La noche de este miércoles, el Palacio de Bellas Artes abrió sus puertas para escuchar la plática entre el director de escena Luis de Tavira, el escenógrafo Alejandro Luna y el actor y director Enrique Singer, quienes charlaron sobre algunas de sus experiencias en el mundo del teatro.

El diálogo “El teatro en el Palacio de Bellas Artes”, que fue organizado por el INBA en el marco del 80 aniversario del recinto cultural, llenó el ambiente de anécdotas y, asimismo, de posturas con respecto al pasado, presente y futuro del teatro en México.

Luis de Tavira, por ejemplo, señaló el origen del Palacio, cuando el entonces presidente Porfirio Díaz prometió dar a los mexicanos un gran y moderno teatro –como recinto arquitectónico.

La primera piedra de este inmueble, diseñado por Adamo Boari y terminado por Federico E. Mariscal, se colocó en 1904 y fue inaugurado en 1934, con la puesta en escena La verdad sospechosa, de Ruiz de Alarcón.

Así, se convirtió en la casa de la música, la danza, la ópera y el teatro, arte que, de acuerdo con Tavira, aportó un espejo donde el público podía acudir a mirar su realidad más urgente; pero en los años que siguieron su inauguración, el teatro se convirtió en una presencia permanente, pero excepcional, dado que el Palacio se construyó para la ópera y la música.

Actualmente, la amplia programación que lo caracteriza impide que sea adecuado para realizar el proceso de puesta en escena, que requiere estabilidad, tiempo y espacio. En este sentido, la promesa de dar al arte escénico un gran Teatro Nacional es, en palabras de Tavira, una asignatura pendiente de las instituciones.

Durante el 50 aniversario de la edificación cultural se montó, nuevamente, La verdad sospechosa, en una adaptación de Héctor Mendoza, recordó Alejandro Luna, quien participó como escenógrafo. En aquella ocasión se tuvieron problemas con la acústica y se decidió usar micrófonos, pero en la función estelar el sonido se mezcló con los servicios de comunicación del equipo de seguridad del presidente, quien asistió al evento.

Asimismo, Luna coincidió en que hacer teatro en el Palacio es difícil y más caro que en otros espacios; en tanto Enrique Singer señaló que el teatro se ausentó de este espacio por grandes periodos de tiempo a partir de la década de los 50 del siglo XX, debido a la construcción del entonces Teatro del Bosque, lugar al que se mudaron las grandes producciones de amplio formato.

Tres momentos de su vida en el Palacio de Bellas Artes, que calificó como imborrables, fueron traídos de la memoria de Singer:

Cuando asistió por primera vez a ver Sueño de una noche de verano (1984), bajo la dirección de José Solé; cuando participó como actor en 120 leguas de viaje submarino, dirigida por Hugo Hiriart y Mario Espinosa para el Teatro Escolar del INBA, y cuando participó como productor de Don Juan Tenorio, puesta en escena de Martín Acosta y que representó el regreso del teatro a este recinto luego de una larga ausencia.

Los diálogos siguieron a través de los recuerdos de los tres destacados protagonistas del arte escénico nacional y la interacción con el público presente, para regalar una seductora velada.

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