Por Luis Santillán/ Dostoyevski escribió: “Si Dios no existe, todo está permitido”. Esa es la frase que pretendía alimentar la línea anecdótica de la puesta en escena Karamazov, sin embargo, no se logra.
Una de las hermanas, a partir de una obsesión, está dispuesta a realizar cualquier acción para alcanzar el objeto del deseo, sin embargo, su fortuna no se lo permite, pero la “naturaleza humana” no actúa. La otra hermana, que pretende recuperar su dinero, es testigo de los acontecimientos que sus palabras provocan, y de nueva cuenta, las acciones son más por las circunstancias y no resultado de una “conducta o condición humana”.
De tal manera que el texto está cimentado en las circunstancias y no en las decisiones de los personajes centrales, eso en sí no implica algo negativo, simplemente el resultado es distinto a lo que la autoras han mencionado en entrevistas sobre la obra.
A ellas, que también son las actrices de la obra, les interesa trabajar “la escuela del realismo psicológico” y tienen razón en que los personajes de Dostoyevski son el material idóneo, pero lo son en tanto personajes de novelas, para lograr hacer la transición a personajes de escena se requiere de mayor rigor en el trabajo de la escritura dramática.
La puesta en escena de Karamazov bajo la dirección de Hugo Abraham Wirth es una propuesta desequilibrada, tiene bloques donde el tono de comedia parece ser el camino natural y esas escenas son las mejor logradas, porque las actrices trabajan a sus personajes a partir de la forma y no del fondo, están los otros bloques donde da la impresión de que el tono es “profundo” pero adquieren de una textura de comedia involuntaria, esos bloques son los menos afortunados porque incluso dan la sensación de pesadez en el ritmo.
María Inés Pintado crea dos personajes y lo hace de manera sólida, cada uno tiene matices y características elementales que los enriquecen. Ylia O. Popesku tiene mejores logros con el personaje secundario, el aparente problema de su personaje central no radica en el trabajo actoral en sí, más bien tiene que ver con un problema de “tono”. El trabajo actoral tanto de Raymundo Pastor como el de Joseu Barbazo es muy inferior, sus intervenciones son las mismas que se pueden ver en los primeros ejercicios de una escuela de actuación.
Karamazov es un proyecto que surge de la necesidad de dos actrices y quizá tendrían mejores resultados si convocaran a alguien que trabaja el texto para poder tener personajes acordes a lo que desean y no porque su trabajo autoral sea deficiente, sino porque no están percibiendo las limitantes del mismo en cuanto a la técnica actoral que quieren aplicar.
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