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Tomar partido, la censura contra la creación



Por Alejandro Klerian Ramírez / ¿Taking Sides? ¿ Tomar partido? La obra en cuestión bien podría haberse llamado la política contra el arte; la forma contra el fondo; la censura contra la creación, el Mayor Steve Arnold contra Furtwängler o, bien incluso, Humberto Zurita contra Rafael Sánchez Navarro. Olvidándonos ya del título, la obra, que actualmente se escenifica en el Foro Cultural Chapultepec, presenta un debate: el interrogatorio acerca de si Wilhelm Furtwängler (1886-1954), destacado director de la Orquesta Filarmónica de Berlín sirvió o no al nazismo. Así de sencilla, así de compleja es la trama de esta obra.

En un Berlín, ya ocupado por los Estados Unidos de América al término de la segunda guerra mundial (en minúsculas “segunda guerra mundial”, dado que la misma no debiera nunca escribirse con mayúsculas), año 1946, Furtwängler es sometido a juicio por el mayor estadounidense Steve Arnold (Humberto Zurita), quien tiene la firme intención de de probarse, a sí mismo y a los intereses que representa, el hecho de que Furtwängler (Rafael Sánchez Navarro) habría operado a favor del nazismo (así también “nazismo”, en minúsculas, porfavor). Durante el desarrollo de la obra, nos damos cuenta del “error” que cometió nuestro director de orquesta: el “haber tenido que usar, durante esa época, las mismas palabras con las que se expresaban los oficiales nazis”. En la forma, Furtwängler es igual a ellos; en el fondo, nunca lo es. Furtwängler se ve inmerso, en un medio, en una forma, en una Alemania, de años atrás, en la que a nadie se le ocurriría, so pena de pagar las consecuencias, el presentar un lenguaje verbal distinto al del nazismo. Pero el fondo de Furtwängler es, afortunadamente, distinto, porque su música lo hace distinto; su arte rompe con los límites de la censura y así se presenta único, irrepetible; así logra enloquecer, con sus respuestas y con su música, al mayor Arnold y esquivar inteligentemente el crudo interrogatorio al que es sujeto. Haber tenido que vivir una época, haber tenido que ser como ellos, sí (en la forma, más no en el fondo musical) es el gran pecado del director de orquesta.

Así trasciende Furtwängler, logrando burlar todo cuestionamiento, logrando incluso dirigir él el interrogatorio, más nunca ser dirigido; así toca Furtwängler la esencia de lo divino. Durante el transcurso del interrogatorio, Furtwängler, poco a poco, nos va convenciendo cada vez más, va formando su propia orquesta de simpatizantes; incluso, contagia su verdad a los mismos súbditos del mayor Arnold, como lo son Emmi Straube (Marina de Tavira), secretaria del mayor, y David Wills (Sergio Bonilla), teniente estadounidense.

Unas cruentas imágenes reales en una pantalla, que reflejan lo en aquella época hecho a los judíos, un estrado que es un cementerio y ese vulgar, prepotente, lenguaje del Mayor Arnold enmarcan la cruel forma que tiene esta obra. Su fondo, afortunadamente, es lo valioso; es ese fondo musical; el de escuchar a un Furtwängler, desde el podio de la Filarmónica, interpretar obras de Beethoven, no obstante si quien las quiera o pueda escuchar sean aún los oficiales nazis o nosotros, simples ciudadanos de un presente mundo.

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