reto diario. Sebastián siempre puso la responsabilidad de creación y construcción del personaje en cada uno de los miembros del elenco. Nos ayudó a encontrar el ritmo, el timming, las sutilezas y el arrojo que la obra necesita. Un trabajo completamente horizontal, en equipo y muy creativo.

Mario suele decir las verdades que otros callan, ¿por qué consideran que, en la vida real, nos cuesta tanto trabajo decir la verdad?
Maite: No lo sé, la verdad. A mí me cuesta mucho morderme la lengua, y más de una vez metí la pata por eso.
Daniel: La verdad siempre nos asusta porque no hay manera de contradecirla; es contundente. Eso nos obliga a tener una postura frente a ella, nos compromete y nos hace responsables de nosotros mismos. La verdad nos desarma y nos vuelve vulnerables. Habla de quiénes somos y de qué estamos hechos. Por eso el miedo a la verdad… a reconocernos.

Verónica se niega a presentarle a su familia a su pareja, por alguna razón (de su pareja o de su familia), ¿han vivido una situación similar?
Daniel: Hasta ahora, no.
Maite: (Risas) ¡Sí!, por un tiempo tuve la creencia de que si le presentaba mi familia a mi novio, sería el fin de la relación… era algo casi supersticioso.

La obra incluye en el título ‘omisión’ probablemente por esa cantidad de cosas que solemos esconderles a nuestros seres queridos; ¿creen que es más sano ‘guardar’ algunas verdades?
Maite: Creo que sí. Hay cosas que no van a ningún lado y a veces solo causas más dolor al otro, o un mayor conflicto. Sin embargo también creo que la sinceridad es fundamental para desarrollar una confianza sólida y que la confianza es uno de los pilares de las relaciones. Lo importante no se debe omitir.
Daniel: La verdad puede ser tanto como sanadora como devastadora. Es un arma de doble filo que debe jugarse con responsabilidad. A veces creemos que mintiendo u ocultando la verdad protegemos a quienes amamos; pero a final de cuentas, la verdad se sabrá y podría resultar mucho más dolorosa la mentira (y el esfuerzo que conlleva sostenerla) a simplemente aceptar la realidad de nuestras acciones, sentimientos o pensamientos.

Daniel, Mario, tu personaje, tiene un trastorno mental; sin embargo es quien parece más honesto, ¿Quiénes consideras que están más ‘locos’, quienes dicen las verdades o quiénes se las guardan?
Daniel: Más allá de quién está más “loco”, lo primero es responder la pregunta: ¿a qué le llamamos locura? Muchas de las conductas o comportamientos que sobrepasan nuestra “normalidad” o lo establecido, se catalogan simplemente como enfermedades mentales, cuando realmente son parte de nuestra naturaleza como seres humanos. Antiguamente las cuestiones de empoderamiento femenino u homosexualidad eran consideradas como trastornos psiquiátricos y hoy en día nos damos cuenta que no es así. La locura es un grado de entendimiento distinto; una forma de ver el mundo que a ojos de la “normalidad” sale de los límites. La “normalidad” como tal, creo que tampoco existe. Todos tenemos situaciones que nos sobrepasan y nos llevan al límite; y en cierta medida podríamos decir que todos tenemos algo de ella.

Más que saber quién está más loco, la pregunta es: ¿quiénes somos frente a nuestras verdades o secretos? La respuesta para mí sería: naturaleza humana. El ser humano es complejo y contradictorio, racional y sensible. Un ser que con tal de cumplir sus deseos, es capaz de encubrir y destrozar, de amar y proteger. Como dije anteriormente, las verdades y lo que ocultamos hablan de nosotros mismos: de quiénes somos, de lo que anhelamos, de lo que tememos. Nuestras vulnerabilidades más profundas se asoman en nuestras palabras, en nuestros afectos, en nuestra forma de mirar el mundo.

Tu personaje es de los más demandantes, sino el que más. ¿Cómo lo preparaste? ¿Te documentaste con algunos libros o películas?
Daniel: Cuando Sebastián me dijo que interpretaría a ‘Marito’ sabía la responsabilidad que el personaje conlleva. Yo estudié psicología antes de adentrarme en la carrera de actuación; esto me ayudó a comprender las distintas visiones que el ser humano puede tener sobre sí mismo. Durante las lecturas yo no sabía el trastorno o la condición psicológica del personaje, era algo que me intrigaba; creía que necesitaba saber esto para poder abordarlo de manera lógica y con verdad, pero Sebastián me hizo ver que esto parte de las omisiones de la familia.

Claudio Tolcachir no menciona en ninguna de sus voces lo que padece Mario; sólo sabemos que es un personaje que está en “otro plano” por la forma en que se desenvuelve desde el texto y su relación con los demás. Sebastián me hizo hincapié en que la construcción debía ser abordada desde la honestidad y la intuición. Él tenía una idea del personaje que se fue enriqueciendo con el proceso de ensayos y mi trabajo dentro de ellos. Fue descubrir la naturaleza del personaje en mi propia piel. Sus pilares: la observación, la verdad, la transparencia, la dulzura, su obsesión con la muerte, el juego y la escucha. Al mismo tiempo utilicé herramientas actorales de la psicofísica de Mijaíl Chéjov que permiten una creación mucho más lúdica y sensible; siempre basado en el poder imaginativo del actor. Todo esto, aunado a las notas y provocaciones de dirección, dio como resultado este personaje.

Todas las familias tienen sus propios conflictos y disfuncionalidades, ¿cómo consideran que el público podrá identificarse con los Coleman?
Maite: ¡Uy, hay tantos detalles con los que se podrán identificar! Desde un personaje que les recuerde a alguien de su familia, o incluso a sí mismos, hasta una situación delirante…
Daniel: Una de las grandes virtudes de la obra es que nos ofrece un prisma con las distintas caras que habitan dentro de una familia: el amor, la convivencia diaria, los secretos, los rencores, la búsqueda de una vida propia, la imposibilidad de alejarse de ella, los lazos que trascienden la distancia. En esta obra no hay “buenos” ni “malos”, sino personajes que simplemente luchan por sobrevivir; como cualquiera de nosotros en la vida cotidiana.

En ese sentido, el espectador tiene una oferta de posibilidades que él mismo seleccionará (a partir de su propia experiencia vital) para reflejarse en las voces de los Coleman. Es una obra que, dentro de esta aparente cotidianidad o hilaridad, nos habla de los afectos o las ausencias. De las formas, muchas veces absurdas, en las que nos relacionamos y que justo hablan de quiénes somos. La Omisión de la Familia Coleman es un rompecabezas familiar que el espectador armará y descifrará más allá de la sala teatral.

¿Por qué les gustaría que la gente vaya a ver La omisión de la familia Coleman?
Maite: Es importante ir al teatro en general. A veces es incómodo porque hay verdades del ser humano, de nosotros mismos, que son difíciles de aceptar, pero solo aceptándolas se pueden sanar. Y el teatro es eso: el reflejo del alma humana. La familia Coleman es un reflejo de la familia, con sus locuras más y menos divertidas.
Daniel: Es una obra que exige al espectador y eso me parece importante. Hay preguntas sin respuesta que se dejan a la libre interpretación. Una obra que nos habla del dolor a través de la comedia; con giros inesperados, toques de humor y emotividad. Un texto inteligente abordado con la experiencia de un director muy conectado con la dramaturgia argentina y la actoralidad mexicana. Creo que es una obra de la cual sales transformado y que no te permite despegar los ojos de la escena; con un ritmo vertiginoso y un elenco que da todo de sí cada función. Una experiencia teatral que el público no espera.

Dirección: Sebastián Sánchez Amunátegui
Elenco: Concepción Márquez, Sandra Burgos, Daniel Bretón, Inés de Tavira, Cayetano Aramburo, Maite Urrutia, Guillermo Collard y Andrés Palacios.

Obtén un descuento para ver La Omisión de la Familia Coleman, aquí

No dejes de recibir en tu correo, Facebook o Twitter toda la información y los estrenos de las obras de teatro de la Ciudad de México.