Maravilla de maravillas : Una historia cultural del violinista en el tejado, escrito por la profesora de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Columbia, Estados Unidos, examina algo más que el enorme éxito de Broadway de 1964, cuyas canciones han sido disfrutadas por millones de personas en todo el mundo, con montajes que se presentan en escenario que van de auditorios escolares al Teatro Alhambra en Jaffa, Israel.

En su libro Solomon muestra como este montaje musical sobre un pueblo judío en la Rusia zarista del inicio del siglo XX puede plantear preguntas universales sobre la tradición frente a la modernidad, el conflicto generacional y una comunidad que es golpeada por el cambio. La trama del montaje habla sobre tres hijas casaderas que cada vez cuestionan más la autoridad de su padre, Tevye, el lechero más filosófico del mundo.

“Este espectáculo se ha filtrado en la cultura”, señala Solomon, quien es directora del programa de Reflexión sobre las Artes y la Cultura en la Escuela de Periodismo de la universidad estadounidense. “Resulta que en programas como The Colbert Report y Los Simpsons se ha vuelto una abreviatura del ser judío”.

El musical, explica la especialista, deriva su mordacidad de una serie de historias tragicómicas escritas en yiddish por Sholem Aleijem, entre 1894 y 1916, año en que murió. “Es la primera representación en la cultura pop de un mundo que dejó de existir después del Holocausto”, señala Solomon. “La gente discute sobre si es auténtico, una carga que el montaje supone, porque los lugares reales a los que se hace referencia fueron exterminados; nadie hace eso con Brigadoon (musical de la década de 1950 sobre un pequeño pueblo escocés que aparece cada 100 años)”.

El violinista en el tejado, que ganó nueve premios Tony, hizo historia en Broadway al ser el primer musical en superar las 3000 funciones. El pequeño mundo que se ha desvanecido resultó ser popular alrededor de todo el planeta. Si hay alguna duda de su resonancia, Solomon relata una anécdota que al libretista Joseph Stein le gustaba contar acerca de un productor en Japón que reflexionó: “¿Cómo la gente entiende el montaje en los Estados Unidos? Es muy japonés”.

Esto se debe a que el montaje opera en dos registros simultáneos, “si quitas el sonido de la escena de la boda, con la novia haciendo círculos alrededor del novio, parece una boda ortodoxa. Si reproduces solamente la música, suena como un vals popular americano de mediados de siglo”, señala la escritora.

Salomón entrevistó Joseph Stein y mantuvo correspondencia con el compositor Jerry Bock antes de que éste muriera en 2010. Además se reunió en varias ocasiones con el letrista Sheldon Harnick. Ella se sumergió en los archivos de El violinista en el tejado, repasando los contratos de licencia, las notas de producción , bocetos de diseño y los telegramas de la noche de apertura. El nombramiento y los libros de mensajes de teléfono del director / coreógrafo Jerome Robbins fueron tan útiles que ella sentía que lo conocía , aunque a título póstumo. “Pasé dos años leyendo su correo, ” comenta la investigadora.

La extensa investigación reveló datos sorprendentes sobre la puesta en escena. Por ejemplo que el icónico equipo de Columbia en Broadway, compuesto por Rodgers y Hammerstein, tuvieron en sus manos la historia de Tevye pero la dejaron ir. Además, la relación entre el director del montaje y el actor principal Zero Mostel era poco menos que hostil, señala la autora. Robbins, quien era un ex bailarín, comparaba al pesado Mostel con “una bolsa llena de agua que se levanta y comienza a flotar”. No ayudaba mucho el hecho de que Mostel payaseara constantemente, caminando en la parte posterior del escenario con una cubeta en su pie y encontrando otras travesuras con que molestar a Robbins, señala Solomon.

En el libro, la investigadora cuenta que un amigo con conexiones en servicios de banquetes dio acceso a Robbins a bodas judías ortodoxas para que realizara su investigación para la obra. Después de ver a un hombre balanceando una botella en su cabeza, el director decidió crear un número coreográfico con ello, el cual se volvió tan popular que un grupo de entretenimiento comenzó a interpretaron en bodas judías y bar mitzvahs. Ellos afirmaban que la dance era una auténtica tradición, cuando en realidad solamente estaban copiando a la obra de teatro.

Vía: Universidad de Columbia

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