Por Luis Santillán/ Quizá el formato más complicado de crear en literatura dramática es el monólogo; su dificultad radica en la construcción del oyente y la necesidad de éste por presenciar en silencio el discurso verbal del hablante.
En fechas recientes se ha intensificado la modalidad del unipersonal, sólo que en este formato el oyente –en el 98% de las veces- es el público (ya sea en su dimensión real o ficcional) y tiene una libertad en diversificar las voces que generan el relato; en el monólogo hay una sola voz y eso implica la segunda gran dificultad: la necesidad del hablante. Eduardo Castañeda es el autor de Margarita de los cerdos, monólogo que se anuncia como comedia romántica de intriga porcina.
El texto es endeble, los elementos de comedia no son contundentes y aquellos que podrían generar intriga son menos. Una mujer (Margarita) se encierra en el baño y desde ahí comienza un discurso que se dispersa constantemente, el relato siempre es en tiempo pasado y pretende contextualizar la situación del presente, sin embargo nunca se crean las condiciones para que la suma de sucesos implique una consecuencia en el personaje que habla o en el que escucha. El autor parece valerse del recuerdo emotivo del personaje para hacer la intervención de los sucesos del pasado, solo que el detonante emotivo no existe. ¿Cuál es la necesidad del hablante? ¿Por qué Margarita le “cuenta” al otro sus acciones para recaudar el dinero que tiene? ¿Por qué el oyente no reacciona ante el discurso si en el relato hay elementos que ameritan la intervención del otro? Las necesidades básicas del monólogo no se existen en el texto de Castañeda. Margarita repite en intervalos que tiene cuatro millones de pesos y pareciera que ese pretende ser el nervio central de la intriga, pero no motiva preguntas, no hay suma de elementos para crear expectación y cuando se “aclara” el origen del dinero, dado la información otorgada la única intriga que genera radica en saber por qué el despacho de abogados no cobró en tan jugoso caso.
Tania Niebla encarna a Margarita y su trabajo presenta altibajos. El primero de ellos se da por el espacio; desde la propuesta del texto el baño parece arbitrario, el discurso podría ocurrir en cualquier otra habitación y de hecho, de ser así, podría ponerse en riesgo al personaje. Niebla sigue el trazo marcado sin que el espacio le estimule, sin que ella logre integrarse al cuarto en cuestión. Es necesario mencionar que la escenografía (a cargo de Vuelta de tuerca producciones) es limpia, de tal manera que el espacio en sí no es el problema sino la carencia de relevancia del mismo. Hay momentos donde la actuación tiene fuerza, curiosamente son aquellos donde la actriz recurre al trabajo necesario de los unipersonales (cabe recordar que Tania mostro un gran trabajo en el unipersonal La idea no era quedarse), pero cuando debe relacionarse con el que escucha, esa fuerza desaparece. Se podría criticar la poca creación emotiva, sin embargo, el texto no brinda la partitura para que la actriz pueda crearla y aquí Castañeda tiene responsabilidad sobre eso. El autor está a cargo de la dirección y es una propuesta que parece apostarle al texto de tal manera que poco se puede lograr. El director apuesta por un ritmo sin variantes donde de vez en vez hay acentos, cuida que las palabras llenen el espacio pero están privadas de emoción, y no por un problema actoral, sino de intención.
Margarita de los cerdos no es el mejor trabajo donde se puede ver a Tania Niebla, sin embargo, es una oportunidad para acompañar la evolución de esta actriz. La puesta en escena engloba un equipo que trata de ofrecer un producto de calidad, lamentablemente el texto es el mayor freno para lograrlo, pero esta no es razón para que deseche la propuesta de Vuelta de tuerca producciones.
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