Por Satán Mendoza /
La muerte de un viajante es una de las obras más importantes de Arthur Miller y de la dramaturgia del siglo XX. Una obra que no puede dejar de verse, y más cuando la puesta en escena es de la calidad de la que podemos disfrutar en estos días en el Foro Chapultepec. Ganadora en 1949 tanto del Pulitzer como del Tony, esta pieza narra la desventura de un hombre ante su vida. Un relato amargo de un individuo sin muchas luces que se enfrenta a una vejez que no fue como la imaginó. Miller construye uno de los personajes emblemáticos de los escenarios del siglo pasado: Willy Loman. Un personaje complejo, en una obra narrativamente compleja y que requiere de todas las capacidades del actor que lo encarna. En esta puesta en escena escogieron a José Elías Moreno para el protagónico y francamente me sorprendió. Está bárbaro, cumple a cabalidad con la difícil encomienda. Desde su aparición a escena, llena de gemidos de hombre viejo, uno siente que viene algo importante, y cuando la obra acaba y se escucha al público emocionado, uno sabe ya con certeza que Moreno ha dado un paso gigante en su carrera como actor.
La señora Silvia Mariscal da vida a Linda, la esposa de Willy, y en cierta forma, la principal víctima de los desvaríos del hombre. Doña Silvia nos regala una actuación llena emociones y en el final de la obra tiene un cierre que encoje el corazón de los espectadores. Y ante estas dos grandes actuaciones, el resto del elenco hace un gran trabajo. Osvaldo de León y Giuseppe Gamba, que personifican a los dos hijos de Willy, así como Miguel Conde, Emilio Guerrero y Julián Pastor hacen un trabajo magnífico para complementar la obra que requiere de todas las voces para construirse.
La obra tiene algunas adaptaciones menores con respecto al texto original. Aunque no dañan la experiencia de la obra en lo general, francamente pareciera que fueron hechas sólo para ahorrase un poco de dinero. Desaparecen un par de personajes, que no son tan relevantes, pero que a final de cuentas hacen que una de las escenas sea un poco incomprensible y pierda fuerza. Me refiero a la escena del restaurante, es la única que me dejó con no muy buen sabor de obra. Pero es de entenderse. Vivimos en crisis y está es una producción arriesgada, sin nombres titilantes que no llenan teatros por sí mismos. Además con doce personas en escena, no imagino que la nómina sea barata. Pero más allá de esto, la dirección de José María Mantilla es de primera. El ritmo y la dirección de actores es extraordinario y logra con una sutileza fascinante los, por decirles de una manera muy inapropiada, flashbacks en la historia. (No son flashbacks, son viajes al pasado en la memoria del protagonista, recuerdos modificados por sus estados de ánimo del presente, uno de los mejores recursos narrativos de la dramaturgia del siglo XX).
El vestuario es impecable, la escenografía e iluminación muy cumplidoras. Destaco, además del vestuario, el manejo de sonido. Sin duda cuentan con la ayuda de que el Foro Chapultepec sea un teatro tan nuevo y con equipo reciente, no como otros teatros que por 600 pesos te dan un sonido de puesto de discos pirata a la salida del metro. Además no dejan meter comida en la sala (agradezco a todos los dioses por eso, es algo horrible oír las bolsas de celofán).
En resumen, si eres de los que te gusta el teatro inteligente, que disfrutas del teatro de verdad, de los que prefieren un gran texto, las grandes actuaciones, del teatro como debe ser, no debes perderte La muerte de un viajante. Como dato curioso, justo ahora está siendo representada en Broadway protagonizada por el extraordinario Philip Seymour Hoffman. Ahórrense el boleto de avión y disfruten de un extraordinario José Elías Moreno en esta gran puesta en escena en el Foro Chapultepec.
No dejes de recibir en tu correo, Facebook o Twitter toda la información y los estrenos de las obras de teatro de la Ciudad de México.