Por Itai Cruz/ Seguramente piensas que el teatro se remonta hasta hace unos cuantos siglos, sin embargo, es tan antiguo como la historia de la humanidad. Y este origen puede rastrearse a las representaciones que hicieron los primeros hombres que les rendían culto a sus dioses, además es bien sabido que en todas las civilizaciones conocidas hay muestras de representaciones teatrales.
Pero, lo más importante es que el teatro permite transportarnos a otras épocas y transformar nuestra realidad, he aquí algunas curiosidades sobre él:
Los elementos más representativos del teatro son por un par de máscaras, una muestra una cara sonriente, mientras que la otra luce triste. Ellas representan los géneros teatrales de la comedia y el drama o tragedia, están dedicadas a dos dos musas griegas, Melpomene y Thalia. Además, en sus inicios los actores y los escritores de las obras competían por premios en la sociedad griega, de ellos, los autores más exitosos fueron: Esquilo, Eurípides, Aristófanes y Sófocles. Dichas obras se siguen representando en el mundo. (Conoce más aquí)
Los primeros teatros fueron de piedra, éstos se erigieron durante la era clásica griega tales como el Epidauro del siglo V a.C., era capaz de albergar a unas 12, 000 personas o el de Dioniso en Atenas; mientras que, el primer teatro romano data del 55 a.C., fue construido a petición del emperador Pompeyo en honor al dios Apolo, se ubicaba en el Campo Marte, pero fue destruido.
¿Alguna vez has visto esa pequeña cortina que separa los cambios de escena? Seguramente sí, pero te preguntaste cuál fue su origen, aquí te lo decimos. Este telón se creó para no distraer al público en los cambios de escenografías, vestuario o maquillaje, por lo que se convirtió en un elemento primordial para los cambios entre actos. Y fue durante el reinado de Carlos III (1660) que se usó por primera vez una cortina en el arco del proscenio en el escenario.
El teatro siempre ha estado rodeada por supersticiones y una de las más conocidas es acerca del color amarillo, se dice que atrae la mala suerte. Esta creencia se le atribuye al dramaturgo francés Moliére, quien vestía ese color durante la representación de su obra “El enfermo imaginario”, y minutos más tarde murió. (Supersticiones teatrales)
De igual manera, hay obras consideradas “malditas”, destaca en particular Macbeth de William Shakespeare, además de que es un gran reto actoral para quien la interpreta, tan sólo basta nombrarla, para invocar la mala suerte. Algunos rumores dicen que en su primera representación, Shakespeare tuvo que hacer el papel principal femenino, porque el muchacho elegido para hacerlo se enfermó súbitamente y murió.
Una de las más famosas puestas en escena Los Miserables, un musical con muy pocos diálogos, basado en la novela homónima de Víctor Hugo, se ubica en la Francia de principios del siglo XIX. Esta obra ha sido traducida a 21 idiomas, el elenco debe estar conformado por 101 personas en escena, a su vez contiene 392 disfraces y más de 31 pelucas.
La ciudad de Nueva York posee varios récords relacionados con el teatro, éstos van desde la mayor cantidad de asientos para un foro en vivo, (por ende la mayor cantidad de teatros en el área), así como la más grande cantidad de conciertos sinfónicos por año.
Es bien sabido que antes de llevarse a cabo una representación, en el mundo del teatro y el cine, se debe hacer una selección de los actores, a esto se le conoce como “casting”. Para ello, existe un director de casting, que es la persona responsable de realizar la selección de todos los actores de acuerdo al patrón de personajes que le indican. Pero, ¿y de dónde viene esta famosa palabra? Si tus oídos no te fallan, proviene del inglés “cast”, que significa “tirar”, más el sufijo “ing” que indica acción o proceso.
Hoy en día tenemos la costumbre de aplaudir para expresar nuestro gusto al termino de las obras, pero esta tradición es muy antigua. Los griegos expresaban su aprobación a las obras de teatro vitoreando y aplaudiendo; mientras que los romanos chasqueaban los dedos, aplaudían y hacían ondear las puntas de sus togas, o bien, sacudían tiras especiales que se distribuían entre el público para tal propósito.
En el siglo XVII, chiflar, pisotear y aplaudir era lo correcto para mostrar aprobación a un espectáculo, dichas prácticas se realizaron también en las iglesias hasta que lo prohibieron, por lo que toser, tararear o soplar por la nariz pasaron a ser la forma en que se aprobaba un sermón brillante o un coro bien entonado. Sin embargo, con las plagas y diversas enfermedades regresaron al uso del aplauso para evitar los contagios.
