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1.12



1.12intPor Luis Santillán / 1.12 es un texto firmado en co-autoría por Mariana Montero y Paulina Villaseñor y en el marco del ciclo “Ópera prima” del Centro Cultural Helénico se presenta la puesta en escena bajo la dirección de David Psalmon. El punto de partida son las detenciones ilegales que se realizaron el 1 de diciembre de 2012; en el universo de ficción se relata el contexto en el que 11 personajes fueron aprendidos y se pretende desarrollar la relación de éstos en un espacio de confinamiento.

La estructura del texto plantea una línea donde el espacio es compartido por la mayoría de los personajes y una segunda que aparece de manera intermitente en la que se da la información sobre la forma en que se hicieron las detenciones. El texto naufraga porque es absolutamente unidireccional, pareciera que las pulsaciones primarias que motivaron a las autoras las hundieron, lo legible en la puesta en escena es un escrito que se presume crudo y violento, pero queda más en la imprecisión y ligera ingenuidad (todo el sistema es malévolo, pero se preocupa por detener al homosexual con las mujeres para que no sea agredido en otro espacio). No hay contrapesa ni contrapunto. Un personaje (interpretado por Melanie Borgez) que al principio podría equilibrar las posturas y exigir complejidad es desaprovechado. Si bien queda claro que las pretensiones de las autoras son exponer la barbarie de un gobierno represivo, lo único que queda en escena es una serie de personajes que reiteran y reiteran lo expuesto en los primeros minutos.

El texto tiene fallas (que en escritos futuros quizá dejen de existir dado que las autoras inician su proceso profesional), pero lo que hace que colapse la puesta en escena (y arrastre a las autoras) es la dirección. La dirección confunde la convicción por el grito de tal manera que cada cuatro minutos una de la actrices alude a él para mostrar que el sistema está mal. Ante la falta de confrontación real, hay exabruptos, movimientos que se presumen violentos, sonidos en alto volumen para dar la impresión de que algo pasa, cuando en realidad sólo hay “quejas y lamentos” Psalmon nunca abandona la estridencia, no hay matices, los personajes terminan siendo cliches, da la impresión de estar ante un producto de los “estudiantes” de la escuela del Cleta. El discurso político (que en sí no está desarrollado ni mucho menos argumentado) se sobrepone a todo discurso estético, el ejercicio original (el que se vivió en su proceso de creación original en la Facultad de Filosofía y Letras) probablemente habrá aportado mucho a los involucrados y a ese primer público, mostrar –a dos años de distancia- el producto tal y como se presenta va en detrimento de la escuela misma de donde surge el proyecto.

Hay un desequilibrio actoral evidente, por un lado destaca el buen trabajo que hacen Melanie Borgez, Miriam Romero, Leonora Cohen y, por el otro, el resto del reparto que no terminan por construir más allá de lo que crean las autoras. Da la impresión de que Psalmon se vuelve complaciente ante lo que ve, al fin y al cabo hacer una crítica negativa a esta propuesta puede ser políticamente incorrecto.

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