Por Gina Fierro/ Detrás de cualquier espectáculo, siempre hay un grupo de personas responsables de cada uno de los elementos que conforman un montaje. Hablamos de un equipo de actores, directores, dramaturgos, productores, diseñadores, asistentes, técnicos, vestuaristas y demás personas que hacen posible que el público, desde su butaca, sólo perciba la magia del teatro en el escenario.
En este especial nos detendremos en la labor de los directores, quienes son fundamentales en el proceso de creación de cualquier puesta en escena. Al montar una obra, los directores muestran gran parte de lo que son, a pesar de nunca mostrarse al público. En este aspecto, podríamos preguntarnos qué tanto vemos en escena, la esencia o la personalidad de los directores.
En entrevista exclusiva para Cartelera de Teatro distintos directores opinan: “De alguna manera siempre logras imprimir tu estilo, tu mano, tu forma de ver el teatro y la vida”, subraya Lorena Maza. “No te salvas, no hay manera. Todo artista siempre se identifica en su obra, ¿no?”, apunta Juan Carrillo.
Los directores impregnan su personalidad en sus obras
La experiencia y el tiempo, lleva a los directores a encontrar un lenguaje específico y una forma de abordar las obras. Al respecto, el director de La gata sobre el tejado caliente y La Anarquista, Enrique Singer, afirma que “con los años uno va encontrando el oficio y se va haciendo más dueño de las herramientas para contar una historia. Cada vez se va clarificando más esa personalidad del sujeto que está diciendo la obra. Hay más control en cuanto a las herramientas, entonces va siendo más claro cuál es su estilo”.
Claudia Ríos opina que con la construcción completa de una obra, “está inmersa toda una visión de lo que es el mundo, pero al mismo tiempo, la visión del mundo interno del director; o de la necesidad de reflejar algo que la sociedad está tapando y que tal vez la propia comunidad (teatral) lo está viendo. Necesitamos hacer un espejo para que vean lo que no ven de su propio contexto”.
Encontrar un estilo propio no significa que siempre se dirija de la misma forma, para algunos representa un cambio constante según los desafíos que exija la obra. “Cada montaje siempre tiene sus necesidades particulares, a mí me gusta entenderlo así, no soy de los que considera que se tiene que trabajar de una misma manera todos los proyectos. En ese entendido, pues claro siempre hay una primera línea a la que uno acude para ir descubriendo el proceso”, detalla Juan Carrillo, director de la puesta en escena Mendoza, Destiempo y Yo soy Dios.
No hay técnica
Si bien no existe una técnica de dirección como tal, existen prácticas que funcionan para la creación de un montaje. Aquí encontramos los laboratorios de exploración, ejercicios de improvisación, el trabajo de ensayo sobre la práctica y el trabajo de mesa, por mencionar algunos. De acuerdo con Singer, el trabajo de mesa, “hay que entenderlo bien, no es un análisis de la obra en el sentido estricto, es ponernos de acuerdo en qué historia estamos contando entre todos, antes de pasar a la parte escénica. Así, el director, en este caso yo, puede dialogar con los actores en el trabajo práctico, que los actores sepan lo que están proyectando, lo que están haciendo, de acuerdo a un consenso que se llevó a cabo en el trabajo de mesa”.
En este punto, el gusto de los directores hacia cierto tipo de teatro se proyecta en diversos estilos, a partir de distintos textos. Para la directora Iona Weissberg, el trabajo de dirección debe empezar por la intuición, “el director primero debe trabajar con el instinto, identificar cuáles son las puntas o los elementos de la obra que lo mueven a uno, que te conmueven, de hacerte reír hasta enojarte o molestarte”. Weissberg detalla que fuera de su último montaje La obra de Bottom, todo lo que ha dirigido ha sido a partir de textos dramáticos.
“Yo prefiero tener el universo en mis manos, ese universo que creó el autor y a partir de ahí decidir cuál es la estrategia mejor para montar la obra”, subraya Claudia Ríos, directora de obras como El laberinto de un hombre solo, Las musas huérfanas y La tragedia de Julio César.
Cuando hay que montar un proyecto fuera de tu estilo
“De repente tienes que hacer distintos tipos de proyectos que no necesariamente van en la línea de tu estilo o de tu búsqueda, pero bueno a veces tienes la suerte de que tienes productores que te dan libertad completa, libertad creativa […] Yo tengo una cierta forma de hacer las cosas, por ejemplo en mis obras siempre hay un prólogo y un epílogo”, expresa Lorena Maza.
Como titular de Teatro UNAM, Maza asegura que formar parte de una institución ofrece libertad creativa a los creadores. “Las instituciones te permiten desarrollarte como artista y desarrollar tu lenguaje, tu estilo propio. Pero muchas veces, no podemos sólo trabajar ahí, porque no hay para todos y hay que diversificarse”, señala Maza.
Es difícil en México
Para Maza, la falta de compañías estables en el país representa un obstáculo en el trabajo constante de los directores. “Es bien complicado tener la continuidad para tú generar y desarrollar un estilo propio. Creo que en México es muy difícil porque no manejamos mucho el concepto de compañías teatrales con las que trabajas durante años, con los mismos actores, los mismos diseñadores. Gente que te acompaña a lo largo de tu carrera, de tu vida, y que van generando junto contigo un estilo”.
La diversidad de formas se ve reflejado en la creación de obras distintas, mismas que despiertan en el espectador gustos diferentes. Sin embargo, hay algunos directores que aseguran no seguir un método en específico. Alejandro Ricaño, quien enfatiza que sólo dirige los textos de su autoría, nos comparte: “Yo no sigo ningún método, creo que cada obra se monta de manera distinta y cada actor se maneja de manera diferente. Lo que procuro es que todos estemos en la misma obra. Voy leyendo el texto, voy viendo cómo se debe abordar, qué tipo de ensayos se tienen que hacer para esa obra y voy leyendo al grupo de actores con los que estoy para saber cómo tengo que trabajar con cada uno”.
Por su parte, David Gaitán, autor de obras como Los equilibristas, El simulacro de Idilio y Romeos, detalla que la labor de dirección depende en gran medida del trabajo de los demás. “Por su puesto me asumo como que tengo que capitanear el barco, pero dependo mucho. El dirigir lo veo mucho en estimular la creatividad ajena en torno a un universo, pero dependo mucho de las ideas de los demás, y de ahí estoy tratando de nutrir el montaje todo el tiempo”.
Para ser director, ¿se necesita ser actor?
“No hay ninguna fórmula para la creación artística, hay gente que estudia toda su vida y sin embargo, no logra despertar el más mínimo instinto creativo; y hay gente que no estudia y resultan ser talentosísimos”, apunta Claudia Ríos.
Diversos directores sostienen que para saber dirigir no es necesario haber estudiado una carrera de actuación, sin embargo, muchos coinciden en que el director debe conocer el mundo del actor. Al respecto, Iona Weissberg señala que no tiene una carrera como actriz, incluso afirma que cuando tomó clases de actuación “era muy mala” y que esto le ayudó a “ganarle mucho respeto a los actores y a entender un poquito cómo funcionan”. Asimismo, la directora resalta que “la perspectiva del director y del actor son muy distintas, creo que una no te lleva a hacer necesariamente bien la otra”.
“Yo estudié actuación, estudié literatura dramática y estudié dirección y sí te puedo decir que me sirvió mucho pasar por el proceso actoral para conocer en carne propia los procesos”, enfatiza Lorena Maza, quien tampoco considera necesaria una carrera de actuación para los directores.
Para reafirmar el hecho de que un director no debe ser necesariamente actor, Maza agrega: “Muchos de los grandes directores, de México y el mundo, no han pasado por este proceso y no por eso dejan de ser menores directores. Entonces, es muy relativo, yo creo que hay grandes actores que se vuelven directores y grandes directores que nunca pasaron por ahí, pero comprenden perfectamente el proceso del actor”.
Por su parte, Alejandro Ricaño añade: “Hay muchísimos directores que pasaron directo a la dirección. La constante es que los directores generalmente son malos actores, hay contadas excepciones de directores que son muy buenos actores”.
Respecto al tema, David Olguín concluye que “es materia obligada la batalla de meterse en la cabeza del actor”.
El tiempo ideal para montar una obra
El tiempo con el que un director decide montar una puesta en escena depende de muchos factores, los directores actuales coinciden que tres meses es el tiempo ideal para trabajar una obra. Un periodo de tiempo que se ve afectado por diferentes aspectos entres ellos el tipo de texto que se va a escenificar, temas de producción, la búsqueda de elencos, de teatros, etcétera.
En este punto, algunos directores afirman que el tiempo de montaje puede extenderse hasta años. “Uno de mis proyectos más queridos y creo mejor logrados se llamó Inanna, que hice con la Compañía Nacional de Teatro, es un texto sumerio de hace cinco mil años que encontré hace quince. Lo estuve acariciando durante mucho tiempo porque lo quería hacer ópera, finalmente me decidí a hacerlo obra de teatro […] Con un equipo de catorce actores, seis músicos, me llevó cinco meses prepararlo en ensayos y muchos años de pensarlo y trabajarlo”, detalla Lorena Maza.
Desafíos al momento de elegir a los elencos
Sin duda la selección del reparto implica un gran reto para los directores, quienes generalmente se enfrentan con problemas en las agendas de los actores, las cuales no siempre coinciden. “De verdad, la dificultad más grande para hacer el trabajo en este país es hacer coincidir la agenda de los actores, están en veinte mil cosas. Los actores son medio canijos, como saben que los proyectos se caen, muchas veces le dicen que sí a varios montajes, cuidando que no se queden sin nada. Entonces el problema es cuando le dicen que sí a tres proyectos y esos tres no se caen, y tiene que decir ‘siempre no’ a dos. Son varias cosas con las que hay que lidiar y después está el tema con los productores”, detalla Alejandro Ricaño, autor y director de El amor de las luciérnagas, Lo que queda de nosotros, Fractales, Hotel Good Luck, entre otras.
“Te obstaculiza mucho de pronto la condición en la que están los actores hoy día, donde tienen muchos proyectos para poder sobrevivir. Algunos actores, que digamos lo tienen más salvado, están en proyectos de televisión y demás, y son de pronto rehenes de las televisoras o de las series”, comenta David Olguín, director de obras como Pasión, Coriolano I, La belleza, El paraíso.
Por otro lado, Weissberg habla de un problema económico al momento de buscar a los elencos, el cual “viene desde pagos muy altos que puedan pedir (los actores), en caso de que estés haciendo teatro institucional o comercial. Los actores que están haciendo teatro comercial se les paga muchísimo mejor, hay un desface entre los sueldos de uno y otro. En el caso del teatro comercial, tiene que ver con la viabilidad de pagarles, ahí te lo digo más como productora que directora, y el tener que competir con la tele y con el cine”.
De acuerdo con Juan Carillo, elegir a los actores resulta “una ecuación bien compleja que tiene que ver con edades, con la particularidad de cada actor, que venga mejor para un personaje, con la propia naturaleza del actor, con el casting, con las características físicas, con los tiempos de ensayo. Creo que hay un montón de factores […] En mi caso siempre hay un arriesgue y siempre hay una cosa de ‘híjole a ver si no elegí mal’, uno no está del todo cierto a la hora de ya estar trabajando con el elenco”.
Los favoritos
La lista de directores que han influido en la carrera de otros directores coincide en muchos casos, donde resaltan los nombres de Julio Castillo, Ludwik Margules, José Caballero, Jesusa Rodríguez, Peter Brook, Héctor Mendoza, Juan José Gurrola, Germán Castillo, entre otros.
Hablando de los directores que han impactado su trayectoria, Alejandro Ricaño dice que no hay alguien de quien se exprese efusivamente. “La verdad no sé qué decirte, no crecí con esa escuela de que todos idolatraban a Margules y a Mendoza. Yo creo que hay una generación padre de directores, pero realmente nadie, que diga éste. Ha habido montajes que me han gustado mucho, pero nadie efusivamente”.
Esto me gusta
Como en toda profesión, existen momentos de mayor y menor satisfacción. Para los directores resulta fácil ubicar ambos aspectos. Rápidamente, los creativos sitúan su mayor gusto por la dirección en el trabajo con los actores y en el proceso de creación, ya que en éste se descubre, se explora, se analiza y se llega a un trabajo muy profundo con los integrantes del elenco, que muchas veces resulta único.
“Hay una cantidad de cosas que suceden en los ensayos, que por la naturaleza misma del ensayo es imposible verlas en su totalidad en la puesta en escena. Se convierte en un asunto profundamente íntimo para los que estamos haciendo la obra y para los miembros de la compañía, se convierte en una especie de cofradía, donde compartimos secretos, compartimos intimidad […] Ese vínculo que se genera me parece fascinante”, detalla David Gaitán.
Esto no me gusta
Para Enrique Singer el conflicto principal se haya en el trabajo con otras personas. “El teatro se trabaja en equipo y eso conlleva muchísimos asuntos que hay que tratar con muchas personas. Hay que negociar mucho, hay que saber comerciar con las ideas, digámoslo de alguna manera, con los tiempos… Es complicado el trato con las personas y esa es la parte que a mí me cuesta más trabajo. Luchar en contra de mis flaquezas, de las flaquezas de los demás, es muy cansado, muy cansado y ni modo es un mal necesario en nuestra profesión […] No sabe la cantidad de líos en el que está metido el director constantemente porque éste es el responsable último del resultado artístico, entonces es un continuo negociar con todo el mundo”.
Lorena Maza concluye: “Las cosas que no me gustan, no las dirijo, es algo que aprendí muy pronto en mi carrera, porque no se vale. El teatro no es para ‘huesear’, ni es para hacer cosas que no te gustan, porque no se puede, porque no son bolillos, no son agujetas. Es un trabajo creativo en el que te comprometes con el cuerpo, el alma, el corazón y la mente. Entonces, si no me gusta, no lo hago”.
Claudia Ríos expresa: “Con lo que no me gusta convivir es con la gente que no debería estar en el teatro, que son ególatras, chismosos, flojos. Esa gente no se le puede llamar actor, nada más no debe estar ahí porque, literal, se necesita mucha generosidad y mucho amor”.
Para muchos, las dificultades se encuentran en los temas de producción, en la negociación con otras personas, en las agendas saturadas de los actores, en la falta de recursos, de teatros, y de pronto “una serie de cosas que no tienen nada que ver con el objetivo principal que es el espectador, la obra y el arte de lo que se está buscando hacer. Desde asuntos burocráticos, hasta calamidades de la ciudad, en fin”, señala David Gaitán.
Finalmente, David Olguín añade: “Contra viento y marea seguimos. México es un país enormemente teatral y en ese sentido entusiasma a la cantidad de gente joven que ingresa al teatro, que se apasiona por este arte. El ir madurando en el oficio me hace pensar mucho en algo que repetía mucho Ludwik Margules: ‘La vida madura en el arte y arte madura en la vida”. Conforme pasan los años empiezo a entender a qué se refería”.
Una vez que todos los elementos funcionan, el teatro se convierte en un engranaje perfecto que provoca en el espectador cualquier tipo de emoción y que hace del espectáculo un momento irrepetible, tanto para los elencos como para las audiencias.
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