Por Luis Santillán/ Se ha escrito que Curva peligrosa de Pilo Galindo es un texto que “aborda las vicisitudes de la adolescencia: el primer beso, la primera pinta, la primera borrachera, la primera mala decisión en la vida; el hecho de experimentar cada momento para saber qué se siente ser un adulto, o simular serlo.” Quizá por eso es tan socorrido y es fácil ver puestas en escena en todo el país. Lo que no se menciona es que la estructura plantea situación tras situación sin consecuencia o desarrollo de alguno de los acontecimientos presentados, incluso aquel que podría ser el que provoque la peripecia no rebasa la dimensión de simple anécdota.
Alguien podría argumentar que el texto funciona a partir de ser una sucesión de postales y por eso no hay desarrollo, sin embargo, no es así; existen los elementos para poder leer un deseo de evolución de los líneas anecdóticas, los personajes tiene premisas a cumplir, además de apelar a una escena inicial desfasada de la línea temporal de sucesos.
Ante un texto que tiene debilidades es necesaria una dirección que oculte las aparentes fallas y en el caso de la propuesta de Sandra Félix funciona bastante bien. La directora provoca que las escenas adquieran una relevancia mayor en los personajes al explotar la dinámica de relación entre ellos. El texto propone un marco, pero la propuesta de dirección da los matices para enriquecer las escenas. A partir de la puntualidad sobre los elementos a explorar por los actores en los personajes base, se juega con los puntos de vista de los mismos para la creación de todos los personajes circunstanciales. Las dinámicas de acción establecidas en la dirección apoya la construcción de personajes.
Es palpable la mancuerna que se logra entre la directora y el elenco, misma que permite los juegos escénicos para crear los acontecimientos por los que atraviesan los adolescentes. Ninguno de los tres actores se vuelve condescendiente con su personaje, no hay caricaturización, cuidan el ritmo corporal, la forma de reacción, la manifestación de los estados emotivos. Judith Cruzado sobresale en tanto que matiza a su personaje de forma más fina que sus compañeros de escena, logra colocarla en esa estadía de transición provocada por la edad.
Aun cuando los actores tienen un óptimo trabajo y la propuesta de dirección es clara y logra buenos momentos, la casi nula progresión de las premisas de los personajes y la carencia de objetivo planteada desde el texto, provoca problemas en el ritmo.
Curva peligrosa es una propuesta que, gracias a los actores y la directora, puede motivar a que el público joven se interese en el fenómeno escénico.
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