Por Óscar Ramírez Maldonado / ¿Cómo podemos sentir algo de simpatía por un grupo de seres cínicos, poco solidarios y crueles, que año con año se reúnen para discutir y pelear sobre un tema familiar no resuelto? Esto sólo lo puede logar una puesta en escena con un gran texto y una buena dirección. Es el caso de La lechuga, que los fines de semana se presenta en el Bocca Café dentro del Centro Cultural Un Teatro. Escrita por el dramaturgo venezolano César Sierra, la dirección de esta obra corre a cargo de Sebastián Sánchez, quien cuenta con un elenco de enorme talento que alternan para dar vida a esta historia.
Se trata de la tercer obra que dirige Sebastián Sánchez, en Cartelera de Teatro nos ha tocado ser testigos de su trabajo desde su primera incursión en la dirección escénica y observar su crecimiento. Con su primer montaje, Tiernas criaturas, el también productor puso muy alto el estándar, y de nueva cuenta con este su último trabajo se ubica como un director muy solvente.
La lechuga es una comedia que funciona y funciona muy bien, divertida de principio a fin, este montaje termina por ser una mirada a la doble moral, la hipocresía y la culpa. No se trata de un sermón ni de una lección moralizante, sino de la burla de actitudes que, en mayor o menor grado, podemos ver al interior de muchas familias. Es una comedia construida maravillosamente sobre un tema álgido y difícil, realizada con la maestría suficiente que el público apenas sienta las aristas difíciles de la obra y ría de manera continua durante toda la función.
El espacio y la forma en que se nos presenta este montaje no es del todo convencional, se aprovecha el entorno que proporciona el Bocca Café para desnudar de un muro a una casa y mostrarnos la intimidad de quienes se encuentran adentro. Solamente hay que tomar en cuenta dos cosas cuando se asiste a ver este divertido montaje, la primera de ellas llegar temprano, pues el espacio es pequeño; la segunda es tomar en cuenta que los asientos pueden ser un poco incómodos al no tratarse de un teatro en forma. Sin embargo, lo anterior bien vale la pena para ver una obra que muy bien realizada en todos los aspectos.
Desde una escenografía que se integra con el lugar donde se presenta la obra, hasta estupendas actuaciones que nos regalan un grupo de actrices y actores generosos con el público y con sus compañeros. Hablo de generosidad porque prácticamente el público se encuentra en los límites del escenario, y a pesar de la cercanía -o por eso mismo- los intérpretes no se guardan nada y se entregan totalmente. Generosos entre ellos, porque las entradas y salidas les exigen un particular esfuerzo para lograr el objetivo que se logra.
Ernesto Álvarez, Miguel Conde, José Ramón Berganza, Claudia Aline González, Héctor Kotsifakis, Juan Martín Jáuregui, Catalina López , Paola Galina y Alexis de Anda son quienes conforman este elenco alternante que por casi una hora y media hacer reír y disfrutar al público, para que éste a fin de cuentas, al despedir a los actores entre aplausos, se quede con la indefinibles sensación de que sobre el escenario observó un poco de sí mismo y de su propia disfuncionalidad familiar.
