Por Saúl Campos/ Una extraña carta ha llegado a las manos de los miembros de Misterio S.A., en ella un tal Z, los convoca para resolver un misterio: un fantasma ha estado acechando y asustando constantemente a los actores que pisan el escenario de un viejo teatro, de continuar las apariciones, los dueños no tendrán otra opción más que cerrar el teatro para siempre. Es la misión de Fred, Daphne, Vilma, Shaggy y Scooby, resolver el misterio que encierra el teatro de la forma más musical posible para saber quien está detrás del asunto y salvar el teatro.
Ocesa, Morris Gilbert y Mejor Teatro (Que son como la santísima trinidad, por aquello de que uno es padre, el otro hijo, el otro un ente y a la vez todos son todos) han decidido incursionar en el terreno de los espectáculos diseñados para los más pequeños de la casa, a través de Scooby-Doo! En Vivo Misterios Musicales, el cual busca acercarse al formato original de la caricatura para presentar una historia sencilla contada con todos los artificios necesarios para ser entendida por un público de uno a cinco años.
Bajo el en tendido de que esta obra es para un sector infantil, muy, pero muy específico, la verdad de las cosas es que no hay demasiado de donde cortar si de analizar la puesta se trata. La historia de Theresa Borg rescata la fórmula de: “Misterio-pistas-plan-resolución”, para contar este capítulo de las aventuras del famoso perro con canciones de por medio. Unas metidas como necesidad y otras más con calzador.
Pese a que existe un esfuerzo para que la adaptación logre captar con guiños al público adulto, no termina de lograrlo, pero la fuerza de la nostalgia permite que fluya la trama con él. De cualquier forma, la ambición es llegar a las jóvenes audiencias, que seguramente se divertirán mucho con cada enredo, aunque no llevarán el gran valor agregado que era sello de esta franquicia, donde los verdaderos monstruos y fantasmas a los que en realidad hay que temer es a los propios humanos. Esto se diluye en el punto en que tanto texto como dirección prefieren concentrarse en la parte interactiva, volviéndose pobres, lo cual no está nada mal para el concepto del espectáculo, pero no da balance en lo que pretende ser.
El concepto prevalece al cien por ciento, con una buena factura en la calidad de su producción. El diseño clásico de los personajes (sí, tal cual los vimos en la televisión) es el elegido para identificarlos en escena, logrando que sean familiares y ligeros en todo momento. Resaltan necesariamente Majo Pérez como Daphne y Adrián Pola como Shaggy. A Scooby, el destino le deparó llegar en forma de botarga, la cual a pesar de no tener vida fuera de sus extremidades (movimiento en los ojos boca, algo) no atorpece el trazo de sus compañeros y funciona.
Scooby-Doo! En Vivo Misterios Musicales, es sin duda una muy buena opción para iniciar a los niños en el mundo del teatro musical, tan solo como preámbulo para entrar en materia. Para aquellos que hallan crecido viendo las aventuras del gran danés y su pandilla, seguramente será un momento de ligero entretenimiento para consentir a su niño interno y una excusa para cantar a todo pulmón esa tonada que dice “Scooby-dooby-Doo, ¿Dónde estás?”.
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