Por Gina Fierro/ A través de la historia del teatro en México encontramos que distintos grupos de artistas tuvieron la necesidad de explorar y crear nuevas formas para mostrar su arte, motivados por la misma evolución que el teatro exige y por las propias ideologías de los creadores escénicos. De esta manera, el teatro fue encontrando nuevos espacios de fuga. Así, llegamos a aquellos foros donde  jóvenes artistas, intelectuales, figuras emblemáticas del arte e incluso aficionados tuvieron un lugar peculiar para el arte teatral.

Si pudiéramos identificar aquellos experimentos escénicos que derivaron en algún tipo de movimiento social dedicado al teatro o que simplemente funcionaron como un referente para las futuras aportaciones a la escena, estos serían los principales teatros de culto en nuestro país.

Poesía en Voz Alta en el Teatro El Caballito

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Octavio Paz

En 1956 se dio un momento importante para el teatro, el cual fue dirigido por el escritor mexicano y Premio Nobel de Literatura en 1990, Octavio Paz. Como un diplomático en Europa y Asia, un gran lector de los autores del Siglo de Oro e inmerso en un ambiente de grandes personalidades del medio artístico, Octavio Paz comenzó a construir lo que sería su “breve” aportación al quehacer escénico del país que, sin pensarlo, renovaría la escena teatral nacional.
A lado de Juan José Arreola, Paz fundó Poesía en Voz Alta, una agrupación integrada por artistas, directores y actores provenientes del teatro universitario, un conjunto memorable conformado por Leonora Carrington, Héctor Mendoza, Juan José Arreola, Elena Garro, José Luis Ibáñez, Juan Soriano, Nancy Cárdenas, Tara Parra, Rosenda Monteros, Carlos Fernández y Héctor Godoy. La sede de la agrupación fue el Teatro El Caballito, ubicado en la calle de Rosales, Col. Tabacalera (hoy extinto).

Poesía en Voz Alta, un grupo sin el cual no se podría entender parte de la historia y tradición teatral mexicana, el cual llevó a escena la única obra del Premio Nobel, La hija de Pappaccini. Además de ser también la única producción del grupo, la obra -que ofrece diversas claves para entender a Paz- ha sido montada sólo un par de veces dentro de la historia del teatro mexicano.

Paz escribió esta breve pieza narrativa -publicada en 1990- impulsado por Leonora Carrington, basada en el cuento de Nathaniel Hawthorne, La letra escarlata. No obstante, con el afán de alcanzar un nivel más en las formas dramáticas y de producción, y sin pertenecer al círculo teatral, con esta obra Paz recibió diversos insultos y acusaciones de plagio a la obra del norteamericano Hawthorne.

El surgimiento de dicho grupo significó la acción conjunta de diversas mentes creativas que dieron voz a los autores del Siglo de Oro. Asimismo, se rompió con paradigmas en la manera de mostrar los escenario y finalmente, fue gracias a Paz que, por primera vez en México, se mostró el mundo de Eugène Ionesco y el teatro breve de Tardieu y de Nerveux.

Los testimonios de quienes pertenecieron a aquella agrupación fueron recabados por Roni Unger, quien logró una amplia investigación sobre el grupo a mediados de los años 70.

Teatro La Capilla

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Teatro La Capilla

Otro recinto que surgió de los propósitos de uno de los referentes en la literatura mexicana fue el Teatro La Capilla, fundado por el poeta, dramaturgo e historiador mexicano, Salvador Novo.

Con una visión dedicada plenamente al teatro, a finales de los años 40, Novo adquirió un terreno ubicado en la calle de Madrid 13, Col. Del Carmen, un espacio que solía ser una hacienda, la cual conservaba una capilla descuidada. La casa, situada en ese entonces en un área poco urbanizada de la Ciudad de México, fue puesta en manos del arquitecto Alejandro Prieto, también responsable del diseño del Teatro Insurgentes, el Teatro Xola (hoy Julio Prieto) y el Teatro del IMSS de Querétaro, por mencionar algunos.

Además de Prieto, Novo se apoyó del talento del escenógrafo Antonio López Mancera, a quien por su admiración designó para la construcción escénica del lugar. El teatro levantó el telón el 20 de enero de 1953 con el montaje de El Presidente Hereda del italiano Cesare Giulio Viola. Sin embargo, el teatro se volvió incosteable para el dramaturgo y terminó por cerrarlo, éste permaneció así hasta los últimos años de vida del autor.

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Salvador Novo

A la muerte de Novo, en 1974, el predio pasó a manos del médico Salvador López Atuñano, pero el prestigio del lugar se levantó con la dirección de Jesusa Rodríguez,  después de estar abandonado por varios años y prácticamente estaba en ruinas, la también directora de teatro hizo resurgir el teatro en 1980 con la presentación del montaje ¿Cómo va la noche Macbeth?

Posteriormente en el 2000, el director francés Boris Schoemann tomaría la batuta del foro, dando vida a la compañía Los endebles, un grupo de creativos que incluyó en la programación del espacio dramaturgia contemporánea con textos franceses, canadienses y mexicanos. Más tarde, en colaboración con el Centro Cultural Helénico, se llevó a cabo la Semana Internacional de la Dramaturgia Contemporánea, y en 2008 se recuperó un proyecto literario de Novo con el fin de fomentar la edición y difusión de libros de teatro, surgiendo así la editorial Los textos de La Capilla.

En palabras de Salvador Novo, “El Teatro La Capilla puede ser ahora y mañana, muchas cosas: una contribución modesta al auge del teatro en México; un lugar elegante de reunión; un laboratorio experimental; un buen teatro que no merece la atención de ciertos críticos. Para mí, para mi carrera de escritor y de hombre en el deber de dar a su país lo mejor que tiene, es un sueño cumplido”.

Teatro de Tesis

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Alejandro Jodorowsky

En los años 60, bajo la dirección de Alejandro Jodorowsky, surgió un grupo dedicado al teatro de tesis, donde desfilaron figuras como Julio Castillo, Héctor Mendoza, Carlos Ancira, María Antonieta Rivas, Héctor Suárez, Alfonso Aráu, Susana Alexander, Alfonso Arau e Irma González.

Al no existir suficiente información sobre la labor de este grupo de creativos, Cartelera de Teatro se dio a la tarea de entrevistar a uno de sus miembros, Héctor Suárez, actor de aquel movimiento de vanguardia que cambiaría parte de la historia de la escena mexicana. “Formamos parte de ese movimiento de teatro nuevo, vanguardista, en el que mostramos quién era Franz Kafka, Eugène Ionesco y August Strindberg. Teatro muy duro, novedoso, difícil, pero muy beneficioso para nosotros. Maravillosamente rico con este loco de Alejandro Jodorowsky, que me tocó la fortuna de agarrar un Jodorowsky purista, creativo, maravilloso”, señala el actor.

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Héctor Suárez 1981

“Hicimos varias obras de tesis en el Teatro de la Paz, en el Teatro Margarita Urueta, el Teatro Insurgentes”, recuerda Suárez. Una de la obras que presentó la agrupación fue Silencio, locos trabajando, donde Suárez interpretaba a más de 30 personajes. “Fue un acontecimiento increíble […] No teníamos ni fuerza para llegar al camerino. Acabando el primer acto, nos quedábamos tirados en el escenario, prácticamente bañados en sudor”, detalla el actor.

Además se presentaron obras dirigidas por el conocido actor de pantomima francés Marcel Marceau. “Nos dio dos semanas de clases de pantomima […] fuimos muy dichosos y felices. A mí Marcel Marceau me pareció siempre un poeta, un pajarito hermoso, un ser humano bello, lleno de amor”.

El teatro de tesis que desarrolló la compañía se caracterizó por “hacer las obras exactamente en la misma dimensión que el autor las había concebido, respetábamos mucho el guión. Cuidado y tocáramos el guión o lo alteráramos, era intocable. Era un respeto absoluto por la creatividad del autor”, señaló el entrevistado.

“No era el teatro costumbrista, el teatro que estábamos acostumbrados a hacer, no era la comedia fácil, ñoña, era la alta comedia, era el guiñol, un patio que también tocaba la comedia pero en otros niveles. Era un teatro muy purista, radical y severo. Yo aprendí mucho y es este teatro el que me lleva a la comedia”, concluyó Héctor Suárez.

La Carpa Geodésica

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Teatro de Papel A.C.

El Teatro de Carpa, llamado así por los escenarios en carpas ambulantes donde se escenificaban las puestas, fue un género que albergó parte importante de la historia del teatro mexicano, donde se conservó el Teatro de Revista -antecesor de lo que hoy conocemos como cabaret- y los espectáculos a cargo de los cómicos.

Aquí, encontramos un espacio clave que resultó de un movimiento de teatro universitario en la Ciudad de México, la Carpa Geodésica. En 1975, el objetivo de aquel grupo de estudiantes -que en número rebasaban los 500- fue el rescate del género de revista política mexicana, el cual se considera que desapareció alrededor de 1960.

La agrupación se consolidó como una compañía de repertorio tipo cooperativa que escenificaba diversos sketches políticos. Con un estilo muy particular, la compañía abrió el panorama impuesto por el teatro independiente de origen universitario, que posteriormente sería reconocido a nivel nacional e internacional.

La oferta del espacio, ubicado en el Callejón de Monasterio, Col. San Ángel (la entrada principal ahora se encuentra en Insurgentes Sur 2135) se diversificó cuando grupos de artistas aficionados llevaron ahí montajes de teatro infantil, pantomima, títeres, danza contemporánea y conciertos de jazz, blues y rock and roll.

Algunos grupos que participaron en la programación de la Carpa Geodésica fueron: Teatro de Papel A.C., Amigos de Grecia, Cine Súper Ocho y el Club X. Asimismo, el foro fue escenario de estrellas como Tongolele, Pillar Pellicer, Evita Muñoz “Chachita”, Maria Conesa, Pita Amor, Enrique del Castillo, Elisa Berumen de Beristain, Maria Espinal con los títeres de Rosette Aranda, por mencionar algunos.

Teatro Fru Fru

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Teatro Fru Fru

Un espacio que trajo consigo el destape sexual mexicano es el Teatro Fru Fru, un recinto caracterizado por su arquitectura compuesta por estatuas, cristales, cortinas y butacas forradas en terciopelo rojo, al estilo francés Art Decó. El teatro -el primero en la ciudad con alumbrado eléctrico- fue fundado en 1900 con el nombre de Virgina Fábregas, posteriormente se renombró Teatro Mexicano, 1933, y finalmente quedó en manos de la excéntrica actriz Irma Serrano, mejor conocida como “La Tigresa”, quien se encargó de restaurarlo y darle el nombre que conocemos actualmente.

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La obra “Zaratrusta”

En su escenario se presentaron obras como Hair, un musical de rock producto de la contracultura hippie, que se estrenó por primera vez en Nueva York en 1967,  en uno de sus momentos climáticos todos los actores aparecían desnudos. Y a partir de 1970, Serrano presentó una serie de obras que causaron controversia por su gran contenido erótico.

Algunos de los montajes que se presentaron fueron Naná (1976), una adaptación libre de Serrano de la novela homónima de Émile Zola que, a pesar de su controversia, permaneció en cartelera durante cuatro años ininterrumpidos. Otros espectáculos, estelarizados y producidos por Serrano, fueron Una dama sin camelias, Lucrecia Borgia (co-producida por Alejandro Jodorowsky), Oh…Calcuta, Al calzón amarrado, La guerra de las piernas cruzadas, Yocasta Reina, Internado de señoritas, entre otros.

En ese mismo escenario, Irma Serrano apareció desnuda ante los ojos que cautivaron e inspiraron a un público en el que se encontraba la clase política mexicana de los años 50 y 60, con la cual “La Tigresa” mantenía una estrecha relación.

Y aunque muchos de los personajes que protagonizaron estas historias ya no existen, sus acciones repercutieron en la escena teatral actual.

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