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DULCES COMPAÑÍAS: La presentación de una joven directora con mucho qué aportar



Por Luis Santillán/ Óscar Liera gana en 1988 el extinto Premio Juan Ruiz de Alarcón con Dulces compañías. Es innegable que Liera es buen dramaturgo, pero como todo dramaturgo tiene obras que lo han encumbrado, otras más discretas y aquellas que naufragan. Las Dulces compañías está en el último rubro (algunos pondrán el grito en el cielo por tal aseveración). Algunos estudiosos de Liera plantean que la obra es parte de su tercera etapa, aquella en la que aseguran hace una exploración psicológica de los personajes, quizá haya un poco –sólo un poco de eso- en la obra, pero es débil.

La línea anecdótica es delgada, si la extensión fuera de una obra corta podría ser potente, pero se agotan los detonadores y se recurre a que los personajes “expongan” su pasado sin que haya repercusión, ya sea en la acción o en los propios personajes. El “invitado” tiene claro su objetivo, lo logra, hay una confrontación con la víctima y ya, a partir de ahí el texto se regodea en la “desafortunada” vida de los protagonistas. El texto cae en la repetición, en verbalizar un pasado y una confrontación ideológica clase mediera. El final no sorprende, “ella” y “él” deben ser “castigados”.

Quizá la obra tenía una lectura distinta en la década de los 80´s, hoy el discurso es confuso. Podría leerse como una obra que “castiga” a las mujeres que quieren satisfacerse como lo hacen los hombres, podría leerse como un acto “consecuente” del “oscuro” mundo de la homosexualidad; ambas lecturas son muy propias de esas últimas décadas del siglo pasado.

Dulces compañías, con ese título se presenta el montaje dirigido por Ana Chiquete. Ella hace una muy buena dirección, usa el trazo para construir la relación de los personajes, cuida las variaciones rítmicas, es puntual para lograr equilibrio entre los bloques donde el deseo se presenta y aquellos que requieren introspección de los personajes. Matiza los bloques donde el texto tira hacia el melodrama y logra darle un poco de profundidad a la “charla” casual de los personajes, cuida que el equipo actoral se mantenga en el tono que desea.

El trabajo actoral es bueno en César Chagolla y Luis Miguel Moreno, un tanto mejor el de María Figueroa. Ella construye un personaje que se despedaza en escena, tiene un tránsito emotivo más exigente que el de sus compañeros y lo realiza de manera cabal, logra proyectar el terror de sentir violada la seguridad de su casa, el enojo ante los actos del “invitado”; hay fuerza emotiva, variaciones rítmicas que le permiten desarrollar los bloques.

Chiquete dirige un equipo que trabaja de manera eficaz para hacer de Dulces compañías una puesta en escena donde el trabajo actoral es la punta de lanza de una propuesta muy bien cuidada.

Es un caso peculiar porque el mayor lastre de la propuesta es el texto. Si Chiquete se hubiera visto “irreverente” -quizá, faltándole al respeto a Liera-, y apoyado por un dramaturgo para apropiarse más de las palabras del autor, tendría una obra impecable.

Consulta precios y horarios de la obra, aquí.

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