Por Roberto Sosa/ Para recular y volver a empezar; su amistad se desvaneció, se rompió en pedazos y están regados en el piso. Un vestido de novia que costó 500 pesos, detona el conflicto; el hilo que tejió la prenda, desmadeja sus emociones, las exhibe y muestran sus verdaderos rostros. Abby – la novia- lo compró en el centro, junto al mercado. “Está chistoso…”, dice Ángela; “No inventes, me encanta el detalle de no tener detalles…”, define Antonella. El blanco del vestido contrasta con sus pensamientos.
Para la futura esposa, el vestido simboliza un sueño, para sus dos amigas, la ignominia. En la escala social, vestirse para una boda, debería ser con un traje de novia de la mejor calidad, diseñado por un modista famoso. Para Ángela chistoso es igual a culero: “el vestido es un jodido chiste de mal gusto…”. Tres formas distintas de pensar se confrontan en torno a la decisión de Abby, por un vestido que es “más feo que el culo de Yoko Ono”.
¿Quiénes son estas tres “amigas”…? Abby es una mujer que espera contraer matrimonio y formar una familia, no tiene aspiraciones de otra índole. Antonella es escritora, trabaja en un ensayo pero no encuentra inspiración para escribir su texto, el conflicto entre sus dos amigas, le dará motivos para infundirse. Ángela Carrasco es licenciada en Turismo, trabaja para el gobierno y es de las tres, la que más dinero gana; le prometió a la escritora financiar su proyecto y es quien no soporta los 500 pesos que Abby pagó por su vestido.
Tarde para arrepentirse es un relato que descubre el lado oscuro de tres mujeres socialmente confundidas; su círculo burgués las tiene atrapadas, romperlo tiene un precio. Su amistad se pone a prueba, el suceso expone sus auténticos perfiles; sabrán de qué están hechas y su frágil relación es análoga con los ordinarios hilos que entretejen la prenda que Abby compró.
La autoría y dirección es de Alan Blasco, se inspira en Arte -según el boletín de prensa- , texto de Jazmín Arreza; la obra tiene un inicio flojo, con diálogos vacuos, frívolos y sin trascendencia, sin embargo, durante el desarrollo de la pieza la dramaturgia se tensa en una dirección, sube de tono y tiene un cierre espléndido; el género es la comedia. La dirección es buena, sin complicaciones; rinde y logra el talento de su elenco.
Las actuaciones son de Estefanía Ahumada (El ventrílocuo, Fractales, Leche de gato), Ana Corti y Anahí Dávila. Las tres realizan un trabajo aceptable, conforme e integrado. Con rigor encarnan personajes que exhiben y explayan conductas y lenguajes que ni ellas mismas conocían. El cierre que dan al espectáculo es concluyente, buen trabajo sin duda.
La escenografía es mínima para un maximizar el trabajo y potenciar el texto. Un sillón, una mesa de trabajo y una silla. La cercanía con el espectador siempre será –mi opinión- un plus en el desarrollo de la obra; es tener de cerca las interpretaciones y la dramaturgia, con esto el impacto –bueno o malo- es directo con el público.
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