Por Gina Fierro/ En septiembre, el montaje escrito y dirigido por la mexicana Paula Zelaya Cervantes, The Orbweaver, tuvo su estreno mundial en el marco del festival de teatro Fringe en Vancouver. Bajo la producción de Once Once Producciones, la puesta en escena se presentó con un elenco integrado por los actores mexicanos Ana González Bello, Evan Regueira y Marcos Radosh.

El equipo creativo, conformado por artistas de México y Canadá, presentó seis funciones, con llenos totales, en el Revue Stage de Vancouver. The Orbweaver causó tal impacto, que consiguió el Premio a la elección de la crítica Georgia Straight (The Georgia Straight Critics’ Choice Award) y el Premio a la elección de los voluntarios del festival (the Volunteer Choice Award).

Sobre esta aventura, Paula Zelaya Cervantes nos comparte en exclusiva para Cartelera de Teatro, la crónica de este viaje.

Breve crónica de un lleno (definitivamente) no anunciado
o de cómo llevamos The Orbweaver a Canadá y no morimos en el intento.

 Por Paula Zelaya Cervantes

Son las 2 de la mañana. Estamos en casa de Jimena tratando de resolver la incógnita de cómo empacar un cuerpo, una sábana ensangrentada y 2 brazos y 2 piernas (de utilería) en una maleta, de modo que el oficial de inmigración canadiense no vaya a creer que se trata de (a) un asesinato, (b) un chiste de pésimo, pésimo gusto. El vuelo es mañana. Traemos un déficit de sueño importante. Y ni siquiera tenemos idea de si va a caber la capa de La Muerte (personaje de la obra) en la maleta todavía. Jimena, directora general de Once Once producciones, está meditando el tema brazos y piernas. Elena, coordinadora de producción y stage manager, está inventariando gaffer, convencida de que lo voy a perder en el viaje. Y yo, sentada en el piso, rodeada de papel burbuja y cartón, las ruinas de nuestros (varios) intentos (fallidos) de empacar esta producción, me pregunto por enésima vez: “¿a quién se le ocurrió tanta estupidez?” “¿por qué hay tanto pinche prop?” y, el favorito de mi mamá: “¿en qué cabeza cabe?” .

Cabe en mi cabeza porque, pues, la obra la escribí yo.

fringeUn poco de contexto: Escribí una obra en inglés. En octubre de 2015 mi amigo Matthew, nuestro coproductor canadiense, y yo la inscribimos al Festival Fringe de Vancouver, Canadá. El 29 de marzo de 2016 a las 10:00 am recibimos un email que nos dejó en shock: we were in. El 29 de marzo a las 10:05am, después de celebrar por skype durante exactamente 5 minutos, nos dimos cuenta de que no teníamos un peso. El 30 de marzo de 2016, en un ataque loco de confianza en mi, Once Once Producciones pagó nuestro “fee” de participación. Jimena me dijo que no me preocupara y que buscaríamos la forma de lograr el viaje.

El “no te preocupes” se convirtió en un aventura teatral extraordinaria que nos aventamos juntas a lo largo de 6 meses.

La aventura extraordinaria de 6 meses también involucró una serie de Situaciones de Complicación Máxima durante las cuáles me pregunté incontables veces “¿por qué *@#%&!$ elegí esta profesión?” y deseé haber sido contadora, mejor. Por ejemplo, Situación de Complicación Máxima #206: Cómo empacar un cuerpo de utilería sin ser consignadas a las autoridades migratorias correspondientes; o Situación de Complicación Máxima #86778: transitar de conmutador en conmutador, coleccionado números de extensión como desquiciadas, hasta finalmente hablar con una señorita que amablemente nos informa que Proyectos Especiales Fonca/SRE/Promexico/Cultura Lamentablemente Ya Repartió El Presupuesto Del Año. Aunque La Pregunta De En Qué Momento Del Año (¿alguien sabe?) Se Reparte El Presupuesto Sigue Siendo Un Misterio Para Todos Nosotros, Incluyendo A Nuestra Servidora La Señorita Amable del Conmutador.

the-orbweaver4El caso es que 40 fondeadores, un club de teatro universitario y una empresa de producción pequeña (gracias, gracias, gracias) hicieron por este proyecto lo que dichas instancias no lograron. El 7 de septiembre volamos Jimena, Luis Matute (productor) y yo; y nuestro elenco, Ana González Bello, Evan Regueira y Marcos Radosh a Vancouver con dos maletas repletas de las creaciones macabras y maravillosas de David Ahedo (diseñador de utilería), Sara Salomón (diseñadora de vestuario), Manuel Aguirre (diseñador de audio), Matías Gorlero (diseñador de escenografía) e Iker Madrid (música original), y las mil y un recomendaciones de nuestro departamento de medios y difusión (Carla Alcaraz). Aterrizamos esa noche. Jimena y Luis se fueron a su hotel, los demás invadimos la casa de nuestros divinos hosts canadienses (Pat y Rob), y nos llenamos de oxígeno puro Vancouveriano y de avena de miel de maple. Estábamos listos para lo que se nos venía encima. Creíamos.

Las 110 obras participantes del festival presentan un promedio de 6 funciones casi todas en unos 15 teatros diferentes, a lo largo de 12 días, por lo que la logística de acomodar montajes y funciones es compleja nivel casi se tiene que interrumpir la coalición tiempo-espacio para lograrlo. Esto nos lleva a las Situaciones de Complicación Máxima #645, 646 y 647: Montar, afocar y grabar una obra ambiciosa en tiempo récord de 3 horas (“¿Por qué la hicimos tan compleja? ¡¿En qué cabezas cabe?! Maldita ambición”). Situación de Complicación Máxima #1001: Sobrevivir al montaje de 3 horas sólo para descubrir que nada más contamos con 15 minutos de preparación (pre-set pa’ los teatreros) antes de cada función. 15 MINUTOS. No es nada. Nada.

the-orbweaver5Cualquiera que haya hecho teatro alguna vez podrá imaginarse lo que se vivía durante esos 15 minutos pre-función: el muy puntual público canadiense pidiendo acceso a gritos, Jimena pidiendo la hora a gritos, Matthew pidiendo gaffer a gritos, yo pidiendo pilas a gritos, Javier (SM canadiense) pidiendo silencio a gritos, Marcos paseándose por el escenario con su capa de La Muerte preguntándole a todo el mundo “¡¿se me ve la cara?!” y dejando una estela de seguritos de costura a su paso, Evan recitando trabalenguas en inglés a gritos, Ana tirada sobre el escenario diciendo “vvvvvv” (Nota: 5 años de preparación teatral no me enseñaron para qué exactamente sirve hacer “vvvvvv” antes de dar función, pero si Ana González Bello lo hace, seguro es importante). Para mi tristeza, más de una vez se dio acceso a público sin que tuviéramos tiempo de gritar “¡mierda, mierda, mierda!”.

Todo esto lo menciono para ilustrarles que hacer un Festival Fringe es como participar en un programa tipo American Ninja Warrior o, no sé, Iron Chef, en el que todo tu talento, habilidades y entrenamiento se ponen a prueba de manera brutal, con un límite de tiempo que no permite ningún tipo de romanticismo sobre las sutilezas del proceso del artista. Por ejemplo, la única vez que logramos calentar juntos antes de función fue en un callejón oscuro a lado de un embarcadero. Evan o Marcos (no recuerdo quién) voló nuestra pelota al agua y ahí terminó mi intento de Fomentar El Ritmo Y Complicidad Del Elenco Como Ensamble A Través Del Juego.

the-orbweaver6Situación de Complicación Máxima #67899874843: no hay suficientes programas de mano. No había suficientes programas porque jamás calculamos lo que comenzó a suceder a partir de como la 3era función: Gente, mucha. Críticas, no sólo existentes, sino, además, buenas. Muy. La gente detenía al elenco en la calle y los felicitaba. Esto más veces de las que se imaginan.

En la última función, La Muerte (Marcos Radosh), que inicia sentado en la sala, tuvo que cederle su lugar a un miembro del público. Tres chicas se chutaron la obra sentadas en un escalón. Un alma más y hubiéramos violado las normas de capacidad del espacio impuestas por la policía montada canadiense. La Muerte se vio obligada a abrazar gente a la salida para consolarlas porque muchas personas salieron llorando. Nos ganamos premios (el Premio de la Crítica y algo así como el Premio del favorito del público). Fue un sueño. Y fue rarísimo para mí.

He de confesar que tuve miedo. Mucho. Tuve miedo desde el día de la primera lectura hasta el último momento de la última función. Tuve miedo porque es una experiencia extraña, escribir algo y luego ver ese algo que era sólo tuyo, una parte íntima de ti, llena de tus creencias, tus ansiedades, tus invenciones y rarezas, cobrar vida para que todo el mundo las pueda ver. Porque hacer teatro no es mentir; al contrario, es atreverse a decir la verdad.

Este viaje me hizo cuestionarme la necesidad de someterme a tanto estrés, inseguridad y apestoso cansancio emocional. O sea, podría haber sido contadora y ya. Este viaje también me reafirmó por qué quiero someterme a este sufrimiento delicioso mil veces más, el resto de mi vida si puedo. Sentada en el teatro, tanto viendo nuestra obra como algunas otras en el festival, se me ocurrió lo siguiente.

Si, a pesar de todas las complicaciones y limitaciones máximas de este Iron Chef teatral, Marcos pudo mantener las carcajadas del público 2 minutos completos haciendo uso de una hoja de papel periódico y una pluma nada más; y si Evan y Ana, “haciendo como que” se enamoran, pudieron hacer llorar a 30, 40, 50 adultos cada noche, entonces el teatro como medio tiene un valor de verdad esencial. Es un ejercicio de fe.

En un mundo regido por lo práctico, lo concreto, lo visible, lo vendible, lo comprobable, lograr que el público tolere lo imposible, lo increíble, lo invisible, lo intangible, que durante dos horas crea y viva una historia que, la lógica dictaría, no debería ser creíble porque es obvio que estamos en un teatro y puedo ver las luces y esa cortina está chueca porque sólo tuvieron 15 minutos de preset y ese no es un cuerpo de verdad y esa pluma no vuela, la está sosteniendo un actor—lograr que el público supere eso, llevarlo a que habite una lógica de otro orden, lograr que suspenda durante unos minutos el escepticismo que desde chiquitos nos enseñan significa “ser grande”, hacer creer, me parece la cosa más maravillosa del mundo. Y eso. No hay palabras para describir lo que se siente eso.

P.D. Si se te antoja ver The Orbweaver en inglés, síguenos en nuestras redes (FB: Once Once Producciones, The Orbweaver Play; TW: @OnceOnceProd, @TheOrbweaver, @paulazelayac) para recibir noticias, porque en una de esas próximamente tendremos una función especial de la obra como se montó en Vancouver…

P.D.D. Dato útil: Resulta que a los oficiales de inmigración canadienses no les estresa en lo más mínimo cuánto se parezca tu utilería a una escena del crimen. Amigos teatreros, podemos respirar tranquilos.

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