Por Mariana Mijares / En un futuro en el que han dejado de existir los teatros, se ha perdido la capacidad de imaginar y de crear nuevas realidades; pero hay un ser, pequeñito, que más que crecer aspira a ser grande y que entiende muy bien que dormir no es lo mismo que soñar: ella es Pina, una catarina.
Pina habita en un campo de lechugas en donde los días pasan sin que cosas emocionantes le sucedan ‘no es que la lechuga sea deliciosa, pero al menos no es venenosa’, le recuerdan; inquieta, Pina empieza a sentir curiosidad por el mundo, por descubrir otros horizontes e incluso se atreve a comer espinaca.
Con estas ideas en mente tiene un sueño en donde un hombre: Usigli (poeta, dramaturgo, y escritor considerado el padre del teatro mexicano moderno) le cuenta en un fantástico número musical (“El Sueño de Pina”) que hay un lugar distante que puede hacerla gigante: el teatro.
A partir de ahí su misión se vuelve clara: encontrar ese espacio y ahí un aplauso final que rompa la invisible cuarta pared.
De este modo, Pina emprenderá una aventura acompañada de Maga de Luz, una luciérnaga; de Cora, una traductora de insectos; de Aitor, un excéntrico inventor y de varios otros personajes interpretados por Marco Paredes, Pablo Rodríguez, Mauricio Hernández y Paloma Hoyos.
Paloma Cordero, quien da vida a las voces de Pina, Maga y Cora, demuestra un sorprendente rango vocal al dotar de una personalidad distintiva a cada uno de sus personajes; interpretando la mayoría de los números musicales y conmoviendo con cada una de las palabras de Pina. Y es que Pina debe sortear distintos obstáculos ‘porque el camino hacia la fama no siempre es directo’ y por ello debe pasar por el cine, las telenovelas, YouTube y hasta posar en revistas de chismes porque le repiten una y otra vez que sin fama nadie le va a aplaudir.
Equipados con una escenografía sencilla, pero bien construida, que incluye una llamativa combi rosa y varios accesorios útiles y otras chucherías (y que aquí deciden bautizar como ‘utilería’), estos personajes acompañan a Pina en su búsqueda por ese espacio, el último teatro del mundo, que, descubrirán, no necesariamente se refiere a un lugar físico.
Aunque los 10 números musicales resultan conmovedores, y muy bien interpretados, destaco El Último teatro del Mundo, Diez en Uno, y Mundo de Gigantes, éste último que además nos recuerda que nunca se es suficientemente pequeño para alcanzar un sueño grande.
Este proyecto, como lo ha indicado Velarde, creador de Mentiras y Si nos Dejan, surge del amor y la pasión por el teatro, y eso se nota, pues cada diálogo y cada nota están construidas con un gran cariño, y por ello con facilidad -y como lo anhela el personaje de la obra-, logran romper la cuarta pared y llegarle a los espectadores.
Hace falta más teatro así en México, teatro sencillo y entrañable, teatro con un buen mensaje para chicos y grandes; teatro impulsado por talentosos jóvenes y que además son mexicanos; hacen falta muchos teatros en el mundo. Aplausos finales que rompan la cuarta pared…
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