Por Luis Santillán/ Bajo la premisa de que Víctor quiere cobrar el seguro de vida de Cristina, Alejandro Alberola escribe El cuello de Cristina, una comedia en la que el personaje central se ve involucrado en una serie de contratiempos, entre ellos el hecho de que Cristina se niega a morir. Alberola juega con el recurso de los gemelos para tocar mecanismos de la comedia de enredos, la falta de pericia de aquellos involucrados para poner fin a la vida de Cristina le permiten acercarse al género de humor negro. Es un texto que fluye sin contratiempos, salvo el final que da la sensación de premura en la construcción –es como si el autor hubiera tenido una urgencia por terminar su obra-.
Alberola también está a cargo de la producción, la dirección y la escenografía. Ante la necesidad de tener 2 espacios plantea usar un bloque de elementos que al girar permiten la construcción del relato. En una vista está lo que podría ser el espacio del ortopedista (la profesión de Víctor), pero más allá de que sirva para ocultar un “contratiempo”, no queda claro qué aporta, sobre todo cuando el discurso plantea que trabaja fuera del domicilio (de lo contrario no es posible la relación de Cristina con el vecino); el cambio de espacio lo hacen los actores pero de manera “neutral”, aspecto raro en tanto que la tesitura del montaje permitiría sacar jugo al cambio espacial si los personajes estuvieran integrados en la labor.
Rebeca Gucon tiene el personaje de Cristina y de la hermana; hay un acierto en la dirección al centrar las diferencias de los personajes en el vestuario, los elementos ayudan a que Gucon sea convincente al crear entidades encontradas. Alexa Martín construye un personaje incidental y a Sofía, el segundo le da la posibilidad de exponer los detalles de construcción, cuida el ritmo corporal y vocal, son visibles las herramientas que tiene como actriz. Gerardo Cabal (en el personaje de Víctor) y Miguel Salas (en el personaje de Carlos) están pocos exigidos, su actuación no es mala, pero están por debajo del nivel de las actrices, da la impresión de que están en zonas de confort y es muy poca la construcción de personaje. Las dinámicas fluyen gracias al texto.
El cuello de Cristina cumple su objetivo cabalmente, el público disfruta la puesta en escena, ríe, se entretiene y vive una grata experiencia escénica.
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