Por Roberto Sosa/ Tradición, ritos y cultura. Se llama María, como la madre del Señor. “Mi Lupita y María no son las mismas”. Nos habla de religión mientras prepara el mole; en la piedra del metate se muelen las especias, en la piedra guarda los recuerdos de su natal Oaxaca. Tierra de olores y sabores; cultura ancestral que sabe a mezcal. El bosque, el arroyo…su gente. Su mente viaja y con ella el espectador.
Ahora su vida está en la gran metrópoli, trabaja como empleada doméstica en una casa ajena y lejana de sus seres queridos, de sus costumbres y tradiciones. La cocina es su refugio, lugar para recordar un pasado en donde habita la tradición y el dolor. Con sabor a maíz, con los olores del bosque y también con el ruido de las armas que llegaron a imponer la violencia, la inseguridad y la muerte. Desde su cocina, el viaje es introspectivo…íntimo.
La belleza natural del pueblo cambió con el dolor de sus habitantes, con el sufrimiento y con sus muertos. La autodefensa fue una opción, tomar las armas para defender lo suyo y a los suyos, sin embargo no fue suficiente. Su Juan murió, como muere mucha gente en este país. Ella desea regresar a Oaxaca para festejar Todos Santos, para estar a lado de sus difuntos, para compartir el alimento… y el mezcal.
De Mónica Perea, Todos Santos es un texto dramático narrado con una voz, un monólogo que nos cita con un México lleno de tradiciones y costumbres. Una obra que mezcla el sabor del mezcal con el olor de la sangre; el gusto por el mole, los trajes y la tierra, con el de las balas que les arrancan la vida a sus habitantes. El contexto es el que se vive con la pérdida, la migración y las circunstancias de las mujeres indígenas.
La dirección de Sixto Castro Santillán, acopia la dramaturgia de Perea para erigir el espectáculo. Conduce la obra desde una mirada sensible y creativa, comprometido con lo que el texto aborda. Le da movimiento, genera ficción; el lenguaje escénico es orgánico, con esto consigue abrir la imaginación al espectador. La afinidad entre dramaturga y director es palpable.
La actuación es de Mayra Sérbulo, istmeña de Santa María Jalapa del Márquez, Oaxaca; de raíz náhuatl por parte de su padre, y zapoteca, por su madre. Habla castellano, domina el zapoteco -su lengua materna-, el náhuatl y algo de inglés. Actriz de cine (Wild blue moon, The mexican, Apocalypto, en Hollywood; en México: Cabeza de vaca, Novia que te vea, Y tu mamá también, entre otras), teatro y televisión.
Quién mejor que Mayra para interpretar a María, el personaje le habla a la actriz desde sus orígenes; la actriz conoce y entiende a María, hablan el mismo idioma, piensan y sienten igual. Sin duda es una soberbia e impecable actuación. Construye al personaje desde el istmo, desde su raíz, lo tiene intrínsecamente ligado a ella. El mejor monólogo femenino –mi opinión- en este año.
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