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El último encuentro: una obra suspendida en el tiempo



el-ultimo-encuentro-intPor Luis Santillán / Como parte del séptimo ciclo de la Compañía Nacional de Teatro en el rubro de Patrimonio universal del teatro presentan El último encuentro. El texto base es una novela que en su idioma original se llama Las velas se consumen hasta el final y es del húngaro Sándor Márai. La dirección es de Salvador Flores.

La línea anecdótica plantea la reunión de dos amigos que llevan muchos años sin verse, uno de ellos tiene un rencor añejado y una memoria que recuerda cada detalle del pasado, pero necesita que su amigo le aclare los motivos reales de su separación.

En el programa de mano se plantea que la versión teatral es del propio director, y lo que contiene la puesta en escena es efectivamente eso, una propuesta escénica de una novela. No hay adaptación, pero sí un enamoramiento hacia el texto original. El planteamiento en escena está estructurado con acciones en tiempo presente y momentos donde se comparte información del pasado.

En algunas reseñas sobre la obra hacen alusión a las partes de información usando la palabra “monologo”, sin embargo no son “monólogos” dado que es la narración bruta en aras de compartir con el público los referentes de las situaciones. En realidad hay una aproximación hacia lo que el dramaturgo español José Sanchís Sinisterra denomina “teatro fronterizo” Es importante esta aclaración para dimensionar la estructura con la cual construye la puesta en escena el director dado que el drama esta reducido en favor de la narrativa. En principio las partes de narración (que están en voz de los actores y por eso la confusión de nombrarlos como “monólogos”) parecen estar en contra del ritmo de la propuesta. Sin embargo, son necesarias, ya que una de las mayores virtudes del trabajo de Flores es compartir con el público la contemplación del tiempo, y de esa manera se logra una empatía con lo que ha sido la vida del personaje central.

Martha Verduzco en el personaje de “Nini” y Luis Rábago como el “General Henrik” hacen un trabajo magnético, hay una complicidad entre ellos que alimenta su dinámica en acción; se presencia el trabajo de dos entidades que emanan teatro con una vitalidad impactante.

El vestuario a cargo de Estela Fagoaga es impecable, y es el gran soporte del universo de los personajes, sus diseños no sólo visten a los personajes sino que los coloca con eficacia en ese ámbito de narración tan importante para el director. Gabriel Pascal hace un diseño de iluminación que respira junto con los actores, crea claroscuros que profundizan lo que las palabras no logran tocar; sería muy interesante saber si fue de él o del director la decisión del humo constante como una neblina.

Más allá del texto, la propuesta del director, el trabajo de los creativos, la maestría de los actores principales hacen que El último encuentro sea una puesta en escena muy bien hecha, pero a pesar de eso, da la sensación de ver algo suspendido en el tiempo, con los parabienes y debilidades que eso genera.

El último encuentro permite la contemplación del paso del tiempo, del tiempo de la ficción, del teatro mexicano, pero sobre todo brinda la oportunidad de estar por casi dos horas en un evento escénico donde el único artilugio es aquel creado por la magia de los actores.

Consulta información de la obra aquí.

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