Nadando con tiburones es una obra que se debe al cine. Para empezar es una adaptación de la película del mismo nombre que en 1994 interpretara el gran Kevin Spacey, además versa sobre el mundo de la producción cinematográfica en Hollywood, pero no sólo eso, ha tenido un enorme aliento en su presentación en México gracias a la nominación de Demián Bichir al premio Oscar.
Demián Bichir es sin lugar a dudas lo mejor de Nadando con tiburones. El actor mexicano está en su momento, mejor que nunca. Si por algo vale la pena pagar el boleto es por él y su magnífica interpretación de un productor en Hollywood capaz de lo que sea con tal del éxito. Realmente es un placer verlo en el escenario. También un lujo es Ana de la Reguera, quien además de hermosa y cautivante, construye su personaje con increíble talento.
En Nadando con tiburones complementa el elenco principal el joven Alfonso Herrera. Lamentablemente, en cuanto a las actuaciones, es el punto flaco. No es que lo haga mal, incluso tiene más carisma del que prejuzgaba, pero no tiene la capacidad para el papel que le asignaron. Su actuación es plana, sin matices ni intensidades. Lo salvan las grandes actuaciones de Demián y Ana quienes son los que logran darle vida a las escenas.
El texto de la obra en sí no es ninguna maravilla. Es una comedia de no muchas risas y nada profunda, pero que entretiene. Es un thriller no demasiado emocionante, pero que tiene sus momentos. Tenemos un primer acto que nos recuerda a The Devil Wears Prada donde un jefe (Bichir), se dedica a humillar, explotar y aprovecharse de su empleado (Herrera), y este último se enamora de una productora que trabaja en el mismo estudio (de la Reguera). Y luego en el segundo acto vemos la culminación de las maldades y un final del que no diré nada para no echársela a perder a quienes lean esto y no la hayan visto. Y a pesar de que la dramaturgía es mediana, la obra está llena de buenas líneas que aprovechan magníficamente bien Demián Bichir y Ana de la Reguera, quienes acompañados de un quizá más talentoso tercero, habrían sacado una obra mucho más divertida e interesante para el público que la aplaude, pero sin enloquecer.
Vale también destacar en Nadando con tiburones la puesta en escena. El trabajo escenográfico de Sergio Villegas, así como la iluminación de Matías Gorlero y el trabajo de video de Alain Kerriou son excelentes. El único punto negativo, y me parece bastante grave ante la calidad de la parte visual, es el sonido. Y no es la música de Jacobo Lieberman el problema, dado que es estupenda. Lo que es terrible es el manejo del audio en sí. Mala ecualización, pésimas entradas y salidas de la música, volúmenes exagerados para sonidos de fondo. Nada que un buen ingeniero de audio no podría resolver.
En resumen vale la pena ver Nadando con tiburones por las excelentes actuaciones de Demián Bichir y Ana de la Reguera, por el estupendo trabajo de la puesta en escena, pero a la obra le falta. Es buena, pero le falta. A una pieza que no es excelente se le agrega el problema de una mala selección para un papel que lleva en gran medida el peso de la obra, el de Alfonso Herrera, que es quien realmente sale en todas la escenas, el héroe de la historia, el verdadero protagonista. Pero eso no se siente, él nunca es el importante. ¿Qué habrán estado pensando los productores cuando lo seleccionaron?
Por Satán Mendoza
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