Por Saúl Campos/ El segundo esposo de Bernarda ha muerto, y mientras los 8 años que dure el luto, ni el aire de la calle va a entrar en su casa, ella exigirá el más profundo silencio. El yugo bajo el que ha criado a sus cinco hijas y en el cual ha encerrado a su propia madre, no sólo se ha vuelto insoportable, hasta las criadas no ven el día para poder escapar. Pero pese a que Bernarda tiene cinco cadenas para cada una de sus hijas, no puede evitar que crezcan, se enamoren y es precisamente el deseo, lo que ni el viento más fuerte puede apagar, sino avivar.
Cuando un clásico es retomado desde su base para ser montado en la escena contemporánea hay dos vías para el resultado final, que sea horripilante y nadie lo entienda o que le haga justicia a su origen, sin pelearse con las nuevas tendencias artísticas. En este caso, me alegra decir que la Universidad Anáhuac ha inculcado a su primera generación de la Licenciatura en Teatro y Actuación, este último camino a seguir, con una de las propuestas, La Casa De Bernarda Alba de Federico García Lorca, más impactantes de la escena contemporánea.
Esta es una de las obras teatrales más famosas en el mundo, no solo porque se ha hecho millones de veces en todos los formatos y estilos, sino por la inigualable calidad del texto. En esta ocasión, la dirección de Verónica Albarrán logra hacer justicia a cada símbolo impreso en las palabras de Lorca, logrando no sólo una poética escénica precisa y con ritmo, sino cuadros llenos de verdad.
Desde siempre la violencia de género es el tema que abre la agenda social, desgraciadamente continúa siendo vigente. Lorca escribe una crítica muy fuerte hacia este contexto como una responsabilidad del matriarcado, y la dirección continúa este juicio con atrevimientos muy bien usados para delinear sus personajes: desde los gemidos sofocantes al calor (o la pasión sexual reprimida) a los movimientos fuertes y enérgicos.
La energía en el escenario es un verdadero torbellino de hora y media, con un intermedio que resulta innecesario, pero que no afecta la narrativa de la historia. Lo anterior, es responsabilidad de un extraordinario ensamble de 10 actrices, en el cual todas realizan una labor de entrega, compromiso y franqueza.
Entre hamacas, humo, veladoras, sillas y lámparas que logran una estética entre lo olvidado, lo viejo y lo desolado, Carmen García se apodera del escenario con una Bernarda confeccionada a detalle, implacable y severa, una de esas actuaciones que de solo verla en escena dejan al espectador con la sensación de que debió haber traído pañal.
Mariana Logue brilla al darle vida a la más joven de las hijas de Bernarda con una construcción que marca a la precisión el enamoramiento inocente hasta la locura de su personaje, acentuado por trazos flamencos que literalmente retumban en el escenario.
Ana Fer Freeman va conectando con la audiencia con sus tres personajes dejando sellos de personalidad desde la mendiga a Prudencia. Y cerrando el cuadro de honor: Mariana Lafón, cuya voz dulce, desesperada y sutil transporta a la audiencia a ver a través de esta joven, a la anciana que Bernarda tiene encerrada en un cuarto, argumentando con locura sus ganas de salir a vivir de nuevo.
Realmente es genial poder aplaudir un trabajo proveniente de las nuevas caras del teatro. Una obra que se debe ver no sólo por su gran, sino por el discurso tan fresco que logra desempolvar un texto de 1945, sin olvidarse del público en el camino.
La Casa De Bernarda Alba es una de las opciones obligadas para este 2016, consulta precios y horarios de la obra aquí.
