Por Gina Fierro/ Una buena noche de teatro no se cumple si, durante o al final de la obra, no aplaudiste, simple y sencillamente porque eso significaría que lo que viste en escena no te provocó alguna emoción. Al término de los espectáculos, uno suele aplaudir, a veces sin pensarlo, como por instinto, pero, ¿sabes por qué lo hacemos?
La primeras formas de demostrar aceptación que se conocieron van desde chasquear los dedos, agitar las ropas de lino hasta dar palmadas con la mano. Sin embargo, la acción de aplaudir se ha convertido en la principal forma para demostrar el beneplácito de una audiencia.
Los historiadores ubican la costumbre de aplaudir originalmente en las civilizaciones griegas y romanas, en las que los grandes espectáculos tenían lugar dentro del coliseo o al interior de los teatros, y en los que el aplauso era parte de las representaciones públicas. Así, algunos emperadores contrataban grupos de personas exclusivamente para aplaudir durante sus discursos; mientras que otros, optaban por repartir pañuelos entre el público para que los ovacionaran.
Lo cierto es que el aplaudir se ha vuelto una respuesta natural de los individuos para expresar cierto tipo de afecto. A partir de la observación del comportamiento de bebés y chimpancés, los etólogos (científicos que estudian el comportamiento) han comprobado que aplaudir es una reacción inherente al ser humano para demostrar felicidad o emoción.
A pesar de lo común que pueda resultar el hecho de aplaudir durante o al final de los espectáculos, existen lugares donde no está bien visto aplaudir en un momento que no sea cuando el espectáculo haya finalizado.
A través del aplauso el público indica el grado de aprobación que tienen hacia algo o alguien, y en el caso de los espectáculos, el acto de aplaudir es un ejercicio común que resulta casi imprescindible al finalizar la función. No obstante, para quien está arriba del escenario, esta forma de comunicación no verbal significa más que una señal para terminar su representación.
Para los actores, el aplauso se convierte en un motivo primordial para hacer lo que hacen, además de ser una guía para saber si lo que están haciendo arriba del escenario está trascendiendo o no. “Aunque sea un lugar común es gratificante, uno espera el reconocimiento”, apunta el actor José Carlos Rodríguez en entrevista exclusiva para Cartelera de Teatro.
Como un impulso habitual y casi inmediato en el público, Rodríguez señala que es importante recibir un aplauso por la calidad de lo que se hace en escena y no por el estímulo natural del público. Por ello, detalla que el aplauso debe ser “ganado, que realmente la obra haya seducido y generado una especie de inconsciencia del tiempo real para meterse en la historia de lo que se está contando”.
Por su parte, Francisco Suárez, mejor conocido como el Mago Frank, apunta “desafortunadamente el aplauso no siempre es sincero como debería de ser. Si el público fuera un juez estricto, muchas veces no aplaudiría”.
¿Interrumpo si aplaudo durante la función?
El público está vivo, entonces no hay manera de que éste no reaccione frente a lo que está viendo, no obstante, el aplauso puede ser tan habitual que no siempre resulta necesario. Por distintas razones, el público aplaude durante las funciones, ya sea como respuesta a una escena que lo impactó o porque en el transcurso de la puesta aparece un actor reconocido del medio artístico. Pero, ¿debemos esperar al final o podemos reaccionar en cualquier momento, aunque la obra se vea interrumpida?
Al respecto, José Carlos Rodríguez expresa que debe “existir la libertad de expresión” mientras corre la función. Sin embargo, el actor de 3 días en mayo reconoce que no está de acuerdo cuando el aplauso del público se da sin haber presenciado ninguna acción por parte del actor que está en escena. “Si el público en algún momento determinado aplaude porque la escena lo amerita […] está muy bien; lo que si desapruebo es cuando sale tal actor reconocido y sin haber hecho nada, ya le están aplaudiendo en reconocimiento a su trayectoria, ahí si digo ‘aplaudan al final’, porque están rompiendo un poco la acción de lo que está pasando en el escenario”.
Reaccionar con alguna expresión de asombro, aplausos, risas o comentarios resulta para la actriz Mónica Huarte “un impulso natural”, en el que el público expresa su empatía con lo que está viendo. “Es gozoso como actor (recibir estas reacciones) porque te das cuenta de que están metidísimos en la obra, que la están viviendo y que es un impulso natural de repente decir una palabra o hacer una risa o un ¡wow! A mí me gusta, es divertido”.
Los actores también son espectadores
No olvidemos que quienes se paran frente a un público, en algún momento también son espectadores y al ser ellos los que mejor entienden el riesgo que implica pararse en el escenario, se convierten en los mejores críticos.
Al respecto, Mónica Huarte expresa que cuando asiste el teatro -y vaya que lo hace con frecuencia-, lo hace con la mejor disposición posible, “soy un público que disfruta lo que va a ver”, y subraya “no me he vuelto insoportable y exigente cuando voy al teatro”.
Asimismo, la protagonista de Constelaciones nos dice: “me doy cuenta que muchos compañeros van (al teatro) con una actitud de ‘a ver sorpréndeme’ y yo trato justo de hacer lo contrario, de ir absolutamente abierta […] porque también sé el esfuerzo que implica hacer una obra de teatro”. La actriz comenta que en todas la obras “siempre hay algo rescatable, algo que aprender, para bien y a veces para mal, pero creo que si estás abierta es mucho más fácil que pase el discurso y que puedas ver con este ojo crítico, pero también amable”.
Por su parte, José Carlos opina “hemos perdido la virginidad del ojo, por más que nos tratamos de sentar y decir ‘yo no sé nada y me voy a dejar llevar por la historia’. Siempre estamos ahí, para mal quizá, pero ya ni modo; pero también (vamos) con un ánimo de mejorar”.
Los actores son los críticos más duros, pero también los mejores aprendices al sentarse en una butaca. Sobre esto, Rodríguez indica “en México no nos gusta la crítica, nos ofendemos -porque también hay crítica malsana cargada de rencores y de envidias-, pero al mismo tiempo uno sabe cuando ésta es verdadera y leal, entonces uno lo agradece porque eso nos va a permitir mejorar”.
Y por supuesto que no falta el espectador que opta por no aplaudir, ¿eres uno de esos? Al respecto, el Mago Frank opina “el no aplaudir es algo que yo en lo personal no hago”, y agrega “siempre trato de jalar el aplauso al compañero que esté trabajando (en el escenario) […] siempre, siempre aplaudo y si no me llegara a gustar y tengo autoridad como para decirle ‘esto está mal’, se lo digo después, en privado siempre. Pero a la hora del escenario, siempre el aplauso”.
La risa, el mejor aplauso. La risa, “en el caso de los comediantes cuenta como aplauso”, afirma el Mago Frank. Especialmente para las obras de comedia o los comediantes en sí, la risa suele ser el mejor aplauso, ya que la manera más efectiva de saber que una comedia funciona es por medio de las risas de los espectadores, más que de los aplausos. “Es la forma de saber si estamos gustando o no”, asegura al actor, quien define la risa como “un fenómeno de energía que se va contagiando entre todos (los espectadores)”.
Asumir el fracaso
Así como existe el reconocimiento a través del aplauso o las risas, los actores también se exponen a los abucheos o la indiferencia de las audiencias, las cuales parecen no reaccionar frente a lo que propone la obra,o incluso llegan a responder de manera negativa. Pero, ¿qué hace una actor cuando se da cuenta que su público no está disfrutando del espectáculo?
De acuerdo con Rodríguez, ante una situación parecida lo único que queda es “esforzarse más y asumir el fracaso”. “Muchas veces el concepto es equivocado, no le atinamos a la propuesta y uno tiene que aprender a asumir el fracaso, pero para bien y saber qué fue lo que pasó […] o decir ‘a lo mejor no les gusta, pero esto es lo quiero hacer y es lo que propongo’”. Finalmente, el actor apunta “muchas veces de eso se trata el arte: De mover algo”.
Sobre el tema, Huarte rescata un factor importante que es la energía de las audiencias, un aspecto que se relaciona con que el ambiente de las masas se contagia. “Hay públicos que son muy expresivos, que se ríen muchísimo; y otros que aunque sea una comedia […] son más introvertidos, como que les da pena reírse, y al final en el aplauso te das cuenta de que sí lo disfrutaron”. Ante una audiencia menos expresiva, Huarte comenta “a veces como actor dices ‘¡Madre! Creo que no hay nadie (en la sala) o qué pasa, por qué están tan callados’, pero simplemente lo están recibiendo de manera distinta”, expresa la actriz.
La apatía del público se puede hacer presente en cualquier tipo de espectáculo, pero sin duda el público más sincero es el infantil. Los actores que trabajan para este público coinciden en que los niños son los más exigentes a la hora de aplaudir, “al niño que no le gustaste, no te aplaude, pero por supuesto que no”, apunta el Mago Frank, quien reconoce el valor de las audiencias jóvenes.
Y concluye “aunque los actores no cobráramos, habría muchos actores que trabajaríamos por el aplauso. Es muy importante para nosotros porque finalmente es el reconocimiento por nuestro trabajo y lo hacemos por eso”.
Para los actores siempre resultará reconfortante un caluroso aplauso por parte de la audiencia, mientras que el público seguirá buscando más formas de demostrar su agradecimiento por medio de flores, mensajes escritos, publicaciones en redes sociales, comentarios en forma personal al terminar la función, globos, pancartas, objetos, etcétera.
Como bien señala en una columna sobre este mismo tema en La Razón Luis Alejandre: “La Historia dice que se esconden más deslealtades y traiciones tras un falso aplauso, que tras un leal y respetuoso silencio”.
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Excelente nota, nunca había visto estos espacios en la página, y no está demás leer curiosidades, mientras buscas una buena obra!