El día de hoy se cumplen 100 años del nacimiento de Octavio Paz. El poeta y ensayista, ganador del Premio Nobel de Literatura 1990, también incursionó -de manera fugaz- en el mundo del teatro.

El contacto formal de Paz con el teatro se dio a través del programa Poesía en Voz Alta, que con la intención inicial de realizar lecturas de poesía, dio comenzó en 1956 bajo el auspicio del Departamento de Difusión Cultural de la UNAM, coordinado por Jaime García Térres. Al ser integrado Octavio Paz al programa, el poeta propuso que en lugar de leer poesía se hiciera teatro. Al asistir a las reuniones del proyecto, Octavio Paz acompañado de Leonora Carrington, “manifestó sus objeciones a la idea central del proyecto -esto es, presentar recitales de poesía-, pues, en sus propias palabras, le parecía una idea ‘académica’ y ‘aburrida’. Si los poetas no van a leer su propia poesía, si se va a invitar a actores, entonces hagamos un teatro imaginativo”, apunta la investigadora Roni Unger en el libro que dedicó a la iniciativa de Poesía en Voz Alta. 1956 sería el año en que el poeta mexicano comenzaría a escribir también Piedra de Sol.

En toda su obra, Paz solamente cuenta con una obra teatro, y fue precisamente para Poesía en Voz Alta: La hija de Rapaccini. Esta puesta en escena, estrenada el 31 de julio de 1956 formó parte del segundo programa de Poesía en Voz Alta y se representó en el Teatro del Caballito (ubicado en la calle de Rosales). Este segundo programa integró también tres traducciones realizadas por el propio Paz. El programa abrió con El canario de Georger Neveux, Osvaldo y Zenaida, o los apartes de Tardieu y El salón del automóvil de Eugene Ionesco.

El primer programa del proyecto había corrido a cargo de Juan José Arreola, quien decidió dedicarlo al teatro español e incluyó la Égloga IV de Juan del Encina y una escena de Así que pasen cinco años, de Federico García Lorca.

Poesía en Voz Alta, señala Margarita Villaseñor en El teatro en México en la Década de 1950, es la primera compañía teatral que comenzó a experimentar en México con los espacios ambientales. El grupo, conformado por artistas como Arreola, Paz, Juan Soriano y Leonora Carrington, “propició el desarrollo de actores y directores de escena y dramaturgos. Tuvo una influencia considerable en el teatro mexicano, a pesar de que no ha sido estudiada a fondo”. En este sentido, Villaseñor apunta que “no hay nada enigmático en los objetivos del Departamento de Difusión Cultural. Los miembros fundadores, con la excepción de Mendoza -quien quería hacer carrera en el teatro profesional-, eran artistas exitosos sin ambiciones teatrales, con muy escasa experiencia y muy escaso interés en el teatro”. Sin embargo, en ese momento se volvieron en difusores y promotores de esa actividad.

La hija de Rapaccini fue dirigida por Héctor Mendoza y contó con el diseño escenográfico y de vestuario de Leonora Carrington, la música de Joaquín Gutiérrez Heras y con la actuación de Juan José Arreola como el doctor Rapaccini.

Para esta obra, Octavio Paz toma como base el cuento homónimo de Nathanael Hawthorne. Sin embargo, en el texto que el mexicano construye podemos sentir su propia voz y sonoridad poética; más importante aún, en él se abordan muchos temas que el autor toca en su poética y claves para entenderla. Como en gran parte de su obra, Paz aborda el tema del erotismo, el universo, la dualidad y los contrarios, el movimiento análogo. “El lenguaje adquiere en La hija de Rappaccini otra dimensión. La obra de teatro es el resultado de la experiencia poética, experiencia equiparable a la erótica —encarnada aquí por Juan y Beatriz— y a la cósmica (que se relaciona con la naturaleza) —representada aquí con la comparación entre Beatriz y el árbol que domina el jardín de Rappaccini”, señala María Elena Isibasi Pouchin (El surrealismo de Octavio Paz: La hija de Rappaccini, UNAM).

También, en ella podemos descubrir el lado surrealista del autor mexicano. La obra es publicada el mismo año de su estreno en la Revista Mexicana de Literatura e incluida en Teatro Mexicano del Siglo XX.

Existen diversas versiones del año en el que fue escrita esta obra. Antonio Magaña, en el libro Teatro mexicano del siglo XX, considera que fue escrita en 1953, mientas que la instigadora Roni Unger, en su investigación sobre el proyecto, considera que fue cuando se decidió orientar Poesía en Voz Alta hacia el teatro, es decir, en 1956.

El crítico y especialista Raúl Chavarri señala que en esta obra se advierte el afán del autor por “renovar la función poética del drama, sacar a la poesía de su soledad, de su clandestinidad, para recuperar acción y procurar la reconciliación de los términos poesía-teatro”. En este sentido, el propio Paz señala en el prologo del volumen que incluye La hija de Rapaccini que se trata de “un poema dramático y viene precisamente de un cuento” .

En su texto, Paz introduce un personaje que no se encuentra en el original de Howtorne, el Mensajero. Este personaje ambiguo, señala Chavarri, es “la figura de un narrador, que en el teatro de la ciudad antigua es una entidad colectiva y toma la forma de coro, se enlaza con la serie de figuras que en la tragedia griega se hacen portavoces de la expresión del destino”. Para el investigador Frank Dauster, al utilizar la mímica en el Mensajero, Paz recurre a “una de las formas más arcaicas del teatro, el mimo con comentario, representación teatral del sueño como regreso a la capa más arcaica”.

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